5 | La casa de Amelia

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—Está bastante bien —miento.

Él me dedica una sonrisa sugerente.

—Lo sé. Gracias, nena.

—Si vuelves a llamarme así, voy a tirarte del coche en marcha.

Su mirada se tiñe de humor, lo que deja claro que solo lo ha dicho para hacerme enfadar. Tira el cigarrillo por la ventanilla y saca el mechero para encenderse otro.

—¿Fumas? —Me ofrece la cajetilla.

—Lo dejé hace años.

—Chica inteligente. —Se lo enciende, guarda el mechero y la cajetilla y da una calada—. No dejo de preguntarme cómo has acabado aquí —continúa—. No es que me queje, de todas formas. Hacía tiempo desde la última vez que nos visitó alguien tan... interesante.

No sé cómo tomarme eso, de modo que me limito a mirar por la ventanilla, hacia el paisaje invernal. He notado que en este pueblo las casas están muy alejadas unas de otras. De hecho, ni siquiera parece un «pueblo» de verdad. Sería difícil ir andando de un lado a otro sin congelarse.

—¿De qué hablabais Connor y tú ayer? —La pregunta de Luka me toma por sorpresa. Debe notar la confusión en mi rostro, ya que añade—: Os vi en la tienda.

Me da la sensación de que espera que critique a su hermano. Contra todo pronóstico, a mí no me apetece hacerlo. Connor será irritante y cuanto menos entrometido, pero no ha tenido más que palabras amables para mí desde que llegué.

No voy a ser injusta con él.

—Quería saber por qué he decidido volver —contesto, y no es mentira. Por algún motivo, tampoco me siento cómoda mencionándole el tema de la lista. Se lo achaco a que la idea en sí me parece una estupidez—. También me trajo vitaminas. Me dijo que las necesitaría.

—El bueno de Connor, ¿no? —masculla con ironía—. Siempre tan atento.

Lo miro de reojo.

—No parece que os llevéis muy bien.

—Nos llevamos bien. La mayor parte del tiempo. Pero no me gusta que me traten como a un juguete roto. —Aprieta ligeramente el volante entre los dedos—. Algo me dice que entenderás pronto a lo que me refiero.

Sí.

Creo que ya entiendo a lo que se refiere.

Me reacomodo inquieta en el asiento y busco cualquier manera de desviar la conversación.

—¿Él también está en tu banda?

Ha sido un intento penoso, pero es lo mejor que se me ocurre.

—¿Connor? No. —Luka sacude la cabeza. Al menos ahora parece más relajado—. La banda es cosa mía. De hecho, no ha venido a vernos tocar ni una sola vez. Está bastante ocupado con todo eso de la universidad a distancia, cosa que, por si te lo preguntabas, me parece una estupidez.

—¿Por qué es una estupidez?

—Porque podría haberse largado de aquí y no lo ha hecho. —Cuando se vuelve a mirarme, sus ojos me parecen tan severos como el otro día en el comedor—. No sé qué coño te habrán contado de este lugar, o si habrás venido solo para averiguar cómo era la vida de tu madre, pero, en cuanto lo descubras, sé lista y lárgate. No hay nada que hacer aquí. Amelia hizo bien en marcharse. Serías más feliz en cualquier otra parte del mundo.

Con eso damos la conversación por terminada.

Luka detiene el vehículo.

Hemos llegado.

Todos los lugares que mantuvimos en secreto | 31/01 EN LIBRERÍAS Where stories live. Discover now