CAPÍTULO I: LA TORRE (Arcano Mayor)

1.2K 50 23
                                    

Capítulo I: LA TORRE (Arcano Mayor)

Nos cruzamos con un escenario de mucho cambio. Hay algo que ya no funciona y se debe replantear, a lo mejor un tercero en la relación.... Te estás encerrando en ti misma, pero está bien, comienzas a edificar esa nueva realidad, esa nueva tú...

Nuestra primera conversación fue sobre los tipos de amor que uno puede hallar a lo largo de la vida. Algo intenso para comenzar, pero equivalente a nosotros. Nos comentamos sobre los amores fugaces, los amores eternos, los amores sensoriales, los amores inconclusos, los amores platónicos, los amores artísticos... Su conocimiento en audiovisuales nos dio material para analizar, mi conocimiento en literatura igual.

Desde ese primer segundo esperé que formaramos parte de la segunda categoría. ¿Y cómo no hacerlo con esa capacidad innata que poseía de hacerme sonreír?

Los amores eternos se acompañan; claro que se aman, pero es algo que va más allá de un simple amor. Los amores eternos se vuelven familia; son esa pareja de ancianos que se hacen mimos en medio de un parque; son esos padres separados que se siguen sonriendo cuando van a una reunión escolar; son ese niño en el jardín que te regaló una florecita arrancada un 21 de septiembre.

—¿Y con Romeo fue así?— cuestionó.

—No. Siempre supe que esa clase de amor no se formaba de la nada. A pesar de ya conocernos no era lo mismo. No terminamos bien la última vez que nos vimos.

Así que allí estaba, caminando directo a mi amor sensorial, seguramente también algo platónico, pero no se trataba de un 50/50. Sí me iba erizar cuando me mirara, iba a imaginarlo de muchas formas comprometedoras, pero también iba a fantasear un poco con publicar nuestro propio libro de amor, ser los protagonistas que vuelven el amor una fantasía imposible para cualquier simple mortal. Algo así era el sueño frustrado de la escritora, soñando con miradas desconocidas, anónimas, en cuestión de segundos podría crear toda una historia de amor en sus brazos que acabaría en cuanto olvidara por completo esa forma en la que nos miramos.

Romeo estaba sentado junto a dos chicos, pero la luz del bar estaba directamente sobre él, como si toda la escenografía hubiese sido plantada específicamente para que él destacara. Siempre fui un poco de creer en la señales, en los números angelicales, en escuchar una canción por casualidad o en quedarte estancada en el chico que te conquistó con una mirada. O en la flecha de led roja del club que apuntaba directamente sobre su cabeza. ¿La luz y la flecha? Imposible que todo eso fuera puro azar.

Estaba algo avergonzada, siendo honesta, pero resultaba imposible que mis mejillas se volvieran aún más rojas de lo que ya estaban, por aquel trago que había compartido con amigas algunos minutos atrás. A lo mejor hasta tendría algo de sudor en mi nuca; nunca es recomendable llevar el cabello suelto a un bar, y eso ignorando el detalle de los depredadores... Pero para esa época ya no le temía a los monstruos.

Él por su parte se veía perfecto, reluciente, era un personaje digno de película. Su piel morena se veía radiante bajo las luces de aquel bar, sus rizos recortados intactos, su blanca sonrisa perfecta... Igual que la primera vez. De alguna patética forma aquel día yo le había agradado, y me perdí un poco en la historia cómo para saber quién se arriesgó a hablar primero. Pero ahí estábamos de nuevo, contemplándonos, como si no hubiese destrozado mi autoestima la última vez que lo hicimos.

Para cuando lo noté ya estábamos sonriendo y los chicos que lo acompañaban ya se habían esfumado.

—¿Viniste a ver a la banda?— indagó finalmente por lo alto. Yo aún no sabía si acercarme demasiado.

Reí. Evidentemente se iba a hacer el tonto y yo estaba tan sola que siquiera tenía ganas de pelear. A fin de cuentas fui quien se había acercado, quien le había sonreído primero algunos segundos atrás.

ÓsculoWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu