9. Derecho de piso (2)

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Zeta contempló el reloj con detenimiento y empezó a notar que tanto Maga, como la mujer detrás de mostrador, y cada habitante que deambulaba por las cercanías del depósito, tenían uno en su poder.

El dispositivo era sencillo de identificar, contaba con un aro de luz LED que abrazaba la pantalla, creando una aureola rojiza que, como si fuesen pequeños soles personales, se reflejaban en las superficies lisas cercanas a ellos.

También recordó que el de Samantha, por alguna razón, no brillaba como estos.

—¿Cómo sería eso? —continuó Rex.

—Bueno, lo entenderás cuando te explique sobre los trabajos que podemos realizar aquí como miembros de la nación y el tipo de divisa que manejamos —explicó Maga, con el codo apoyado en el mostrador—. Por el momento. ¿Por qué no se lo colocan?

Sin dilatar más el momento, Zeta y Rex hicieron lo propio y se colocaron los relojes.

—Estiren sus manos hacia mí, queridos —dijo Magda. Tenía una especie de destornillador especial en la mano con una punta en estrella que utilizó para ajustar las mayas a la medida de los chicos y trabar un mecanismo—. Bueno, espero que se vayan acostumbrando a la idea de que estos trastos son parte de ustedes. Porque no van a poder volver a quitarlos.

—¿Qué...? —preguntó Zeta.

—No te preocupes. —Maga le guiñó el ojo, divertida—. Ya verás por qué.

De repente, ambos relojes se encendieron. El aro de luz empezó a parpadear consecutivamente, luego se detuvo durante unos segundos, creando una breve brecha de oscuridad en el aro, y seguido de ello, empezó a girar lentamente en sentido horario.

Luego de unos segundos, el aro volvió a iluminarse por completo y el centro de la pantalla se iluminó con un haz verde. Pasó exactamente lo mismo con el reloj de Rex.

—¡Genial! —dijo Maga, aplaudiendo—. ¡Eso significa que no están infectados! Aunque dudo que hubiesen podido ingresar si lo estaban en primer lugar.

—¿Qué? ¿Esto puede saber si estamos infectados?

—¡Sip! —contestó ella—. Es por esa razón que se exige tenerlo puesto siempre. Es una excelente medida de seguridad. Verán, si alguien que sea miembro de la nación, por alguna razón llega a infectarse, el reloj lo detectará, el aro led se apagará y el interior de la pantalla se iluminará totalmente en rojo. ¡Y no solo eso! También, los relojes que están alrededor recibirán una alerta instantánea y enviará una ubicación en el mapa de esa persona infectada. —Asintió con aires de satisfacción—. Sí, por si se lo preguntaban, también tienen un mapa de la ciudad completa en sus relojes.

—¿Me estás jod...? —balbuceó Rex—. ¿En serio? ¿Cómo...? ¿Cómo es esto posible? ¡Es muy futurista!

—El futuro es hoy, viejo —bromeó Maga, divertida—. Ya se los dije. Syna es quien los produce. Sin ellos esto no sería posible para un grupo, no importa lo bien asentado que esté. Lo que es un poco triste, porque también hay muchos refugios afuera que no cuentan con todas las facilidades que se le da a naciones como Escarlata o Áurea, y tienen que valerse por sí mismos en un mundo completamente hostil. —Luego observó de nuevo a los chicos y sonrió—. Bueno. De eso no puedo hablarles. Ustedes vienen de afuera, lo sabrán mejor que nadie.

Mientras la muchacha continuaba con las explicaciones pertinentes, ambos, tan emocionados como niños con juguetes nuevos, empezaron a toquetear sus relojes.

La pantalla táctil era increíblemente sensible y fácil de usar, lo que hacía que la navegación por las diferentes funciones fuera muy intuitiva. Además, Maga les explicó que los relojes tenían una batería de larga duración que permitía que se empleen durante semana o semana y media sin necesidad de cargarlos constantemente.

Zeta: El señor de los Zombis (Reboot)Where stories live. Discover now