Los gemelos Mamani.

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Los rayos de sol comenzaban a escabullirse entre las nubes que lentamente se movían producto de la ventisca que circulaba a esa hora de la madrugada

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Los rayos de sol comenzaban a escabullirse entre las nubes que lentamente se movían producto de la ventisca que circulaba a esa hora de la madrugada. Las copas de los árboles no oponían resistencia a tan débiles rayos, pues la mayoría se encontraban desnudos por la época otoñal, pero la tenue luz que se asomaba sobre los efectivos que se encontraban trabajando en el lugar, era más que suficiente para dejar al descubierto la magnitud de lo ocurrido.

El crujir de las hojas bajo sus pies era prácticamente ensordecedor, pues por lo general a esa hora el parque era un lugar casi silencioso y apacible, y su tranquilidad apenas era interrumpida por el trinar de los pájaros que sobre las ramas se posaban y deleitaban con su canto a uno que otro madrugador, que cruzaba el lugar caminando o bien, trotando.

El rojo de la sangre se comenzaba a distinguir con mayor claridad a medida que los minutos pasaban y el sol se encumbraba en el cielo, ganando por el momento esa lucha por iluminar el lugar pese a la resistencia que las nubes viajeras de cuando en cuando ofrecían. Rojo de sangre que comenzaba a resaltar sobre los jóvenes arbustos y la alfombra de hojas secas.

Pero el bullicio de los efectivos no era lo único inusual aquella madrugada en el parque, también las luces que emanaban de los flashes de los periodistas que siempre alertados de una fuente anónima, ya se tomaban las inmediaciones del lugar para intentar obtener alguna fotografía digna de una portada de diario, o alguna declaración por parte de algún policía.

Y quien mejor para enfrentarlos que el capitán Alberto Sanhueza, la cabeza de la jefatura de policía a la cual pertenece el teniente Joel Espinoza. El capitán Sanhueza era un experto en el mundo de las cámaras, gozaba con estar frente a ellas y era un excelente distractor a la hora de enfrentar las preguntas insidiosas de los periodistas.

—¡Capitán, capitán! ¿Qué nos puede decir sobre el asesinato de esta noche, tiene que ver con lo ocurrido en la hacienda del Toro de Creta? —Se escuchaba al primer periodista lanzar la pregunta apenas se acercaba el capitán.

—Estamos trabajando en ello, por el momento no puedo darles grandes detalles ya que es una investigación abierta.

—¡Los rumores dicen que se trata de un asesino en serie! —Se escuchaba la voz chillona de una joven periodista.

—¡Señorita por favor, no se dejen llevar por esos falsos rumores que circulan por ahí, eviten causar pánico entre la población! Nuestros efectivos se encuentran trabajando 24/7 para dar con quien está detrás de estos crímenes. Necesitamos de su apoyo para que las cosas resulten bien.

—¿Qué hay de los cadáveres de esta noche capitán, qué nos puede decir de ello?

—Todavía estamos procesando la escena, no puedo darle ningún tipo de información al respecto.

En el fondo era cierto, no podía dar respuestas que por el momento desconocía, ni mucho menos revelar lo poco que tenía en conocimiento. Aquello provocaría que los medios de comunicación comenzaran a esparcir información errónea sobre lo que en verdad estaba ocurriendo, y de por sí los medios tendían a exagerar con creces la información con tal de acaparar portadas. Y en el caso de este asesino en particular, aún había muchas aristas por descubrir.

El Carnicero del Zodiaco (EN EDICIÓN Y DESARROLLO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora