Él simplemente había entrado en llanto y no había parado desde que Jiyong había cruzado esa puerta con su maleta llena. Ahora era ya la media noche y estaba demasiado borracho para mantener los ojos abiertos. A esa hora, mientras se quedaba dormido, Jungkook murmuró todo el desastre con la voz ronca, rota y trémula. Le costó dormir y, aunque nadie lo habló, ambos notaron cómo Jungkook se despertaba en la noche, buscando a Jiyong entre sus almohadas y entre sus amigos.

Y así siguió durante casi una semana.

Cuando llegaron las fechas de exámenes, decidió que ya no podía seguir así. Jungkook estaba tomando una materia intersemestral tras haber recibido una beca y realmente no podía darse el gusto de perderla. No cuando era prácticamente gratis. No iba a perder una maldita beca por algo tan tonto como una ruptura. Ese no era él. Lo vieron llegar a la universidad un miércoles, vestido con su ropa pulcra, la maleta al hombro y una sonrisa que, por encima de todo, daba el atisbo de que las cosas no estaban tan mal. Jungkook había empezado a volver en sí. Se dedicó a estudiar y a salir con sus amigos hasta que su semblante se estabilizó y pudo recobrar su tranquilidad. Su esfuerzo no fue único, su grupo había puesto mucho empeño en ayudar a Jungkook a sobrevivir la ruptura. Lo habían sacado de su casa a cuantos planes se les pudo ocurrir. Iban a fiestas, partidos de fútbol, conciertos, lanzamientos de libros y tardes en ancianatos. Estaban obligándolo a mantenerse fuera de su burbuja a como diera lugar.

Jungkook no podía decir que todo había sido malo y estaba haciendo lo posible por no derrumbarse, él contaba con el apoyo de sus amigos y con una buena distracción entre todas las actividades de su universidad. Entre estas, estaba su clase intersemestral, donde conoció a un par de chicos bastante agradables, JungHoon, un chico del horario semipresencial de la carrera, y Jimin, el tutor. No es que él y Jimin hubieran generado una amistad, pero Jimin era realmente agradable, muy atento con él durante las sesiones y con una fluidez para mantener una conversación que resultaba platónicamente atractiva, hacía las clases bastante llevaderas. Con JungHoon, de alguna manera se habían encontrado con que ambos eran realmente fans de Iron Man y podían sentarse a hablar de cómics todo el día. No estaba nada mal. Por ello, cuando le invitaron al cumpleaños de Yugyeom, y le dijeron que JungHoon iba a estar y que podría llevar a sus amigos, se había apuntado inmediatamente. Si JungHoon y sus amigos, gente que había saludado un par de veces, realmente agradables y juguetones, iban a estar allí, pues estaba más que dispuesto a pasarse un rato, especialmente porque Yugyeom le agradaba y le parecía un buen plan para evitar llamar a Jiyong en la noche, considerando que una peligrosa botella de vodka le esperaba en casa para el fin de semana.

La noche llegó y Jungkook se enfundó en una falda negra de tubo y un crop top blanco de manga larga. A ella no le importaba si le hacían buena o mala figura, no necesitaba pensar en si le favorecían o no. El cabello, partido de lado y recogido en un listón, y un par de aretes de candonga lograron enmarcar su cara, potenciando esa mirada arrebatadora y enfatizada en un profundo maquillaje de ojos. Se sentía preciosa, magnética. Si su naturaleza le pedía verse bien ante todo, con el aura que le cobijaba en ese momento se sentía más allá de la elegancia, cerca de lo sublime.

Si ella se sentía preciosa, verla era un espectáculo magnificente. Incluso si no era convencionalmente bella y se salía de lo que era estéticamente normal, la seguridad que emanaba era más que suficiente para necesitar callarse y verla caminar, perderse un par de segundos en el vaivén de sus caderas, en esa descarada y cálida sonrisa con la que daba la bienvenida a todos. Ella no hipnotizaba, ella mesmerizaba, desorientaba e inducía en un ensueño tan profundo, que era como caer bajo el hechizo de una nigromántica perversa. Era ir gustosamente al talud y chocarse con el deber moral de dejar de verla.

De Jungkook se hablaba todo el tiempo. Era como una novedad. A todo el mundo le parecía extrañísimo verla llegar en falda, maquillada y peinada con bonitas cintas en el cabello; y otros días verlo entrar en hoodies, con la cara limpia y el cabello alborotado en un sensual me-acabo-de-levantar-luego-de-una-noche-sexy. A las mujeres les parecía ampliamente desagradable, o extrañamente tierno, siempre sonriente, dulce, agradable, de voz trémula y ojos brillantes. A los hombres les generaba una ambivalente sensación de asco y una calentura indecente. No había un modo de serle indiferente. Verla era arrollador. Así, tan arrolladora como era, generaba una necesidad de hablar. Todos necesitaban hablar de ella. Por eso, con esa necesidad, nada más entrar al lugar podía sentir a la gente hablar a sus espaldas. Parecía que zumbaban, comentando que había llegado sola, que la falda era muy corta, que el crop top mostraba mucha piel, que era una puta por saludar con un beso a Yugyeom, que su grupo de amigos era extraño, que era sexy, que no lo era, que se la follarían si fuera una mujer de verdad, que era un desperdicio de hombre. Hablaban y hablaban, regaban la noticia de la llegada de Jungkook como si fuese lo único importante en el mundo. Hablaron hasta el cansancio, hasta que no faltó nadie en esa sala que no supiera que Jeon Jungkook estaba en la fiesta, que iba con una falda de infarto, y que iba sin su novio. Qué puta.

Haven  |  JikookWhere stories live. Discover now