CAPÍTULO 15

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No percibí que me encontraba en el bosque hasta que el sonido de los búhos que habitaban en las ramas de aquel lugar llegó a mis oídos. Era incluso más oscuro de lo que recordaba. Una especie de neblina cubría toda mi visión de un espeso color rojo. El aire de aquel sitio era distinto, respiraba con gran esfuerzo, cuando normalmente no necesitaba apenas esmerarme en conseguir aliento. Pero aún así, el oxígeno que entraba a mis pulmones parecía sucio, casi putrefacto.

Me sentí sola y abandonada por gente que ni siquiera había tenido nunca a mi lado. Observé cada recoveco que mis ojos iban alcanzando a medida que lograba reunir una imagen de trescientos sesenta grados de la estancia que me rodeaba.
Definitivamente era la única que me encontraba allí. No pude evitar sentirme minúscula y temer por lo que pudiera ocurrir a continuación. Mis sentidos se acentuaron al percibir el peligro. Cada sonido, cada color, cada olor, lo percibía con mayor rapidez gracias a la adrenalina del momento.

No, no, no. No podía ser, aquello no podía ser real. ¿Estaba siendo consciente de una pesadilla? Pero... pareciera que estuviera allí, en ese instante. Mis pies se amoldaban al terreno de la misma manera que lo habían hecho antes. Todo era tan... Tan creíble.
Estaba rodeada de inmensos árboles negros. La luz azulada de la Luna se proyectaba de forma directa en mi rostro, apartando el color rojizo de todo mi cuerpo.

Unas voces en mi mente comenzaron a susurrar cosas inteligibles y yo empecé a encontrarme más aterrada de lo que ya estaba. Podía notar cómo mi corazón amenazaba con salirse de mí.
Al principio esas voces no fueron más que simples cosquilleos, por lo que pensé que quizás era mi imaginación; la forma en la que mi mente me traicionaba, una vez más.
Sin embargo, después, esas voces aumentaron de volumen hasta terminar gritando desesperadamente.
Tapé mis orejas con fuerza, más el ruido no provenía de afuera, sino que habitaba dentro de mi cuerpo.
Asustada, apoyé las rodillas sobre la tierra y agité la cabeza. Mi respiración aceleraba sin control.

¿Qué debía hacer? ¿Dónde estaba Sam? ¿De verdad estaba soñando? ¿Iba a terminar así? ¿Después de tanto escapar, sería yo misma la que escribiría mi final?

—¡PARAD! ¡Parad por favor!—les imploré. Estaba al borde del llanto.

Estas no se callaron y siguieron taladrándome hasta que no pude más, entonces, en ese justo momento, pasó algo inesperado.
Conseguí cerrar mis ojos cuando cada centímetro de mi piel estuvo en contacto con la hierba fría. Quedé inconsciente, con mi mente completamente en blanco, cubierta por esa misma neblina que había encapotado el bosque. Ahora era incapaz de razonar, psicológicamente no estaba en ningún lugar, mi alma se encontraba volando hacia una estrella lejana...
Pero... Justo en ese ahí la vi. Vi una cuerpo incandescente que jugaba a ser perseguida por mi vista. Sus colores eran brillantes, eran... Buenos. No sabría decir por qué, pero en el fondo comprendía que aquella luz quería enseñarme algo, debía seguirla.
Empecé por intentar recomponerme de nuevo. Mis brazos volvieron a entrar en calor y a ser útiles otra vez. Los usé para impulsarme y erguirme. Alargué un paso, y así uno detrás de otro hasta que todos los árboles comenzaron a desaparecer y sólo habitó la negrura. Más ya no me sentía sola, aquella luz me ayudaba, aquella llama me daba calidez y provocaba calma en mi interior.
Perseguí a la chispa resplandeciente hasta la salida de un túnel, esperando encontrar la luz total mientras las voces se hacían más presentes cada vez que me acercaba al final de aquel trayecto.
Ahora más tranquila, y aún sin saber cómo, capté unas ondas exteriores a mis pensamientos.

—¿Qué haces?—preguntó alguien invisible. Su tono era suave y tranquilo. Fui capaz de interpretarlo como señal de inteligencia. Algo me decía que así era.

—¿Puedes oírme?—cuestioné en alto, pero nadie respondió.

—Lo mismo que hice con nuestra hermana.

Los peligros de confiar #1Where stories live. Discover now