Capítulo 2

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Caímos sobre césped, en el jardín de una ermita fuera de la ciudad. Frente al edificio, una joven nos miraba con asco y nos hizo señas para que entremos. Supuse que era sacerdotisa por su largo vestido amarillo y las runas tatuadas en su rostro. Eren intentó quitarme el bolso y lo alejé con un rápido golpe en su cara pero sentí como mi cuerpo se endureció y pronto ambos quedamos inmóviles.

—Dejen de comportarse como idiotas y entren de una vez —dijo luego de tomar el bolso y adentrarse en la ermita.

Apenas recuperamos la motricidad salimos corriendo detrás de ella. Entramos al lugar y una fuerza nos empujó hasta que nos obligó a sentarnos en unas sillas en medio de la sala y frente al pequeño altar. La mujer se posó del otro lado del pulpito y sacó las tablillas.

—No sé qué serán estas cosas pero estoy muy segura que son las causantes de esa extraña energía que sentí anoche, así que ahora ustedes me darán respuestas, empezando por ti —A pesar de estar a unos metros pude sentir su dedo tocando mi pecho.

—Mi nombre es Där...

—Sé quién eres, Där Yarman, hijo de Ivar Yarman, hijo de Bär Yarman, ¿o quieres que te llame "Recuperador"? Y tú, Eren Bratt, hijo de Carmine Bratt, hijo de Salomon Bratt, tu familia es famosa por la magia con objetos así que asumo que tú eres el responsable de todo esto.

—Si te digo que son, ¿Me las devolverás? —preguntó Eren.

—Sí.

—De acuerdo. —Me miró, dudando sobre decir la verdad—. Son las Tablas de Xag-Ybrath, explican cómo puede ser invocado, como puede ser expulsado o incluso controlado.

»Mi familia las tenía escondidas en un compartimento detrás de una biblioteca, muy pocos sabían de su existencia. No sé como pero el viejo Bär las robó y las utilizó para invocar al dios pagano, aunque tampoco sé si fue lo único que utilizó.

—Yarman no las robó —interrumpió la mujer—. Tu padre confesó hace algunos años haberlas vendido, creyendo que eran simple basura guardada.

Eren y yo nos miramos incrédulos; durante muchos años su familia fue la principal acusadora de la mía y ahora una sacerdotisa nos decía que la peste era también culpa de un Bratt.

—Mientes —replicó él—. ¡Es mentira!

La fuerza que nos tenía pegados a las sillas levantó a Eren algunos metros y lo arrojó nuevamente al piso, golpeándolo por la silla que se rompió.

—¿Para qué quieren estas cosas tan poderosas? Simples hechiceros como ustedes no deberían jugar con algo así.

—¡Queremos revertir las cosas! —Grité, estaba fastidiado con la situación—. Si las tablas tienen el poder de eliminar la peste entonces debemos intentar usarlas.

La ermita quedó en completo silencio. La fuerza que me sostenía se desvaneció y de un salto me levanté para ayudar a Eren que seguía adolorido en el piso.

—Sus familias fueron las culpables del desastre de Tikibara —dijo la mujer mientras se acercaba a nosotros—. Así que estoy de acuerdo, ustedes deben solucionarlo. Sin embargo, lucharán contra magia muy oscura, contra una deidad que si resulta ser real seguro estará fuera de sus capacidades, así que deberé acompañarlos en su tarea.

Mis párpados se sintieron pesados de repente y mis rodillas perdieron su fuerza; caí en suelo, inconsciente.

Abrí los ojos y estaba en mi departamento, ya casi era medianoche y no recordaba como llegué ahí, intentarlo me provocaba un fuerte dolor de cabeza. Tomé mi teléfono y vi que tenía un mensaje:

La sombra sobre la ciudad de los muertosOnde histórias criam vida. Descubra agora