Los ojos de la comunidad estaban puestos sobre la fuerza policial y en especial en el teniente Espinoza y sus subalternos, puesto que eran la cara visible de este caso que poco a poco llamaba más y más la atención de los medios de comunicación, quienes asediaban a la autoridad con tal de obtener cualquier tipo de información concerniente al caso.

—Bien Amelia, mientras más rápido comencemos aquí, más rápido obtendremos respuestas. Haré unas muestras de las huellas que figuran en el césped, tú encárgate de la estatua.

—Tomaré muestras de la sangre y buscaré posibles huellas. Aunque me imagino que la estatua debe estar llena de huellas, será una odisea encontrar algo que nos sea útil.

—Para ello debe imaginar lo que hizo el asesino— súbitamente se escuchaba la voz del teniente, quien apenas se alejó por escasos segundos del lugar— observe detenidamente la estatua e imagine que es usted quien ocultará en su mano aquella bola de papel y piense.

—¿Qué debo pensar teniente?

—¿Dónde se apoyaría usted para alcanzar la mano de la estatua? Las indagaciones previas y el ángulo de los cortes en las víctimas, apuntan a que estamos en presencia de un diestro, ahora imagine donde apoyaría su mano izquierda para dejar ese objeto.

—¡Teniente, —esbozaba Meza— tengo algo aquí, puede sernos útil!

—¿De qué se trata?

—Un diente señor.

—Eso sí que es interesante. Debemos descartar si pertenece a alguna de las víctimas.

—Quizás la víctima se defendió y en el forcejeo perdió esta pieza, —Meza observaba detenidamente la pieza dental, levantándola hacia la luz— está en muy mal estado.

El teniente se acercaba con lentitud a observar la pieza en la mano del sargento. Pasaba sus manos por su barba y fruncía el ceño, extrayendo un guante de látex de entre sus ropas para despojar al sargento de dicho objeto, quien no oponía resistencia alguna, por el contrario, miraba con incertidumbre al teniente.

—Interesante, —replicaba segundos después— el esmaltado y la carie que a simple vista se nota hizo de las suyas en esta pieza dental… apunta a que se trata de un adolescente.

—¿Pertenecerá a alguna de las víctimas?

—De ser así, esta pieza nos podría decir quién de los dos jóvenes fue atacado aquí.

—No lo veo muy convencido mi teniente. —Meza notaba algo raro.

—Las huellas sobre el césped… huellas pequeñas mi amigo. Sospecho que hay algo más aquí, justo frente a nuestros ojos.

—¡Teniente, teniente! —Se escuchaba la voz de un oficial acercándose a toda prisa.

—¿Qué ocurre que trae tanto alboroto? ¡No me diga que ya llegó el café! —Ironizaba el teniente.

—El capitán Sanhueza lo necesita a la brevedad posible.

—¡Por lo visto su capitán no puede hacer nada sin mi ayuda! Es el colmo ya su ineptitud, pero para pararse frente a las cámaras, para eso sí es bueno, le encanta ser el centro de atención. ¡Dígale que cuando se me de la real gana iré a verlo, ahora tengo cosas más importantes que ver su prominente frente!

—¿Le digo eso señor, que es un inútil? —El oficial se mostraba sorprendido por las palabras tan directas del teniente, creyendo que debía volver con aquel extraño mensaje.

—¡No sea baboso, no necesito un mensajero para decirle eso! En unos minutos iré.

—De acuerdo señor.

El Carnicero del Zodiaco (EN EDICIÓN Y DESARROLLO)Where stories live. Discover now