2

255 46 8
                                    

Día dos. Devuelta al loquero.

Así es, no habían pasado ni siquiera 24 horas desde que la doctora Jones declaró que yo no estaba loca y no era necesario que me quedara en esta institución mental, cuando ya estaba de nuevo entre estas horribles paredes blancas, sentada en su consultorio, esperándola una vez más.

Luego del incidente de ayer por la noche, cuando ataqué a papá por accidente, mis padres me catalogaron como peligrosa e inestable mentalmente, así que esperaron a que amaneciera para llamar a la doctora y traerme de nuevo a RoseWood.

No querían escucharme. Ellos no entendían que mi intención no era lastimar a papá. La sensación que tuve cuando las luces se encendieron y vi el rostro de mi padre lleno de dolor y soltando sangre, era simplemente inexplicable; saber que lo había herido me hizo llenarme de una culpa tan grande que ni siquiera cabía en mi pecho. Era ese tipo de culpa, casi tan grande como la que he cargado desde aquel día, cuando no pude ayudar a ese pobre chico de morir a manos de Gerard.

Todo lo malo que pasaba en mi vida, era por él. Lo odiaba a morir.

Cuando la doctora Jones entró al consultorio me percaté de dos cosas: uno, en su cara había una gran preocupación, aunque al verme cambió su expresión rápidamente por una de falsa hospitalidad y amabilidad. Dos, esta vez no estaba sola, venía acompañada de dos guardias de seguridad y alguno que otro enfermero, quienes no me quitaban la vista de encima.

Entendí que ahora antes los ojos de todos, yo era una psicótica peligrosa que en cualquier momento podría atacar.

¿Por qué nadie me escuchaba?

—Buenos días, Gia —me saluda ella, tomando asiento en su escritorio. Los guardias se colocaron en la puerta, con su mirada en mi dirección.

—No creo que sean tan buenos —le respondo.

Ella suelta una risa falsa. Toma mi expediente y lo lee por un par de segundos. Aprieta la boca, lo coloca de vuelta en la mesa, y se retira los lentes para hablar conmigo de forma directa.

—Tus padres están preocupados por ti, ¿lo sabes? Ellos te aman, y es justo por eso que me han pedido ayuda. Yo sé que no eres peligrosa, pero lastimaste a tu padre, Gia. Estoy segura de que no quisiste hacerle daño, pero esto no se puede repetir —inclina su torso para acercarse un poco a mí y su cara se torna un poco más seria—. Queremos ayudarte. Todos aquí queremos lo mismo: tu bienestar, pero para eso necesitamos hacer un par de pruebas, investigaciones, entre otras cosas. ¿Lo entiendes?

Mi entrecejo se arrugó. ¿A qué clase de "pruebas" se refería? ¿Investigaciones?

Sacudí la cabeza, confundida.

—No, no estoy entendiendo.

Los guardias no dejaban de verme ni un solo segundo, como si yo fuera la amenaza más grande del jodido hospital. Aunque mi idea era permanecer tranquila desde un inicio, la mirada asesina de esos dos me ponía los nervios de punta.

Volví mi atención a la doctora. Ella suspira con el ánimo por los suelos, como si estuviera a punto de soltar algo que no era fácil para ella.

—Sé que no es lo que quieres escuchar, pero vas a quedarte un tiempo aquí. Es necesario. Tus padres están de acuerdo y ya firmaron su consentimiento. A partir de ahora nosotros nos encargaremos de tu bienestar y esta será tu casa por un par de semanas. Al menos hasta que logremos aclarar todo.

Negué automáticamente. No podía estar diciendo lo que estaba diciendo.

—No. Usted lo dijo, no estoy loca. Gerard entró en mi habitación, tenía un arma, yo solo intenté defenderme. Iba a hacerme daño. No quería herir a papá, fue un accidente.

AL LLEGAR LA NOCHEWhere stories live. Discover now