—Prometo que jamás amaré a otro hombre. —Izuku se inclinó tímido a su oreja y susurró coqueto —Lo juro. 

Izuku abrió los ojos de golpe y se puso blanco. 

"El dolor me hace recordarte"

Esa frase se quedó vagando en su mente y la tristeza se reflejó en su cara. Sabía que su corazón jamás volvería a ser tan feliz como ese día. Qué no volvería a ser tan inocente como antes y por consiguiente cada vez que sintiera una inmensa felicidad el recuerdo de Todoroki regresaría a él para recordarle que los hombres al final te lastiman y te traicionan. Su boca tuvo un mal sabor. 

"Pero quiero quererlo..." 

Izuku apretó los párpados y se aferró a escuchar los latidos del corazón de su nuevo amante. No quería imaginar que la historia se repitiera. 

Por el otro lado. Katsuki miraba el techo con su conejito acostado sobre él. Enseguida sintió cómo el cuerpo de Izuku se tensó y sus manos apretaron sus bíceps como si estuviera a punto de caer, no obstante, no le dio importancia y cerró los ojos por un segundo para disfrutar de la paz que su corazón tenía. 

En ese instante volvió a hallarse en la habitación de su mansión. La puerta del balcón estaba cerrada y el calor no tenía donde escapar. La cortina roja que tenía su cama estaba cerrada para que nadie pudiera identificar a la mujer con la que estaba perdiendo su virginidad y la reputación de ella no fuera afectada por el chisme de algún sirviente entrando a la habitación del heredero de los condes Bakugou. 

El chico rubio estaba entre las piernas de Camie y una gota de sudor descendió por su frente hasta caer de la punta de la nariz. Enseguida la gota cayó sobre un par de senos hinchados y desapareció en la curva que desciende hacia los pezones. Katsuki admiró esos pezones erectos que acababa de morder. Jadeante sólo pudo pensar que el cuerpo femenino era una obra de arte y que quería embriagarse de su sabor entonces dirigió su mirada roja hacia los ojos castaños de Camie que estaba bajo su sombra. 

El cabello largo y claro se desparramaba como hilos finos en la almohada.  Tenía las mejillas sonrosadas, los labios carnosos abiertos y húmedos y la piel brillante a causa del sudor. 

—Porque eres tan hermosa —Katsuki le preguntó hipnotizado por su cuerpo curvilíneo y suave al tacto. 

—Podría preguntarte lo mismo —Ella sonrió coqueta. 

Katsuki animado por su encanto femenino no midió su fuerza y la punta de su pene (que ya estaba dentro de la vaina) ingresó con mayor impulso.  De pronto ella arrugó la cara y su belleza se había perdido a causa del dolor. 

—No vayas tan rápido —pidió y tuvo la necesidad de abrir más las piernas —Me duele. 

—¿No es así como funciona? —Katsuki preguntó en su ignorancia masculina sobre todo porque era su primera vez. 

—Tal vez —La chica dijo pues la época criaba a las mujeres para no quejarse —Pero quiero que esto sea un recuerdo, el recuerdo en el que yo te elegí. Y no quiero que el recuerdo duela. No debería doler —Habló más emocionalmente que física pero Katsuki le despejó la cara y entendió que su primera vez no solo era el recuerdo de él si no también de ella. 

De inmediato se dio cuenta que había dos personas en esa habitación y que ninguno debía aprovecharse del otro. Ambos deberían tener placer o si no sería injusto. 

—Tienes razón. No debería doler —Sé inclinó a besarla y disfrutó de sus labios carnosos. 

Al separarse la mirada de Katsuki parecía que se había enamorado en un segundo. 

ᴜᴠᴀs ᴀɢʀɪᴀsWhere stories live. Discover now