Capítulo10 - Perdón

260 21 3
                                    


Seguía haciendo un frío infernal. Y para mejorar aún más la situación, llovía. Bueno, lo llevaba haciendo todo el fin de semana. El sábado acabe hecha polvo después de pasarme todo el día trabajando. Así que había pospuesto enfrentarme a Ray hasta el domingo por la tarde, es decir, ahora. Y a pesar de que me cuesta caminar por el viento y no veo nada más allá de los dos pasos por culpa de la lluvia, sigo andando hacia casa de los Stevenson.

No quería llegar mañana al instituto y aguantar la ley de hielo de Ray. No lo quería soportar más. Y eso de que me mirase pero no me hablase, aún menos. Tampoco quería seguir aguantando a Ritta sobre cómo debía solucionar las cosas. Por lo que ahora me dirijo hacia su casa. Se me conoce por ser cabezota, por lo menos de dónde vengo, y un poco de lluvia no me iba parar. No me podía hacer daño. ¿No? Quizás pillara un resfriado pero nada que un poco de sopa de Ritta no pudiera arreglar.

Amaba su comida.

Pero no es hasta que estoy justo enfrente de su puerta que me entran las dudas. ¿Debo hacerlo? Quiero decir, esto es temporal. A pesar de que me gusta el sitio, estoy de paso. Me gustaría quedarme todo el tiempo posible, pero sé que algún día tendré que recoger todo y volver a huir. No podré dar una explicación de porque me voy sin decir el porqué llegué aquí – y eso es algo que no estoy dispuesta ni a explicar ni a recordar – y la gente que deje atrás se preguntara que fue de mí. No les podré ver más. Ellos a la larga se olvidaran de mí pero yo no podré. Por lo tanto no debería encariñarme con nadie.

¿Y si esto era lo que tenía que hacer? Cabrearme con Ray para que dejáramos de hablar. Así es más fácil. No sé en que estaba pensando cuando permití que se me acercara tanto.

Pero no me da tiempo a retroceder y largarme a mi casa, ya que alguien abre la puerta. Me quedo estática sin saber muy bien qué hacer. A pesar de ir en pijama y tener el pelo desordenado, no puedo evitar pensar que se ve atractivo. Ray.

– ¿Amelia?

– Pensaba que no estarías en casa – miento.

– ¿Dónde querías que estuviera? – pregunta frunciendo el ceño levemente – ¿Has visto cómo llueve?

– Sí, ya lo he notado – digo mirando mi ropa goteando.

– Estás empapada – dice como si no lo hubiera ya notado – pasa, te daré una toalla o algo seco.

Entro sin decir nada, anonada, sin saber cómo reaccionar ante el hecho de haberme visto pillada de aquel modo. ¿Y ahora que hago? Ya me había decidido en dejar las cosas como estaban. Podría irme ahora que él está ocupado buscándome algo para secarme, pero tampoco quiero que piense que estoy más loca de lo que ya debe pensar. No debe ser muy normal encontrarse a una chica quieta debajo de la lluvia justo enfrente de tu casa. Por lo menos a mí me daría miedo.

– Ten – dice mientras me da una camiseta, unos pantalones de chándal junto con una toalla – puedes cambiarte en el baño.

Me señala una puerta y yo sin decir nada me dirijo hacia ella. Estoy confundida. Cierro la puerta sin atreverme a levantar la mirada. La camiseta debe ser suya, ya que, aparte de que me queda de vestido, huele a él. Ese olor que parece ser que ya me conozco. Y los pantalones se me caen un poco, por suerte la camiseta tapa lo poco que se ve de mi ropa interior. Salgo del baño mientras me seco el pelo con la toalla.

– Amelia, ¿qué hacías a fuera? – dice sentado en el sofá mientras se mira las manos.

– Yo... No lo sé.

– ¿No lo sabes? – pregunta encarando las cejas, esta vez mirándome.

Suspiro y me siento a su lado. Siempre puedo pedirle perdón y seguir mi vida lejos de él. ¿No? Vuelvo a suspirar y siento la mirada de Ray sobre mí. Cuándo he llegado al punto de mentirme a mí misma.

– Lo siento, me cabreé sin razón y te trate mal – me giro para mirarlo – No sé que me paso y entiendo que reaccionaras así. Tenías razón en todo menos en lo de que me creo la reina del universo. Eso no es verdad Ray. Nunca me he creído más importante que nadie.

Si supiera que durante mucho tiempo fue al revés. Pero él cómo lo podía saber. Y mi actitud de mierda del principio y el pequeño ataque de celos que tuve no creo que ayuden mucho a que me crea.

– También te pido perdón por todo lo que te dije – continuo sincerándome – no es verdad que no quiera ser tu amiga Ray, solo lo dije porque estaba cabreada. No sabes cuánto he valorado que te acercaras a mí y me acompañaras al trabajo cada día. No sé si te has fijado, pero no tengo a demasiadas personas a mi alrededor y se agradece no estar sola de vez en cuando. Yo ...

– Tu tenías razón en que la vida no es perfecta – me interrumpe – yo siempre he vivido bien junto con una familia feliz y supongo que por eso mi actitud es así, pero no debo suponer que todo el mundo ha crecido así. Sé que el mundo no es perfecto y que la gente tiene problemas, pero nunca había conocido a nadie que tuviera uno tan grande que influyera en su comportamiento. Es un pueblo pequeño, no suele venir mucha gente por aquí.

Y a pesar de que no lo diga sé que se refiere a mí.

– ¿Entonces está todo solucionado? – pregunto con una media sonrisa.

Él me regala una de esas sonrisas que tanto echaba de manos y asiente con la cabeza. Suspiro sintiendo que se me quita un peso de encima cuando Ray me abraza. Me quedo quieta por un momento sin saber muy bien que hacer. Pero rápidamente reacciono y le abrazo de vuelta.

Será difícil dejarle atrás. Y no tengo miedo de encariñarme con él porque ya lo he hecho. Es inevitable, y en vez de hacerle daño a él y a mí alejándome, prefiero disfrutar mientras pueda.

– A veces me confundes Ray – murmuro más para mí que para él.

– ¿Cómo? – pregunta mientras me separa un poco de él.

Su cara está demasiado cerca de la mía. Me incomoda la manera que a veces me mira, pero esta vez no la aparto. Puedo sentir su respiración en mí, incluso puedo ver las pequeñas motas más azules que hay en sus ojos.

– Me besaste Ray – susurro sin poder hablar más alto – Sé que fue un mísero contacto y quizás para ti no fue nada. Pero no puedes besarme y luego pretender que no ha pasado nada.

No sé porque me duele que se separe de mí, por lo que frunzo el ceño mientras le observo levantarse y caminar hasta la ventana.

– No sé porque lo hice – confiesa – no soy de ese tipo de chicos Amelia. Yo no beso a las chicas sin estar con ellas, ni me acuesto para después desaparecer por la mañana. No soy de ese tipo de chicos.

Repite la última frase para él mismo mientras se gira para mirarme.

– Perdona si actué como si no hubiese pasado nada. No sabía cómo reaccionar. La verdad es que he estado pensando en el porqué lo hice estas últimas semanas.

Quizás eso explica un poco su comportamiento. Veo como Ray se ha quedado pensativo. Los dos estamos confundido sobre lo que paso, pero parece ser que él le ha dado más vuelas a este tema que yo. Así que decido darle su espacio. Me pongo en pie y recojo mi ropa mojada para dirigirme hacia la puerta.

– No te vayas Amelia – me detiene Ray – por favor.

Y a pesar de que mi cuerpo pide a gritos quedarme con él al ver su cara de culpabilidad, mi mente sabe que por ahora es mejor que me vaya a casa. Por lo que pongo una pequeña sonrisa en mi cara indicándole que todo está bien y niego con la cabeza.

– Es mejor que me vaya a casa.

Él asiente apretando los labios causando que me sienta mal conmigo misma por largarme.

– Por lo menos déjame darte un paraguas – me dice.

Asiento conforme a su petición y tras dármelo me marcho, regalándole una última sonrisa. 

Be carefulWhere stories live. Discover now