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Se acercaba el baile de invierno y al pequeño Will le aterraba de solo pensarlo. Había una razón específica del por que le aterraba tanto, un solo nombre venía a su cabeza.
Kagome
La chica de la que se había enamorado desde que tenía memoria. Jamás se había atrevido a confesarse pero para todos los que lo rodeaban era bastante obvio que estaba perdidamente enamorado de ella, excepto para ella claro.
Diariamente recordaba las razones por las que se había enamorado de ella, era una chica tan dulce y perfecta en todos los aspectos. Todos sus amigos habían caído por ella de la misma manera que el, pero decidieron ocultarlo ya que no querían perder su amistad.
De alguna manera la chica se había vuelto parte fundamental de el grupo, sin ella, ellos probablemente se habrían separado. Siempre habían discusiones y ella estaba ahí para ayudarlos a arreglar sus diferencias de una manera pacífica.
Will sabía bien que lo que sentía no era solo un enamoramiento cualquiera, si no que podía admitir abiertamente que la amaba. Pero aún no tenía el coraje suficiente para eso y es por eso que ahora se encontraba en esa situación.
Aterrado de que algún chico la llevara a el baile. Ciertamente había sido estupido no invitarla desde el inicio. Incluso sus amigos querían invitarla pero al igual que el, ninguno tenía agallas para eso.
Y ahora se encontraban cada uno en sus hogares preparándose para el baile.
Cuando Will estuvo listo, partió hacía el lugar donde se llevaría acabo. Mientras su madre conducía, el pequeño se encontraba perdido en sus pensamientos. Habían sucedido tantas cosas que se le hacía tan raro la tranquilidad que había.
Un monstruo lo había poseído y ahora estaba bien. Sorpresivamente Kagome le había ayudado con eso, la chica poseía los poderes de una sacerdotisa lo cual permitió que ella purificara lo que había en su cuerpo. Salvándolo así de lo que pudo ser un destino fatal.
Para todos había sido una sorpresa el hecho de que la chica tuviera poderes, pero para el no. La azabache le había compartido el secreto desde muy pequeños. Pensó que le había contado a los demás también, pero no había sido así. Lo que le dio esperanzas ya que significaba que confiaba más en el que en los demás.
No pudo evitar esbozar una sonrisa boba de solo pensar en ella.
— Ya llegamos — habló su madre quien se estacionaba.
El joven Will salió de sus pensamientos y bajó de el auto. Su madre no pudo evitar sonreír ante lo guapo que lucía su pequeño.
— Eres tan guapo cariño — dijo cariñosamente mientras lo observaba — Ahora ve por ella — le alentó.
