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—Kim Jennie, esta corte la encuentra culpable de la muerte por negligencia médica del menor Cho Kyungsan y la sentencia a 5 años de cárcel en la Prisión Federal Camp Alderson.

El martillazo del juez hizo un eco sordo en su cabeza y una silenciosa lágrima descendió de sus ojos rojos e hinchados.

—Lo siento. —Susurró su mejor amiga y abogada Nayeon mientras la abrazaba, aguantando las lágrimas.—Hice todo lo que pude.

Jennie veía a su alrededor sintiéndose ajena a esa caliginosa situación, el llanto de su madre y amiga, la sonrisa cruel de quiénes la inculparon, los murmullos de los presentes, se sentía miserable, como si en cualquier momento su piel fuera a agrietarse, transformándose en tierra seca que caería en pedazos hasta no dejar nada más que un rastro de polvo.

Miró de reojo a su antiguo novio Kai, el culpable de que ella estuviera ahí siendo sepultada en vida por un crimen que no cometió, todo por un mínimo error, una infidelidad que desembocó en la amenaza de hundirla. Que arrogante fue al pensar que solo eran promesas falsas, aún recordaba como se había mofado de su exnovio cuando éste le dijo que la aplastaría, que la destrozaría. A sus ojos, Kai solamente estaba despotricando debido a la ira: patético. Poco le importó que el padre de éste fuera el Director del hospital donde trabajaba, y es que jamás pensó que ese hombre serio y razonable se dejaría llevar por las palabras de su hijo, incriminando a Jennie por la muerte de sus pacientes.

Sí, Jennie había pecado de soberbia e ingenua. Estaba acostumbrada a una vida donde todos a su alrededor celebraran cada cosa que ella decía o hacía, destacada en su trabajo como pediatra, de facciones sensuales y hermosas, con una labia digna de envidia y anhelo.

Pensó que la aventura de unas cuantas noches con la enfermera de la planta de cirugía no tendría importancia y cuando Kai, su novio de 1 año, la descubrió con la chica entre sus piernas lamiéndola como toda una profesional, imaginó que simplemente significaría el término de su relación sentimental, nada que realmente le importase. Ahora viviría en carne propia el alcance de su error.

—Jennie, haremos todo lo posible para sacarte cuanto antes. —Nayeon la apretó en un abrazo no queriendo dejarla ir. —Esto es una maldita injusticia, buscaré una solución, te lo prometo.

—Nayeon. —Musitó con la voz quebrada, con la mirada fija en su pobre y agotada madre. —Necesito pedirte un favor. 

—Lo que sea, pídeme lo que sea.

—No quiero que mi madre me vaya a ver a prisión, no lo soportaría. —¿Cómo permitir que su madre sufriera yendo a verla a prisión? No podía ser tan egoísta.

Nayeon retuvo las lágrimas y asintió con un movimiento de cabeza.

—De acuerdo, no irá, lo prometo.

—Bien, gracias.

Dos guardias se colocaron tras Jennie y Nayeon, quienes al notar la presencia de las mujeres rompieron su abrazo, no dejaron de mirarse y Jennie limpió con sus dedos pulgares las mejillas húmedas de su mejor amiga, era como su hermana.

—Kim Jennie debe acompañarnos.

—Debo irme. —Un tirón de las comisuras de sus labios fue lo mayor que logró esbozar en similitud a una sonrisa alentadora.

—Iré a verte, sé fuerte.

—Lo sé, cuídate y cuida a mi mamá por favor.

Contó los pasos que retrocedió, fueron 3, miró a su madre por última vez y cuando ella se levantó apretando su húmedo pañuelo debido a las lágrimas, Jennie le indicó con un movimiento de cabeza que no se acercara, se dijeron todo con los ojos, ella era la persona más importante de su vida y la que más sufría por lo que iba a ocurrirle, lo sabía y ocasionarle tal dolor a su madre era su peor castigo.

Prisionera | JenlisaWhere stories live. Discover now