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Fue una semana pesada para Jimmy.

No tenía ni la menor idea de lo mucho que le iban a afectar esas palabras a su vida tan ordinaria. Trató de dejar de pensarlo, pero estaba incómodo y el recuerdo le picaba constantemente haciendo que se pusiera frío. Si estaba siendo dramático, poco le importaba, ya que era lo que estaba sintiendo. La facultad logró distraerlo un poco, aunque apenas era el inicio del semestre y eso lo mantenía tranquilo, aunque no evitaba que cada vez que pasaba por la casa de Margarita volteara la cabeza en dirección contraria con miedo a encontrarse con los ojos y la sonrisa estupidamente obscena del rubio. No quería que lo mirara, no quería volver a verlo. A veces rezaba por las noches para que el rubio se olvidara de su existencia o que se aburriera o encontrara a otra persona a quién más molestar. Deseaba nunca haber ido a su casa ese día y así nada de esto habría sucedido, porque un hombre no debe gustar de otro hombre y mucho menos besarlo.

Su estómago se apretó de solo recordarlo y se miró al espejo, encontrándose con sus ojos y con dos manchas oscuras debajo de ellos. Respiró profundo y se dijo a sí mismo que ya era tiempo de superarlo, no era para tanto, ¿verdad? El rubio solo lo estaba molestando, por alguna razón.

Se mojó la cara y se secó con una toalla limpia antes de arrastrar sus pies descalzos por la habitación. Lo único que escuchó fue silencio. Estaba cansado, era domingo y hacía mucho calor, además de que sus padres probablemente ahora estaban en la iglesia.

Bien, excelente, no tenía nada qué hacer. Se supone que una persona joven como él debería poder pasar su tiempo libre con sus amigos o algo. Bueno, si tuviera amigos. Su naturaleza introvertida y tímida lo volvían inmune a tener relaciones sociales. Pobre chico, pobre él.

Al menos uno debería haber, ¿no es así? La única persona en este mundo a quien podría considerar un "amigo" era su compañero de clase, John Paul Jones (Jonesy, así había escuchado que lo llamaban sus amigos más cercanos, mas él nunca se atrevió a llamarlo así en voz alta). Ellos no eran mejores amigos ni mucho menos, a veces se saludaban con la mano y Jonesy le sonreía amablemente. El chico por sí mismo era bastante serio, pero tenía una mirada amable, además que era muy inteligente y dedicado a sus estudios, pero se las arreglaba para tener amigos. Algo que a veces Jimmy envidiaba.

Caminó a la cocina y abrió la nevera, sus ojos brillando cuando notó que había gelatina de fresa y el pelinegro se sintió bendecido. Con una sonrisa decidió servirse un poco en una taza y caminar al sofá para ver televisión, eso sonaba a un muy buen plan de domingo.

Se sentó a sus anchas y subió las piernas flacas y pálidas sobre el sofá, encendiendo la tele. No era muy fan de la televisión, pero no había nada mejor qué hacer, estaba cansado, aburrido y quería dejar de pensar.

El sonido de las llaves y de la puerta abrirse lo hicieron poner los ojos en blanco con irritación. Bueno, sus planes acababan de ser arruinados.
Escuchó unas risas y la voz del viejo señor Thompson, lo cuál lo hizo quedarse quieto, si no se movía, tal vez no lo verían.

Logró escuchar algo sobre una cerca de jardín y la puerta se cerró, dejando solo a Beatriz adentro, que se puso a tararear mientras caminaba hacia su habitación. Jimmy se relajó en el sofá y comenzó a comer de su gelatina mientras el programa de Tv se reproducía, algo sobre unos hermanos reparando casas desastrosas.

"¡Cariño! ¡Aquí estabas!" El pelinegro dio un salto del susto y miró a su madre, espantado "Creí que aún estarías dormido... " Hizo una pausa y tomó la cara de Jimmy entre sus delgadas manos, analizándolo. "¿Por qué esas ojeras? ¿no has dormido bien?" Sus finas cejas se fruncieron y Jimmy quitó sus manos de su cara. Decidió que discutir no sería lo más inteligente, así  que por su propia paz, decidió responder.

Black DogWhere stories live. Discover now