Capítulo IV. Sin mirar atrás.

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Con brisa fresca, un sonido natural melodioso y un cielo completamente estrellado y lleno de luz la noche se presentó en todo Calidenid, algo digno de elogio y acorde a la velada que se llevaría el día de hoy en la capital de aquel gran Imperio.

Todo habitante de Calidenid tenía algo por qué para festejar, muchos debido al regreso casi sin bajas de las campañas y por la emoción de tener nuevamente a sus seres queridos vivos y casi sin daños, otros tenían la voluntad de celebrar por la gloria del imperio al acabar con tales criaturas que habían comenzado a aparecer desde años atrás en las zonas fronterizas del imperio y otros, especialmente la realeza y nobleza del imperio, debido a que hoy verían como las más bellas joyas de sus casas salían a formar parte de la sociedad. Siendo este un evento muy aclamado.

Lo que nos llevaba a este momento, donde la música había llenado varias calles de la ciudad, guardias que protegían la integridad de los habitantes del imperio y con ello la vida comenzaba a dar luz al centro del imperio, un lugar que se llenó de más ruido y alegría con el desfile que estaban teniendo los soldados de la casa imperial, quienes fueron los primeros de dar inicio al famoso debut imperial.

Un desfile que pudo ser apreciado desde el balcón de Marinette a pesar de la larga distancia que había. Una bella joven que brillaba como la luna misma al ser rodeada de estrellas que buscaban su luz, Marinette estaba más que hermosa, era un ángel que irradiaba luz, inocencia y pureza, de blanco y azul, ataviada de joyas de daban hermosos contrastes con sus piedras celestres que tenía como ojos y piel maravillosa como la vista y textura de una nube.

Ella miraba como aquel desfile daba inicio con la guardia imperial, seguido de estos estaban los grandes ducados que conformaban el imperio, así hasta que fuera turno del ducado central, el ducado de sus padres.

Su puerta se abrió y cerró rápidamente, Alondra que venía apresurada hizo que Marinette riera, más aún por el espectáculo que le había ofrecido su nana

—Yo ya estoy vieja para estas andanzas, niña, en el futuro te escapas tu sola.

Marinette rio fuertemente siendo vista furiosamente por su nana.

—Querida nana —alegó riendo—, tienes más vitalidad de muchas de las señoritas que hoy se presentaran en el debut, incluso yo quisiera cambiar mis huesos por los tuyos.

Marinette sabía que su nana era muy saludable, mucho más de lo que una mujer de esa edad debería ser, por eso fue como si le tiraran un balde de agua fría el enterarse que esta había muerto por una gripe severa. Ella recordaba la vitalidad y energía de su nana, era un misterio como tuvo aquella enfermedad tan rara, aun así, en esta vida ni ella, ni su abuelo y ni siquiera su nana morirían.

Vivirían tantos años como pudieran, ella lograría hacerlo.

—Todo está listo nana, padre ya mismo debe estar por llamarme a la sala. Apenas salgan todo iniciara, ¿estás lista?

Alondra miró a su pequeña cría y se abrumó por como notaba a Marinette, la Marinette que había conocido estaba ahí, pero un día esta despertó y se negó por completo a debutar, fue tan rápido que hasta ahora estaba sorprendida.

—Yo debería preguntar eso ¿estás segura? ¿estás lista? —cuestionó la mujer—. Cuando salgamos de esta ciudad tendremos a todo el ejército de tu padre buscándonos mi niña, sin contar que le romperás el corazón a tus padres sin compasión.

Una sonrisa tan pura y sublime llegó a los ojos viejos de Alondra. Era una sonrisa que mostraba el tumulto de emociones que sentía aquella joven-niña de ojos azules.

—Estoy más que lista.

Asintiendo, ambas mujeres comenzaron a dejar todo listo, entre esos preparativos estaban listos un arma de emergencia, sus dos valijas y un bolso lo suficientemente óptimo para cada una de sus pertenecías más importantes.

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