Cap. 1: en medio de la ruta

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Chuuya Nakahara siempre soñó con ser supermodelo, él amaba las pasarelas y las editoriales de moda, le fascinaban los flashes de las cámaras, las entrevistas, las alfombras rojas. Y claro que tenía todo para ser modelo, era hermoso, tenía un cuerpo delgado y entrenado, su piel no tenía imperfecciones, sus ojos eran de un azul profundo, su cabello color rojizo natural. Jodidamente perfecto para la industria.

O bueno, casi...

Su mayor problema, y aunque muchas veces intentó corregirlo con ejercicios, estiramientos, alimentación y vitaminas, era su altura.

Cuando era niño, crecía y crecía incluso más que el promedio de sus amigos, pero al cumplir los quince años, repentinamente dejó de hacerlo. Fue rechazado en cada casting al que se presentaba.

"No podemos representar a un modelo masculino de 1,60cm. Lo sentimos"

"Tal vez esta agencia no sea para usted"

"Podríamos representarlo como petit, pero no creo que lo contraten para pasarelas"

Estaba más que acostumbrado a esas respuestas, y le frustraba bastante, más Chuuya no era del tipo que se rendía fácilmente.

—Muchas gracias por haber venido, lastimosamente usted no cumple con los requisitos necesarios para ser representado por nuestra agencia. Que tenga buen día. —Se despidió la mujer.

Caminando por la calle con mucha hambre, pues seguía con su desayuno de la mañana y más nada, se puso a pensar en las agencias a las que no había enviado sus datos aún.

  Salió de sus pensamientos cuando una bocina de auto lo asustó.

—¡Sal del camino imbécil, o limpiaré las ruedas de mi auto con tu bella cara! —Gritó un malhumorado señor, sacando su cabeza por la ventana de su automóvil.

—Lo lamento. — Se disculpó apenado, intentando cruzarse a la vereda, pero algo lo detuvo, y era que él estaba caminando por la vereda. ¿Entonces?

—¡No te hablo a tí, le hablo a ese ridículo! — Señaló con su índice a un joven alto que miraba acostado el cielo en un lugar tan poco cómodo, como sería el medio de la calle.

Más vehículos comenzaron a trancarse por culpa de aquel chico, y más insultos y gritos se empezaron a escuchar. Chuuya estaba realmente sorprendido, al castaño tirado en la ruta parecía no afectarle nada.

—¡Daaaaaaaazaaaaai!— Un grito espantoso entró en escena y el dueño de esta caminó a zancadas hasta llegar a dónde se encontraba el chico acostado— ¡Más te vale que tengas una buena explicación para esto o te estrangulo yo mismo!

—¡Kunikida!—Habló por primera vez el extraño castaño— ¿Qué sentido tiene vivir ahora? Explícame... —Dramatizó su tono de voz—¡Ninguno!

Luego de algunos cuantos regaños más, el rubio de lentes sacó a patadas de la ruta al otro chico, dejando circular por fin a los vehículos.

—Qué agresivo andas, Kunikida. —Se quejó, sobandose el trasero todavía en el suelo, pero ya de la vereda.

—Es que... ¡¿a quién mierda se le ocurre Dazai?!

Chuuya aún seguía ahí, observando la escena sin reaccionar. Realmente aquello podría haber sido la cosa más rara que le haya pasado jamás. Cuando el rubio dejó de regañar a gritos al, ya de pie, castaño, ambos voltearon a mirarle.

—¿Y tú qué?— Preguntó a la defensiva el de lentes.

— Y-yo... —Giró la cabeza a los costados repetidas veces—¿Yo?

—Sí tú,¿buscas algo?

—No, señor... —Aclaró su garganta y trató de sonar un poco más soberbio— Es sólo que lleva gritando en la calle hace aproximadamente diez minutos y es bastante incómodo para la multitud, si su amigo se quiere matar no es problema nuestro como para que lo ande regañando a gritos.

Se acomodó las gafas para tranquilizarse.

— Tiene razón, disculpe. Dazai vamos— Dijo, empujando de su chaleco al más alto.

Cuando desaparecieron de la vista del pelirrojo, este decidió volver a casa. No volvería a ver a aquellos extraños en su vida, afortunadamente.

O al menos eso pensó en aquel momento.

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