Final

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Los soldados comenzaban a disparar a la masa de infectados que seguían inmóviles, su única intención era proteger las tablillas y a Eren.

—¡Vamos, debemos actuar rápido! —dije y me preparé para saltar, pero la rubia no se movió.

Seguía temblando, con su mirada clavada en el cadáver del falso hechicero que ahora parecía un infectado cualquiera. Supe que nunca había visto algo así pero no era momento para pensar.

—¡Shäy! —La tomé del rostro y la obligué a mirarme. Ella se sorprendió—. Necesito tu ayuda, no puedo hacer esto sin ti.

Ella titubeó un instante pero pronto recapacitó y se puso de pie. Nuevamente usó su hechizo para transformar sus balas en energía, y colocó en su arma una mirilla de francotirador.

—Estoy lista —dijo luego de acomodarse.

Abrí un pequeño portal y me arrojé a él. Aparecí en medio de la plaza junto al círculo de tablillas y rodeado por los zombis, por alguna razón no posaron su atención en mí. Algunos cohetes impactaron cerca, los silbidos de las balas eran reconocibles, y los grabados de las tablillas brillaban.

Eren posó su mirada en mí pero esta vez se veía serio, y en su mano tenía lo que parecía una pirámide, aunque rápidamente vi que eran dos, unidas por sus bases. No había duda: era el Abismo Prismático.

—¿No es hermoso? —preguntó Eren devolviendo su mirada al pequeño objeto.

Estaba en lo cierto. El prisma parecía tener un aura atractiva, su forma estética y su lúgubre brillo azul partido por sus diez lados junto con su marco plateado producían una sensación de trance.

No me había dado cuenta de mi estado de trance hasta impacto en un infectado que explotó al lado mío. Descubrí entonces que estaba siendo acechado por un grupo de no-muertos que la mercenaria se encargaba de eliminar.

Tomé mi rifle para disparar al hechicero pero este apareció frente a mí y me golpeó en el estómago, haciéndome retroceder. Un zombi se arrojó hacia mí, tuve que agacharme para esquivarlo y luego le disparé. Sentí otro golpe en mi espalda, y luego otro en mis piernas que me hizo caer.

Otro zombi se me tiró encima y casi alcanzó a morderme pero puse el rifle en su boca, y lo maté con una bola mágica. Tiré el cuerpo a un costado pero entonces alguien me tomó del cuello. Era el hechicero, riéndose como un desquiciado; me arrojó nuevamente al suelo, solté el arma por el golpe y sentí su pie sobre mi espalda.

—¿Aún no entiendes, Där? No puedes ganar, no puedes evitar lo que está por suceder.

Apretó más mi cuerpo contra el suelo y no pude evitar gruñir por el dolor. Él rio, disfrutando la tortura mientras se agachaba para que pueda mirarlo a la cara, pero alcancé a ver como una bala de Shäy le destruyó el brazo, aunque él no sé inmutó. Su extremidad volvió a ser regenerada por el líquido negro.

—Te dejaré ser testigo de la llegada del nuevo dios de esta dimensión —dijo, con una mirada furiosa—, pero primero verás cómo perecen aquellos que vinieron a ayudarte.

Otra vez susurros, y aparecí flotando en el cielo. Podía verme a mí mismo, a Käira; estaba a suficiente altura para ver a Shäy e incluso a los francotiradores de los edificios. Entonces vi como la enorme horda cobró vida y avanzó hacia el ejército. Los no-muertos corrían a gran velocidad, algunos lanzaban bolas energéticas sin parar; otros saltaron de forma increíble hasta llegar al piso donde los lanzacohetes estaban apostados, segundos después hubo una explosión en ese lugar.

Los todoterrenos militares retrocedieron, aunque algunos fueron inmovilizados por la cantidad de infectados. La infantería comenzó una retirada apresurada y pronto se vio dispersada, presa fácil para los zombis. Entonces volví a mirar a Shäy, estaba inmóvil e imaginé que el miedo se había apoderado de ella; cuando vio que los malditos iban a por ella soltó su arma y corrió, pero era muy lenta. La habían acorralado.

La sombra sobre la ciudad de los muertosTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon