El despertar de una bestia.

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Era normal que durante las mañanas, las gallinas comenzaran a revolotear con los bestiales mugidos del muchacho, pues era el único sonido reconocible que por su boca salía. Esto conllevaba a que el padre, dados los infernales ruidos tanto del hijo como de las aves, terminase molestándose, por lo que las emprendía contra él y las gallinas.

Fueron muchas las ocasiones en que Jacinto salía borracho y golpeaba salvajemente a Frank, pese a que la madre intervenía para defenderlo, acabando también de la misma manera que su hijo. Pero las ocasiones en que no lo hacía, el hombre se desquitaba a placer con el pequeño, y luego, machete en mano sacaba una gallina, y frente a los ojos del muchacho le cortaba la cabeza de un machetazo, lanzando los restos del animal donde yacía el cuerpo magullado de su hijo.

—¡El próximo serás tú a como sigan los ruidos, maldito bastardo!— Le gritaba siempre.

Pero nunca llegó a concretar dicha amenaza, tal vez por el miedo a tener que rendir cuentas a las autoridades si alguien llegara a denunciar que había atentado contra la vida de aquel pequeño desconocido, lo que era casi imposible a su modo de ver, pues siempre se preocupó de mantenerlo oculto, y los lugares que el infante rondaba y cazaba, no eran transitados. Más no podía pensar lo mismo con respecto a sus otros hijos o su mujer, pues ellos, pese al miedo que sentían hacia él, podrían tener un arrebato de rabia.

Tampoco sabía a ciencia cierta si algún lugareño había logado divisar a Frank las incontables ocasiones en que deambulaba por las cercanías de la granja en busca de pequeños animales para matar y despellejar. Presumía que no era así ya que nadie le había hecho mención al respecto. En su mente retorcida lo mejor era mantenerlos siempre así, sumidos en el miedo, esa era su manera de controlarlos, y hasta el momento funcionaba.

Sin embargo, aquella mañana tras la visita del viejo Juan, los hermanos volverían al sector donde Frank permanecía amarrado para soltar sus ataduras con la intensión de que el muchacho deambulara y terminase por perderse, incitándolo a que corriera lejos de ahí en busca de algún animal para matar. Estaban hastiados con su presencia y los problemas que les ocasionaba cada día. No contaban con que el muchacho al verse libre de la cadena, en vez de huir del lugar en busca quizás de alguna presa, ingresaría al gallinero.

Había visto un sinfín de veces al padre hacerlo mientras él permanecía encadenado como si fuese un perro, por lo que sin entender cómo, sabía la manera de ingresar al lugar. El machete colgaba a la entrada del gallinero y lo cogió antes de ingresar, y tras cerrar la puerta comenzó a matar a cuanto animal podía capturar con sus manos una vez que estaba dentro. Desatando así todo su descontrol y furia incomprendida por él, contra los desdichados animales que revoloteaban y corrían para evitarlo.

El alboroto en cosa de segundos era infernal, al punto que el padre, sumido en la ira y la borrachera que encima llevaba, salió de la casa en dirección al gallinero, tomándolo por sorpresa y arrastrándolo fuera de este. La madre detrás de él corrió en auxilio del pequeño, pues sabía ya lo que el padre era capaz de hacer y a los extremos que era capaz de llegar a la hora de impartir los castigos.

El Carnicero del Zodiaco (EN PROCESO)Where stories live. Discover now