Capitulo 16

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«Soy la proyección de la mentira en la que vives. Júzgame y senténciame, pero siempre permaneceré en ti.»

-Charles Manson. 

Y bien, ya estaba allí

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Y bien, ya estaba allí.

Era tarde para arrepentirse.

Si hubiese tenido el valor suficiente para irme corriendo como la cobarde que me repetía que era, debí haber actuado antes.

Llegué al lugar que el GPS del celular me había indicado, y comprobé que había dado con el sitio correcto.
Solté un sonoro suspiro de alivio y obligué a mis pies a caminar (a un paso apresurado) hasta allí.

Jadeé cuando descansé los brazos en el reposabrazos de la silla, al paso que posaba mi mano en mi pecho como si quitarla de allí diera como resultado el cese de mi existencia. Había ido caminando hasta allí, sin optar por tomar un taxi que me llevara, porque de cierta forma, sentía tener ojos encima de mi todo el tiempo. Y era mejor no levantar sospechas ni incrementar mi paranoia.

Como era habitual, quedaban pocas personas en aquella consulta. Llámenme paranoica, pero aquello se me antojó todo conocido. Hasta podía jurar que sabía qué acontecimientos se avecinaban, tanto que podía recitar las palabras exactas que estaban a punto de pronunciarse.

Miré el reloj que adornaba mi muñeca: la misma hora. Oh, venga ya. Faltando algunos minutos para tener que entrar, vi a un señor en sus salir de una puerta de tamaño mediano y pintada de un color beige muy bonito.

Después, ví a la misma chica que ví a través de una pantalla salir por el umbral. Era una chica muy bonita, con cierto brillo en sus ojos y el cabello recogido en un chongo mal hecho.

—¿Ava...? —empezó ella.

—Crawford —interrumpí yo.

—Eres la siguiente, tienes una cita para las tres.

Me puse de pie, sacudiéndome el polvo falso de la ropa. Clavé las uñas en mis manos y tuve que reunir mucho autocontrol para dejar de hacerlo, porque empezaron a dolerme y sabía con seguridad que me haría ligeras heridas en las manos.

Cuando desvié la vista del suelo y la fijé en lo que pasaba delante de mí, no me sentí mucho mejor.

Aquello era como revivir la misma mierda en la que no sabía en la que estaba sumergida.

Siempre lo estuviste, querida.

Me permití, a su vez, echarle un ojo a la habitación: no era muy grande, pero tampoco muy pequeña. Sino más bien... Mediana. Como esos sitios que no son de mucha calidad pero que tienen su toque.

El Rostro Humano de Lucifer ©Where stories live. Discover now