Capítulo 83 ✔️

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—Quiero el divorcio Bastián, no es por las acciones, o por tus mentiras, ya no se trata de ti, sino de mí; quiero olvidar esto, necesito cerrar este ciclo en mi vida, este matrimonio desde el inicio fue una farsa y lo sabes— comentó.

Di unos pasos acercándome mucho más a ella, levanté mi mano llevándola a su cabeza, acariciando su cabello, sus ojos temblaron a mis caricias.

—Aún me perteneces y lo sabes— susurré.

—Bastián, por favor...

—Te daré el divorcio..., si me perdonas— declaré tomándola por sorpresa.
—Bastián...— musitó con voz quebrada.
—Te daré el divorcio si me dejas abrazarte.

Kiara bajó su cabeza.

—Te daré el divorcio si me dejas besarte por última vez— concluí viéndola levantar su cabeza, sus hermosos ojos verdes me tenían hechizado.

—Esto no es un juego, Bastián— espetó Kiara, moviéndose, tratando de alejarse de mí.

Bajé mi mano a su cintura agarrándola, tiré de su cuerpo pegándola a mí, sus ojos se movían locamente tratando de no hacer contacto con los míos, levanté mi otra mano retirando el cabello que caía sobre su hombro, dejándolo descubierto; incliné mi cabeza a su hombro, besándolo, puedo jurar que escuché su corazón latir fuerte.

—Bastián— amenazó Kiara; tomé su barbilla obligándola a mirarme.

—Te necesito...

—Bastián, te lo suplico...— volvió a decir, pero decir mi nombre no sería suficiente para detenerme.

Acerqué mis labios a los de ella esperando que me detuviera, sin embargo, no lo hizo, al contrario, Kiara tomó mi cuello con sus manos terminando de unir nuestros labios.

Cerré mis ojos disfrutando de esta sensación, no quería despertar de este sueño, era como volver a empezar, era renacer de nuevo, resucitar; los labios de Kiara eran el desfibrilador que mi corazón necesitaba para volver a latir, para volver a vivir.

Quité mi mano de su cintura llevándola a su cara, acuñando su pequeño rostro entre mis manos, sus labios se movieron con necesidad sobre los míos, desencadenando la bestia que ella me hacía ser, tomé a la mocosa de la cintura subiéndola sobre mi escritorio, metiéndome en medio de sus piernas mientras no dejaba de besarla como un enfermo.

—Bastián— gimió entre besos.
—Te amo, Kiara— solté, sintiéndome mareado por ella.

Mi boca poco a poco fue descendiendo por su cuello, extrañaba besar su piel, sentir sus dedos sujetando mi cabello mientras sus gemidos inundan mi habitación, enterrar mi polla en su coño...

Mi boca corrió a sus pechos, los cuales estaban cubiertos por su vestido, mordí uno de sus pezones, ella arqueó la espalda.

Quería destrozar el maldito vestido que llevaba puesto, quería hacer la mía otra vez sobre este escritorio, llevé una de mis manos debajo de su vestido acariciando su pierna.

—Te deseo...— confesé pegando mi nariz a su cuello mientras aspiraba su olor.

Dejé algunos besos en su cuello; me detuve buscando su rostro, necesitaba que Kiara me mirara, que supiera que lo que siento por ella era real.

Sus ojos arrasaban con mi ser, joder.

—Eres todo lo que tengo, y lo que quiero, y no lo supe hasta que te perdí; me enamoré de ti, aun sabiendo que no podía hacerlo...— revelé.

—Detente— rogó con un hilillo de voz.

—Me enamoré de una mocosa la cual me hace sentir vivo cuando la tengo entre mis brazos, que me hace sentir, que si vivo es por ella y para ella, que me ha enseñado que las coincidencias no suceden por casualidad— manifesté, —no importa cuánto deba esperar, cuánto tiempo yo deba soportar este dolor que me invade por dentro, no importa cuántas veces el sol deba ponerse en el cielo y la lluvia caer, no importa las horas, los días o los meses, Kiara, yo esperaré por ti, yo estaré aquí, en el mismo lugar en el cual hoy decides dejarme— dije al borde de las lágrimas.

Ella se quedó en silencio.

Este era el fin.

Pegué mi boca a su frente dejando un beso en ella, abrazándola; la abracé fuerte, muy dentro de mí sabía que quizás era la última vez que lo haría.

Sentir sus frágiles brazos rodeándome, respiré profundo cuando la escuché llorar, no sé por qué hacía esto, es claro que ella no quiere, pero yo confiaba en ella, todo debía tener un motivo y una razón.

Dejé algunos besos en su cabeza, esta era nuestra despedida.

Luego de varios minutos ambos nos separamos.

—Mañana mis abogados te contactarán, concertaremos una cita para que firmemos la solicitud de divorcio— informé, —si es todo, debo pedirte que por favor te retires.

Piara asintió bajando de mi escritorio, tomó su bolso en silencio saliendo de mi oficina.

—¡Maldita sea! — grité una vez que salió.

La MenorWhere stories live. Discover now