XXI

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Jennie estaba sonriendo. La aspereza del filtro de su cigarrillo acariciaba el borde de sus labios mientras le daba una profunda calada. A poca distancia Lisa reclamaba y gruñía fastidiada porque su viejo y decadente saco de boxeo finalmente había terminado por romperse del todo.

—Seguro ahora usará tu culo para practicar —se burló Minjeong ganándose una risita baja en respuesta.

Jisoo intentaba tranquilizar a Lisa. Explicarle que había dos sacos más de boxeo y que podía seguir usando otro. Sin embargo, no. Su dueña parecía tener una pequeña ligadura emocional a ese bulto de cuero amarillo y arena que se encontraba en el suelo.

—¡No quiero otro! —gritó encolerizada.

Jennie rodó los ojos y botó el humo por la boca. Lisa era alguien bastante caprichosa y cuando su poca paciencia se sumaba, el resultado no era muy agradable.

—¿Qué le pasó a la cavernícola de tu novia? —preguntó Rosé llegando al lado de Jennie.

Tenía un pómulo hinchado y teñido de matices rojizos. Jennie frunció el ceño y recordó la escena del desayuno donde Rosé se peleó con una de las chicas de la mesa por una estupidez. Sí, estupidez. Ya que definitivamente no era algo muy importante quien tuviera el cabello más rubio y, sin embargo, Rosé había reaccionado bastante mal cuando la otra chica le dijo que solamente era "una mal teñida". Un espectáculo digno para comenzar el día. Con Lisa celebrando la "pelea de gatas" como lo había gritado a todo pulmón y con Jisoo vitoreando a Rosé, "rubia loca, te amo."

—Rompió su saco de boxeo —respondió Jennie con voz traviesa—. Y ahora está como yegua en celo.

—Mujeres —se burló la rubia tomando el cigarrillo de los labios de Jennie.

La castaña se encontraba sentada en aquella banca donde siempre se sentaban para ver a las chicas entrenar. Si aquello fuera una mala comedia norteamericana, serían algo así como las porristas, pero Jennie no tenía pompones ni falda, solamente un desgastado short y una camiseta dos tallas más grandes que tenía el aroma de Lisa. Tampoco animaba, ni siquiera le dirigía la palabra y aun así, a Lisa parecía gustarle verla ahí. No lo decía, pero Jennie podía ver atisbos de sonrisas en el rostro de su dueña cada vez que ella aparecía por la puerta para quedarse horas sentada, sin hacer nada más que fumar y ver a Lisa lanzar golpes.

—Oye Jendeukie, ¿cómo está Mina?

—Mejor. En unos días saldrá de la unidad médica.

—Genial.

Nadie dijo nada más al respecto. No querían recordar el suceso del día anterior cuando Mina fue pillada en las regaderas, abusada y golpeada. Era la única del grupo que no tenía a alguien que velara por su seguridad y la marcara como propia, dando la oportunidad a las abusivas para hacer y deshacer con ella.

—Mira quién viene. —Señaló Minjeong a la entrada. Ryujin se encontraba ahí, con sus ojos de cachorro en busca de Lisa—. ¿Todavía piensa que Lisa la protege?

Jennie se encogió de hombros. Como Lisa la había defendido una vez, y debido a que la chica prácticamente vivía pisándole los talones, al parecer se había generado un pensamiento colectivo de que la chica era una protegida de la emperadora. Preferiría que no fuera gracias a Lisa que el trasero de Ryujin estuviese a salvo, pero tampoco iba a desmentir tales rumores... Su conciencia no la dejaría dormir si llegaba a hacerlo. Quizá estaba siendo tramoyista, fingiendo actuar por el bien de alguien más cuando lo único que quería era no sentir culpa. No le importaba. Vio a la chica caminar hasta Lisa y para su grata sorpresa, su dueña la miró en el acto. Lisa pasó saliva y le dio un sorbo a una botella de agua que reposaba en el suelo; Jennie tuvo que apretar los labios para que estos no se curvaran en una sonrisita triunfal. En su lugar, sacó el cigarrillo de sus labios y sin quitar la vista de Lisa, llevó su dedo corazón e índice a su boca. Lamiendo el borde de estos con sus tiernos labios de manera mundana; sacando su lengua. Un pequeño recordatorio de lo ocurrido.

Prisionera | JenlisaKde žijí příběhy. Začni objevovat