Capítulo 3

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—¡Irene! —dijo fastidiado. Eran más de las tres de la tarde y su estómago rugía. Y según había escuchado, ella no había ido por la cocina. Porque, o era silenciosa como un fantasma, o todavía estaba a saber dónde.

Ella apareció por la puerta. Llevaba un gracioso moño despeinado y estaba completamente sudada. Sobre su pecho, un top ajustado y unos pantalones cortos que marcaban su cuerpo definido. Josh tragó saliva.

—¿Qué te pasa? —dijo ella de mal genio.

—Son las tres —pudo contestar él—. Me gustaría comer algo.

—Ah, sí, perdona. Tienes un gimnasio muy completo y se me fue el santo al cielo. Estoy preparando oposiciones.

—¿Oposiciones?

—Sí, para entrar en la academia de policía, ¿algún problema?

—No, te pega.

—¿Qué quieres decir? —dijo ella entrecerrando los ojos.

—Nada, que, si te parece, te duches o lo que sea y prepares la comida.

Josh volvió a su ordenador mientras ella se iba a su habitación. No pudo evitar mirar su trasero moldeado, pero luego volvió a la pantalla.

A la media hora, ella salió de nuevo, vestida con camiseta ancha y vaqueros, parecía su uniforme, y con el cabello mojado recogido con una pinza. Estuvo cacharreando en la cocina y casi eran las cuatro cuando por fin le dijo que ya estaba la comida.

Josh dejó el portátil e intentó levantarse, pero la escayola le molestaba y le picaba. Y necesitaba ir al servicio. Ella se acercó para acompañarlo al baño y cuando estuvo dentro, él cerró la puerta. Maldijo cuando intentó sentarse, pero lo consiguió. Iba a ser una tortura, desde luego.

Se lavó las manos y la cara, y salió a comer. Ella había puesto la mesa y servía un plato de verdura cocida, sin patatas y sin ningún tipo de arreglo. Puso la botella de aceite de oliva sobre la mesa. Después, había pasado por la plancha pechugas de pollo. Él suspiró.

—¿No te gusta la comida? Ya te dije que no se me da bien cocinar.

—Sí, está bien. Suficiente.

Comieron en silencio, y, como el sol empezaba a pegar fuerte, Josh bajó un poco las persianas mediante la tableta.

—Eso es chulo —dijo Irene— ¿Qué más puedes hacer?

—Controlo la casa completa, pusimos domótica en los electrodomésticos, las persianas, la puerta y algunas cámaras, también en Smith, la "cosa", como le llamas tú. Aunque tengo que depurar código. Todo no funciona todavía.

—¿Y te conectas vía satélite o por la red local? He escuchado que hay diferentes tipos de redes, sobre todo para pueblos aislados como este.

—Tengo acceso al Hispasat, porque mi empresa tiene un acuerdo, incluso con una banda mayor que lo normal. Es decir, me conecto vía satélite —explicó Josh.

—O sea, que no tienes wifi.

—Sí, tengo wifi —suspiró él.

Ella sirvió el segundo plato y después le trajo un cuenco con fruta.

—Si quieres salir a pasear o a dar una vuelta, puedes hacerlo. No es necesario que te quedes todo el día aquí —dijo Josh, levantándose con dificultad. Ella fue a ayudarlo.

—Con lo mal que se te dan las muletas, no sé yo. Lo mismo te encuentro de nuevo tirado en el suelo.

Él se irguió y se la quedó mirando con frialdad.

Una historia de amor realWhere stories live. Discover now