2. Punto letal (2)

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—Está muerto, tranquilo —dijo ella—. Caso contrario estaría haciendo mucho más ruido.

—¿Cómo lo mataste sin verlo? —preguntó él.

—Bueno... imagino que sabes sobre sus puntos letales.

—¿Sus qué...? ¿Su corazón?

—Sí, eso. Nosotros le decimos puntos letales. Como sea, por lo general, la mayoría los tiene en el pecho, en la boca del estómago, o en el abdomen. Así que hice mi tirada de suerte con las navajas y me fue bien. Al menos al tercer intento.

—¿Solo tres intentos? Si me lo preguntas eso es demasiada «suerte». No siempre es así... —refutó él con seguridad—. Esta mañana asesiné a uno que tenía el corazón en una parte de su cuello. No siempre están en la zona media.

—Pero... —Ella alzó un dedo al cielo y sonrió. Parecía que esperaba esa sentencia de su parte—. En ese caso son visibles y sencillas de identificar. Cuando están escondidas dentro del cuerpo, hay una muy jugosa posibilidad de que sea en esos tres sitios que te mencioné. Créeme. Lo estuve probando los últimos dos meses y voy de racha.

Junior se tomó un momento para contemplar el cadáver. Lo cierto es que los ruidos que había escuchado en su habitación habían sido de golpes fuertes. Uno era evidente que lo podía atribuir a la caída de la criatura.

Chequeó la puerta: estaba abierta y parecía haber sido forzada. Quizás por esa chica. Así que el primer sonido probablemente se debiese a ese forcejeo. Más allá de eso, jamás escuchó un solo disparo. Así que, quizás, no le estaba mintiendo, pero todavía había algo que no cuadraba en lo absoluto...

—Muy bien. Vamos al centro del tornado. ¿A qué has venido? —preguntó él con una mirada tajante y fría—. ¿Qué quieres de mí? ¿Comer? ¿Robar? ¿Matar?

—Oh, no. Solo quería ayudar.

Él sonrió, incrédulo.

—¿Ah? ¿De verdad? ¿Entonces si te pido que te vayas no te inventarás ninguna excusa y te marcharas?

—Si es lo que quieres... —dijo ella, apenas podía guardarse una sonrisita que esperaba el remate de su oración—, pero si lo haces quizás te arrepientas.

—Oh, no me digas. Imagino que serás quien me esclarezca las cosas. ¿No?

—Ah, ya no lo sé —dijo ella divertida—. Ahora como que se me fueron las ganas. No me gustan las personas irónicas.

—Perfecto, entonces terminemos este teatro de una vez. Porque hay algo que no me cuadra con tu historia... —dijo Junior. En ese segundo, pudo notar en los ojos esmeralda de la muchacha un esbozo sutil de asombro. Ya la tenía—. ¿Por qué ese zombi entraría aquí en primer lugar? Por cómo lo veo, viste mi caravana, y quisiste entrar a la fuerza para intentar robarme. No lo juzgo, sé cómo es el mundo ahora. Entonces un zombi te siguió, te defendiste, pero hiciste mucho ruido y me despertaste. Así que fin del juego, chica.

La jovencita suspiró, hizo un paso al costado y señaló a la ventana que daba hacia el conductor.

—Entró por ahí, lo vi desde afuera arrastrándose para pasar por la ventana. ¿Sabes cuándo los zombis dejan de vagar y empiezan a sortear obstáculos? Cuando persiguen comida. Tu ventana estaba rota y sintió el olor de la sopa que sobraba en tu cacerola, así que se metió aquí. Si enciendes todas las luces podrás ver el rastro de sangre que dejó en el asiento del conductor —dijo y se cruzó de brazos—. Como te dije. Yo llegué después, te salvé de un susto de infarto y una posible y espantosa muerte. De nada... chico —enfatizó en la última palabra.

Junior arrugó el entrecejo.

—¿La sopa? Pero los zombis no comen sopa... —refutó, ahora no estaba tan seguro como antes y su voz lo demostraba.

Zeta: El señor de los Zombis (Reboot)Where stories live. Discover now