2. el limón que oculta mis temores

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Habían pasado meses desde que Akashi frecuentaba su negocio. No iba todos los días, por supuesto.

Según sabía, el trabajo de Akashi-san era muy pesado y le dejaba poco tiempo libre. Cada que iba experimentaba con los postres en exhibición de ése día.

Lo que nunca cambiaba de pedido era su capuchino con mucha leche y azúcar. Decía que nadie hacía mejor café que Takemichi.

Aquella noche se había quedado haciendo inventario de los ingredientes, tenía empleados, por su puesto, pero prefería hacer ésas cosas él mismo. Como que le daba mayor seguridad a la hora de cocinar, pues los ingredientes eran a su gusto, tanto en marcas como en sabor y precios.

De pronto, la puerta trasera se abrió, su primera reacción natural fue asustarse, sin embargo al escuchar las pisadas pesadas y arrastradas se tranquilizó. Era el caminado de Akashi-san. Takemichi lo reconocería incluso en las penumbras. Y no se equivocó, la singular cabellera de su amigo apareció por el borde de la pared, saludando con un movimiento de cabeza al más pequeño.

“¿Qué pasa, Akashi-san?” Tal vez querría un café o un postre, aún quedaban algunos del día. Revisó la heladera de un vistazo. Joder, que le quedaban varios taiyakis.

El mayor se quedó callado un tiempo antes de suspirar y hablar con ésa voz que le daba escalofríos de los buenos a Takemichi.

“Necesito... Hablar de negocios contigo, Takemichi.” Takemichi sabía que Akashi era un apellido. Pero respetaba que él no le quisiera dar su nombre, lo entendía perfectamente. Nunca preguntó después de que le haya dicho que no le gustaba su nombre y que prefería ser llamado por su apellido.

Se puso serio. Probablemente algún pedido de dulces o algo así. “Hubo unos problemas con el Chef que servía a mi rey. Ahora ya no está, y necesita comer. Pensé que tal vez podrías no sé, ¿Preparar Bentos? Tiene problemas para comer y... Tú eres el mejor Chef que conozco.” Takemichi soltó una risita.

Ignoró por completo que Akashi-san mencionó su rey. Solía hacerlo con frecuencia, incluso Takemichi creía que estaba enamorado de él. Cuando preguntó, los bonitos ojos del mayor brillaron cómo pocas veces hacían. Hablando de lo muy buen jefe que era su rey. Ahí lo entendió.

De hecho, siempre supo que Akashi-san no estaba muy estable que digamos. Pero no era peligroso. Era muy cariñoso y amable, así que jamás pensó que pedirle que se retirara o en tomarlo como una amenaza.

Ehm... Creo que sí, podré hacerlo. Aunque sabes que mis especialidades son los postres, no tanto las comidas. Pero puedo hacer el intento, tal vez a... a tu rey le gusten mis comidas.” Aún era complicado referirse de aquella forma a un simple tipo, pero Takemichi se esforzaba.

El mayor aplaudió, con una enorme sonrisa, que ya no ocultaba bajo su barbijo. Le aseguró a Takemichi que no le avergonzaban, ya no. Que en aquella ocasión lo tenía puesto porque iba en transporte público y la gente solía gritar cuando lo veía.

Takemichi se enojó mucho ese día. No entendía cómo podían ser tan irrespetuosos como para hacer tal desaire.

Claro, el azabache desconocía por completo que Akashi se refería a que gritaban al verlo cuando no estaba haciendo cosas muy legales. Detalles.

“¡No importa!, La comida de Takemichi es muy rica. Siento que ahora nada tiene sabor desde que probé tu comida.”

“¡Ayyy, exagerado!, ¡Me sonrojas!” Lloriqueó Takemichi, como era usual.

Akashi miraba con atención la heladera. “Esos Taiyakis... ¿Me los puedes vender? Así mi rey podrá probar un poco de tu sazón.” Takemichi se sintió un poco mal, pues para hacer su debut con el jefe de su amigo, no se le hacía tan especial una pequeña bolsa de taiyakis.

“Llévalos. La casa invita. Por cierto, ¿Hay algún tipo de menú que prefiera tu rey?” Akashi, siendo la faceta que casi nadie vió, hizo mohines de forma infantil. No le gustaba que Takemichi le regalara comida de forma tan linda, como si fuera un niño. Él tenía dinero para pagar, pero a Takemichi no le importaba.

“Nop. Que yo sepa. Y lo sé todo. Hablaremos de los precios... ¿Mañana, podría ser? El desayuno, vendré por él. ” Los enormes ojos de Takemichi se abrieron. Pero no dudó, dinero es dinero y, si Akashi-san se vestía como se vestía, —como un hombre muy rico— no podía ni imaginarse cómo sería su jefe.

Quería muchísimo al pelirosa, pero si le pedía trabajar cobraría lo que era sin descuentos, pues para empezar la comida no sería para el mayor.

Antes de irse, Akashi abrazó con ternura al menor, ayudándole a terminar el inventario y acompañándolo a su departamento, que era en la parte superior de su negocio. Algo pequeño y cómodo, perfecto para él y su gato.

Akashi miraba con insistencia su televisión. Probablemente quería ver películas y luego se quedaría a dormir. A Takemichi le agradaba la compañía, así que simplemente jaló al mayor al baño, donde le indicó bañarse y ponerse un pijama que tenía ahí de tanto que iba.

Parecían una pareja joven, y aquello hizo sonrojar a Takemichi mientras acomodaba la sala para una noche de películas.

Principalmente veían de caricaturas, pues a Takemichi le aterraban las de terror, incluso si eran tan malas que debían de dar risa. Akashi lo comprobó cuando vieron una muy extraña donde volaban tiburones y Takemichi se levantó esa noche llorando por pesadillas. Fue la última vez que vieron alguna de terror.

La bolsa de taiyakis que iba a ser llevada con el jefe de Akashi-san fue pronto puesta como botanas para su improvisada pijamada. Huevos, su gato, estaba muy campante robando un dulce en su cara mientras lo mordisqueaba adormilado.

Indignado, Takemichi lo quitó de ahí. Hizo un par de malteadas y pronto Akashi salió del baño.

Entre saltitos, Takemichi terminó todo y fue rápidamente hacia la sala donde su amigo ya estaba en HBO buscando una buena película para aquella noche.

Una noche de tantas que tuvieron, llenas de susurros y miradas cariñosas. Pero de las última que disfrutarían con la tranquilidad hasta ahora presente.

cherry cream || allxtakemichiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora