Historia de un último beso

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Loitsche es un pequeño poblado de no más de setecientas personas, dos menos desde que Tom y yo salimos de él. No tenía nada de particular, claro, siempre que obviaras las enormes dunas de potasio de Zielitz que se veían desde todo el pueblo. Tenía un campo de futbol, un pequeño parque en la zona central decorado con unos abrevaderos de lo más pintorescos, muchos caminos rurales que te llevaban de una parcela a otra sin posibilidad de perdida. Algunas casas tenían piscina y sus propietarios disfrutaban de ella en el verano, los demás metíamos los pies en el río siempre que resistiéramos la temperatura del agua. Loitsche era un sitio agradable para desconectar del mundo, pero estar constantemente en un sitio tan pequeño resultaba agotador.

Pero como ahora se acercaban otros tiempos con la banda, me había animado a venir. Pronto estaríamos llenos de luces, entrevistas, sonrisas y trabajo. Para algunos un mes parecía mucho, pero cuando sabías que dormirías poco, que deberías prepararte a diario para dar la mejor de las impresiones y que jamás debías mostrar tu real estado de ánimo ante una cámara; un mes era como un día. Suspiré; disfrutaba la música, desde luego que lo hacía, era mi razón personal de existir, pero a veces el precio que había que pagar por ella era bastante alto.

Así que decidí visitar a la abuela, una parte de mí necesitaba la calma que encontraba en aquella casa conocida y amada de la infancia. Loitsche tenía poco que ofrecerme, pero la casa de mi abuela era un refugio al que siempre regresaría aunque sólo fuese por unas horas.

Al entrar en el pueblo, y justo antes de dar un giro que me llevaría directo a mi destino, visualicé la arboleda que había de camino al río. Muchas cosas podían cambiar en ocho años pero esa arboleda seguía igual. No había vuelto a caminar por ese sendero desde que me marché. Noté la nostalgia de algún recuerdo enterrado, intentando abrirse paso desde mi pecho.

—¿Qué podría pasar? —dije en voz alta. Después de todo ya no era el chiquillo que había dejado Alemania, huyendo de la persecución de los fans; además, nadie sabía que estaba aquí.

Detuve el coche junto al camino de tierra que había a un lado a los árboles. Bajé y miré tras de mí por si alguien había descubierto mi presencia, los escasos coches circulaban por las vías principales y nadie parecía haberme notado. Era un día entre semana y eso ayudaba mucho a mi anonimato.

Recorrí el sendero con calma, con las manos metidas en los bolsillos como hice tantas veces en la adolescencia. Caminé aplastando la tierra blanquecina, escuchándola quejarse bajo mis pies. Me encontré con unas mesas de madera en medio de un claro, en más de una oportunidad las habíamos ocupamos con la abuela al venir al río. Ella nos preparaba algo de comer, mientras Tom y yo jugábamos. Más allá se divisaba el espeso verde de unos cuantos árboles, que nos habían servido de refugio cuando no queríamos que los adultos nos descubriesen. Me sentí atraído hasta ese sitio como si los recuerdos funcionaran de imanes. Las primeras sombras de los árboles me trasladaron a un momento lejano de mi vida. Quién diría que con apenas veinticuatro años creyese que mi historia era tan extensa.

Me cobijé entre el verdor, apoyando la espalda contra un tronco. El murmullo del río se mezclaba con el sonido lejano de algún coche que rompía la tranquilidad cada tantos minutos. Así era Loitsche, cadencioso y silente. Agónico y casi moribundo, pero muy a mi pesar, y aunque en años anteriores pensase que no valía nada, era el sitio en el que había crecido.

Al murmullo del río y el paso alejado de los coches se le sumó el sonido de unos pasos, por un momento temí que alguien me hubiese descubierto y viniese en busca de una exclusiva: "Bill Kaulitz visita su antiguo hogar", o "Bill Kaulitz, infeliz en Los Angeles, vuelve a su hogar", o peor aún "Bill Kaulitz, escapa de la vida nocturna, las drogas y el alcohol, refugiándose en su antiguo hogar". Lo triste es que el último titular sería el más utilizado.

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⏰ Última actualización: Aug 06, 2015 ⏰

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