CAPÍTULO 2

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Después de un rato ya estaba en la cama. Las sábanas eran muy suaves y olían a suavizante, dejé que estas me envolvieran con su comodidad. Como todas las noches, cogí mi libro de la semana y me sumergí en la historia. Unos minutos más tarde mi visión ya estaba borrosa, pero no tanto como para no percibir una sombra negra de reojo. Lorena estaba mirándome fijamente. Cuando se dio cuenta de que la había pillado, fingió que desviaba sus ojos hacia otro lado.

—¿Qué haces? ¿No puedes dormir o qué?—a veces era fría con Lorena, era consciente de que no podía justificarlo, pero gracias a la ausencia por parte paterna, ella siempre me había tratado como a alguien frágil. Al principio no estaba mal, me consentía y estaba más pendiente de mí, pero después de un tiempo la impotencia comenzó a estar presente. Sentía que si me trataban de esa manera era porque realmente era débil. Algo instintivo me impulsó a parecer lo contrario. Todo el mundo sabe que las personas con fortaleza mental son más difíciles de destruir. Por lo que opté por mostrarme impasible y ocultar mis sentimientos.

Lorena negó con la cabeza.

—No, es que simplemente me gusta observarte cuando lees—a lo mejor a ella esto le parecía una respuesta normal, pero a mí me pareció raro. Fruncí el entrecejo.

—¿Te encuentras bien?

Eso le arrancó una sonrisa.

—Cuando lees se te ve feliz, me encanta verte feliz—mi tía estaba siendo sincera, lo notaba. Aquel brillo era inconfundible.

—No sé, me gusta leer—me defendí levantado los hombros. Para mí leer significaba poder vivir mil vidas sin separarme de este plano. El problema era que la razón por la que hacía eso era para evadir la mía.

—¿Y por qué?—preguntó sin rodeos.

—¿Por qué?— solté un bufido como si no me creyera lo que acababa de decir—Porque todo lo que no es posible aquí—señalé al suelo—, en la vida real, lo es allí—indiqué el libro—. Leer es como soñar, pero teniendo un guión.

—¿Te gusta leer porque no tienes que imaginarte la historia que quieres soñar? ¿Porque te dan una pauta para seguir?—soltó confusa—Sabía que eras perezosa, pero no me esperaba que tanto.

—¿Qué? ¡No! No tiene que ver con eso, lo que quería decir es que simplemente leer es como desconectarse de la realidad, y resulta muy reconfortante cuando estás harta de ella—se me escapó sin querer, pero ya era tarde para rectificar.

—A veces me pregunto si debería llevarte a un psicólogo...—dijo con las cejas extremadamente levantadas.

Dicho eso, me espetó un beso en la frente y salió de la habitación en dirección a la suya. Yo seguí leyendo hasta que no me di cuenta de qué palabras eran las que mis ojos perseguían.


Me desperté alterada por el horroroso ruido del despertador. Los números 7:00 brillaban en color rojo por debajo de la palabra "lunes".

Me vestí con un pantalón ancho color verde oscuro y para la parte superior utilicé un jersey blanco. Para comenzar la semana de buena manera necesitaba sentirme cómoda. Usé máscara de pestañas y luego tapé mis ojeras con un poco de corrector, después hidraté mis labios con vaselina y los coloreé con un suave rosado. Cogí mi mochila y metí los libros necesarios. Colgué el asa de la mochila sobre mi hombro izquierdo y con la mano derecha agarré el móvil.

Iba de camino a la cocina para desayunar. Cuando llegué , la mesa no estaba con tortitas como todos los lunes. Estaba vacía ¿Cómo era posible? Lorena se encargaba del desayuno, y nunca se quedaba dormida, según ella tenía un sexto sentido que le indicaba siempre las seis de la mañana. Me puse tensa, ¿y si le había pasado algo? De pronto me dio un subidón de adrenalina y corrí a su habitación. Probablemente era un acto exagerado, pero intuía que algo malo había ocurrido.

Los peligros de confiar #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora