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Las fotografías de mariposas sin vida y flores marchitas habían llenado las paredes de mi habitación como un virus propagándose por mi cuerpo.

Habían sido casi dos años de colgar aquellas imágenes una por una en cada espacio blanco que había en mi cuarto. Probablemente la razón principal por las que había empezado a tomar aquellas fotografías y dejarlas allí era porque me había parecido la única manera de día tras día recordarme como se veía la muerte y recordarme de que yo si seguía viva.

Aunque si era sincera conmigo misma, la mayoría de veces me sentía como una más de aquellas imágenes.

Y ahora que estaba frente a ellas con la mayoría de mis pertenencias en una maleta me había dado cuenta que quizá había encontrado algo de seguridad en verlas todos los días, como si fueran un recordatorio de lo horrible que era la muerte y eso, a su vez, me ayudara a sentirme un poco más viva. Desde hacía casi dos años todos los días de mi vida se habían basado en despertar, trabajar, comer y volver a mi habitación, y al contrario de lo que muchos pensarían había algo en repetir la misma rutina todos los días que me hacía sentir segura, como tomar la misma ruta todos los días sin miedo a perderte y no encontrar el camino de nuevo.

Así que mientras observaba la fotografía de mi hermana en la pared me preguntaba si era demasiado tarde aun para desempacar y quedarme, al final solo iba por la promesa que le habia hecho a Jayce hace unas semanas de acompañarlo y ver si volvia a disfrutar de la fotografia.

-¡Leila! ¡Voy a irme sin ti si no te apresuras! ¡Siempre salimos tarde por tu culpa!

Escuche a Jayce gritar desde la sala de tal forma que creo que todos los vecinos se han enterado de mi pequeño gran problema con la puntualidad. Antes de siquiera poder responderle ya estaba asomándose por la puerta de mi habitación con la frente arrugada como siempre que saliamos tarde por mi culpa.

-¿Se puede saber porque estas tardando tanto? ¿No habías hecho tus maletas ayer? ¿Necesitas ayuda con eso?

Señalo mi mano derecha y yo baje la mirada para ver las vendas que rodeaban la misma en la muñeca. Ya habían pasado unas semanas desde que me había esguinzado y ya casi no sentía dolor, sin embargo, al recordar el momento en que me había lastimado trate de que no se me formara un nudo en la garganta antes de contestar.

-Las maletas ya están hechas, no es eso -murmure algo bajo-. No estoy segura de si acompañarte sea lo mejor, Jayce. Sabes llevas mucho tiempo entusiasmado con este proyecto y no quiero que tengas que estar preocupándote por mí o corrigiendo si hago algo mal o si...

-Hey, Leila -se acerco a mi para acariciar mi cabello con una pequeña sonrisa. Sabía que le había prometido ir con él, estaba comprometida a acompañarlo. Pero hacia ya tiempo que salir de casa había dejado de gustarme, específicamente desde que se fue mi hermana.

-Sé que es difícil, es un gran cambio pero será bueno, especialmente para ti. Y no voy a tener que corregirte nada, Leila. No hay nadie que sepa manejar una cámara tanto como tú y por eso quiero que estés ahí trabajando a mi lado ¿Si? Te prometo que todo irá bien.

-¿Cómo estás tan seguro de eso? -Dije aun insegura mientras apretaba la maleta entre mis brazos. Jayce trabajaba como director desde hace muchos años en proyectos pequeños como grandes, pero sin duda sabia que este era especial para el, lo sabia porque hace mucho tiempo no lo veia sonreir tan entusiasmado como lo hacia cada que mencionaba el documental que estaba por dirigir al otro lado del pais.

-Soy dios, yo lo sé todo -dijo en un tono burlón mientras apretaba mis mejillas con sus dedos-. Además el gran niñero Jayce estará ahí para cuidar a la pequeña niñita de veintidós añitos.

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