7. Cruce de caminos (1)

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Antes de que el mundo se fuera al carajo, y durante una gran parte de su vida, había sufrido constantes burlas por ser siempre la más pequeña en estatura en sus grupo de amistades, por lo que desde niña había optado por conservar una expresión facial impasible.

Por mucho tiempo se dedicó a ejercer el profesorado de educación física, cultivando una figura destacable, y eso se notaba cuando manipulaba las armas más grandes y pesadas como el rifle Barrett que se balanceaba en su espalda.

A pesar de que ahora el mundo que la rodeaba estaba en ruinas, Anna siempre parecía mantenerse enfocada, serena y con sus emociones bajo constante y riguroso control. No era una chica de expresarse mucho, porque sencillamente, ya no era capaz de hacerlo. No después de un trágico evento de su pasado que prefería mantener oculto como uno de sus mayores y más profundos secretos.

Finalmente, se dejó caer en el tramo final y flexionó sus rodillas al aterrizar. Su Barrett chasqueó un poco en su espalda en la caída, pero ya se encontraba en suelo firme, en una callejuela angosta con ambas salidas laterales bloqueadas por una inmensa pila de escombros de un lado, y un camión atravesado y volcado en el otro.

Ella se metió por la abertura del muro que tenía en frente que conectaba a un estacionamiento amplio. Si recordaba bien las indicaciones de Franco, tenía que llegar al piso tres.

«—Escucha, Ocampo. Solo disponemos de una motocicleta, que se llevará Samantha porque su torre se encuentra más alejada. Nosotros te trasladaremos a tu posición de tiro en la camioneta y, si tenemos éxito, la ciudad estará muy descontrolada y dudo que podamos volver a buscarte, así que tendrás que volver tú sola. No te preocupes, ya preparamos tu vehículo de escape. Es un cuatriciclo muy potente que está estacionado en la planta número dos. ¿Está bien?».

Chasqueó los dedos al recordarlo. Era la planta dos, no la tres. Llegó a una puerta de metal y la empujó con fuerza, haciendo que chirriara sobre sus goznes oxidados. En el interior, encontró una escalera de caracol que subía hacia la cima del edificio, rodeada de paredes desconchadas y salpicadas de graffiti.

Cuando llegó a la segunda planta, volvió a cruzar otra puerta igual de pesada que la anterior y encontró el cuatriciclo asentado en un espacio vacío justo frente a ella. Anna se detuvo por un segundo para contemplar la panorámica de una avenida extensa y ancha que se dibujaba ante sus oscuros ojos avellana.

El sol se ocultaba tras un edificio lejano, bañando todo en un resplandor anaranjado. La avenida principal se extendía hasta donde alcanzaba la vista, flanqueada por edificios destruidos y alineada con escombros.

El escenario allá abajo era caótico, como poco. Jamás había visto tal cantidad de criaturas juntas, desenfrenadas y fuera de control. Arrasaban con todo a su paso, sin un objetivo o una presa en mente, como solían hacerlo, sino tomando todo lo que tenían a mano y golpeándolo con ferocidad y violencia.

Sin percatarse de lo hipnótico que resultaba aquella imagen que se desplegaba debajo de ella, Anna permaneció inmóvil, contemplando, con la mirada perdida, la destrucción desatada por aquellos monstruos durante un rato largo.

Hasta que de repente, interrumpiendo el hechizo que la mantenía absorta, percibió algo a la distancia.

Era una motocicleta que zigzagueaba entre la horda. ¿Supervivientes? ¿Quizás de la nación? No podía saberlo con seguridad, pero tampoco podía quedarse de brazos cruzados. Menos cuando notó que uno de sus principales persecutores era, lo que ellos conocían, como «Demoledor», o su nombre más popular...

«Titán».

Sujetó la correa que cruzaba por su pecho, y de su espalda, su fusil Barrett terminó en un movimiento ágil entre sus manos. No tenía tiempo de encender el dispositivo láser, se colocó en posición, apuntó hacia el frente, situó la cruceta de la mira a la cabeza del titán, detuvo la respiración...

Y disparó.

No le hacía falta continuar mirando, sabía que había acertado y eso le brindaría un poco más de tiempo a aquellos supervivientes. Tenía que alertar al resto cuanto antes. Porque aunque ella pudiese deshacerse del titán, la avenida se encontraba demasiado colapsada de criaturas.

Llevó su dedo a su reloj táctico, abrió el mapa de la ciudad, y marcó un punto de interés.

*****

Los relojes de Urso, Franco y de Samantha vibraron y parpadearon al unísono. Todos observaron con curiosidad manifiesta mientras continuaban su retorno a la nación.

—Es una alerta de Anna... —dijo Samantha, estirando su torso hacia delante y visiblemente preocupada—. ¿Le habrá pasado algo?

—Carajo... —espetó Franco—. Parece que está pidiendo ayuda. ¡Urso! ¡Vamos a...!

No pudo terminar de dar la orden. Las ruedas de la Tundra azul derraparon y la dirección de trayectoria cambió hacia el lado opuesto, atropellando a algunos zombis en la maniobra.

—¡Ya estoy en ello, Brandon! —espetó Urso, azotando el acelerador con su pie—. ¿La alerta es en el cruce de caminos de la avenida Libertad?

—Libertad y Paz, para ser exactos —dijo Franco volviendo a chequear el mapa en su reloj.

—¡Bien! ¡Ustedes dos prepárense para la guerra! —espetó Urso. Samantha cumplió sin perder tiempo y abrió la rejilla lateral que contenía las armas más poderosas que habían traído—. ¡La chiquilla nos necesita!

Zeta: El señor de los Zombis (Reboot)Where stories live. Discover now