A finales de la era victoriana, Izuku Midoriya es sentenciado por un acto de sodomía. Ingresado a un reformatorio en Borgoña, un lugar famoso por sus campos de uvas; alejado de la luminosa París, decide arreglar su conducta retorcida para la socieda...
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Incomodidad. Fue el sentimiento que predominó cuando el padre Yagi se paró frente a la puerta 308 después de tomar el pase de lista. Aquel cuerpo musculoso vestido de sotana cubrió con su sombra a los dos chicos vestidos en pijama enseguida sus ojos azules se abrieron grandes para escudriñar a sus jóvenes feligreses. Katsuki e Izuku estaban de pie bajo el marco de la puerta, como de costumbre sus hombros chocaban el uno al otro y sus manos se rozaban como si sus dedos quisieran acariciarse. Era claro que la cercanía no les molestaba y mucho menos intentaban disimular que no estaban relacionados. El padre se tensó por lo explícito del asunto, aunque en realidad esa manera de pegarse al hombro del contrario era casi un reflejo que ninguno de ellos notaba que lo hacían.
—Había olvidado que ustedes eran... —El padre hizo una pausa para no ser tan directo y tosió aclarando su garganta —compañeros de habitación —terminó de decir mientras recordaba en cómo los atrapó besándose en la iglesia la noche anterior. Echando una mirada al fondo del cuarto, observó las sábanas arrugadas de sus camas y fue inevitable imaginar los escenarios impúdicos que dos jovencitos encerrados podían llevar a cabo.
No es que el padre jamás había visto dos hombres besándose, antes había oído muchas confesiones homosexuales y él mismo había tenido esas experiencias en su juventud, la incomodidad provenía de que se sentía responsable por aconsejar que Katsuki se enfocará en el amor y que su consejo inocente se haya torcido. Aceptó que las cosas se habían desviado de sus valores cristianos pero tampoco quería que ambos jóvenes se influenciaron por una mala interpretación donde enfocarse en el "amor" era igual a "follar" a lo loco. Como un buen sacerdote debía anteponer la castidad sobre la lujuria.
—Así que joven Bakugou y joven Midoriya, ustedes están ahora juntos —El padre Yagi hizo el ademán de unir las manos como si explicará a niños de tres años. Estaba abochornado por su agresiva reacción por el beso en su iglesia que quiso recuperar su confianza. —No es que apoye que ustedes estén... —El padre se trabó un poco y de nuevo hizo el ademán de juntar las manos. De verdad estaba intentando no rezar y sacarles el "diablo" —Mi creencia no acepta cierto tipo de prácticas pero todos somos hijos de la viña del señor ¿Y quién soy yo para lanzar la primera piedra, cierto?
Izuku alzó la vista y se sorprendió de la actitud del padre. Katsuki había tenido razón cuando dijo que al padre se le pasaría el enojo. Se dio cuenta que no siempre recibiría odio de los demás y sonrió levemente pero la sonrisa duró poco cuando el padre Yagi comenzó hablar más y más hasta llegar a un terreno fangoso.
—Sé que el ambiente es algo claustrofóbico y propicia ideas bochornosas —El padre les tocó un hombro a cada uno y ambos sintieron una presión —Y es obvio que ustedes están interesados en esas "prácticas" pero tal vez se den cuenta que en esas "prácticas" algo no "encaja bien"...
El padre Yagi hizo otro ademán en donde intentaba encajar sus dedos grandes con el hueco que formaba su otra mano en forma de puño. El rostro de Katsuki se volvió rojo al igual que el de Izuku. El hombre musculoso actuaba como una madre intentando dar una lección de sexo remplazando los nombres de los genitales con nombres de flores y abejas.
