Capitulo 1: ¿Irresistible? Por supuesto, ¿rechazado? ni en sueños

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Existen dos clases de mujeres en este mundo. Las que me dicen que les gusto y las que no se han dado cuenta de que les gusto. Es sencillo con las primeras, no tengo que molestarme en obtener una confesión por su parte, aunque ahora que lo pienso bien, tampoco tengo muchos problemas con las segundas; unas pequeñas atenciones, unas palabras de aliento y en cuestión de minutos las tengo comiendo en la palma de mi mano y, sin esperar mucho tiempo la declaración de amor que sale de sus bocas ya forma parte de mi colección. Tal vez llamarlo colección te parezca exagerado, pero no es así. Desde muy joven han desfilado una a una todas y cada una de las manifestaciones de amor que hacen hacia mi persona. ¿Engreído? Para nada. Solo explico modestamente como ha sido la realidad de las cosas.

Todo esto, obviamente sin mencionar a la única mujer que parecía aborrecerme por completo desde la primera vez que había cruzado miradas con ella. Me parecía una chica testaruda, pues a pesar de que me tenía en ocasiones frente a ella, a su completa disposición y proporcionándole atenciones que las demás se morirían por recibir, ella solo daba media vuelta y se alejaba de mí, como si mi presencia le fuera un estorbo, una molestia de la que no podía librarse. Y si soy sincero, este jueguecito de hacerse la difícil me estaba hartando ya.

¿Cuánto más iba a estar jugando a esto? No lo sabía, pues a pesar de que ya había invertido mucho tiempo en hacer que esa chica se enamorara de mí; no lograba obtener nada a cambio. Era sumamente estresante, necesitaba su declaración, la requería ya en este preciso instante. Ella debía de darse cuenta de que me amaba y que su testarudez solo retrasaba lo inevitable, y eso era enamorarse perdidamente de mí.

Seamos sinceros, no hay en este mundo alguna chica que sea capaz de decir que ha resistido los encantos de Rafael Saucedo, y si la hubiera definitivamente esa mujer está mal de la cabeza. Es decir, soy un partido excelente: guapo, inteligente, adinerado, caballeroso. Soy el sueño de toda mujer. El hecho de que esa estudiante de arte siguiera sin prestarme atención no significaba nada, seguro que solo pretendía no conocerme. Nos habíamos visto en los pasillos tantas veces que era probable que hasta soñara conmigo. Por ese motivo cuando la vi jugando aquel deporte en las canchas de la universidad no lo dudé ni un momento y me dirigí directo a ella, aprovechando que el balón de basketball escapaba de las manos de una chica y este se aproximara hacia donde me encontraba.

— Es tu oportunidad para decirlo. Admítelo, estás enamorada de mi ¿verdad? — me aventure a decir en cuanto ella se acercó mientras le entregaba el balón en las manos.

Me miró por unos instantes y después soltó una risita irónica, como si lo que acabara de decir tuviera alguna gracia. Juro que sentí su mirada yendo de arriba a abajo, como si calificara mi aspecto. Reconozco la acción, yo suelo hacerlo cuando estoy con mis amigos. Evaluamos el aspecto de las chicas.

— Eres atractivo y muy guapo, pero... no me van los mujeriegos engreídos y patanes.

Me arrebató el balón de las manos al mismo tiempo que esbozaba una sonrisa orgullosa, como si en ese preciso momento hubiera ganado una guerra. Dio la media vuelta y caminó de regreso a la cancha, reanudando el juego y dejándome ahí sorprendido con la respuesta que recién acababa de escuchar, jamás, y repito sin alarde, jamás una persona me había rechazado, y por supuesto que no me equivoque en mi expresión anterior, siempre he resultado ser alguien agradable hacia los demás, sin distinción de sexo, tanto mujeres como hombres no pueden evitar sentirse atraídos por mí.

Levante una ceja por su reacción, estaba incrédulo y tal parecía que mis amigos y los demás lo notaban porque al cabo de unos minutos ya se estaban burlando a carcajada suelta.

— Oye chico guapo, creo que hay un poco de humillación en tu orgullo—mencionó Ricardo por sobre mi hombro. Tardé solo unos instantes en recuperarme y le lancé una mirada seria y afilada. Era imposible que alguien me humillara, y mucho menos una mujer.

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