31| Salvé a un amigo

Začít od začátku
                                    

Traté de decir algo, pero no salió nada. Presionaba tanto el celular que mis nudillos estaban blancos.

—Y no uses ese tono conmigo. Hablame con respeto, que yo no soy un cualquiera, soy tu padre, la puta que te parió.

Pude encontrar mi voz.

—Faltan dos días...

—No me jodás más, que me estoy yendo a trabajar.

Cortó.

Me aferré al lavamanos mientras mi cabeza reproducía una escena ficticia tras otra, donde yo le gritaba al parlante que era el peor padre del mundo, o hacía algo para arruinar su reputación de oficial de policía respetado en la Capital.

Sabía que nada de lo que yo hiciera iba a arruinar su vida de la manera en la que él lo hizo con la mía, yo no era lo suficientemente relevante.

No tenía el poder.

Aún.

«Cobarde».

Quería reventar el móvil contra la pared.

Observé en el espejo mis propios ojos oscuros, el vacío que perseguía a mi vieja también estaba ahí, lo había heredado de ella. En los momentos así se hacía cada vez más grande. El cuervo tenía espacio de sobra para seguir picando mi cerebro.

«También heredaste su dolor, su maldición».

Ezequiel me sobresaltó, sentí la presión en mi hombro. El ligero hormigueo fantasmal disolvió los pensamientos intrusivos.

—Tranquilo, no vas a estar solo, yo voy con vos.

Mi muestra de agradecimiento atropellada y nerviosa nunca salió porque Enzo tocó la puerta, preocupado.

—Amor, hace un rato que te metiste al baño ya, ¿estás bien?

El fantasma frunció el ceño, y se desvaneció.

Luego de lavarme el rostro acalorado con agua helada, apagué la luz para evitar mi reflejo. Enzo seguía hablando.

—Escuchame, yo sé, yo sé que mi experimento en la cocina no salió bien la última vez, aunque seguí al pie de la letra la receta que vi en el video, ya me dijiste que no te querías morir de salmonella, así que la hice corta y pedí unas pizzas, ¿está bien? ¿o querías otra cosa? Puedo pedir lo que quieras...

Me encontré con su mirada preocupada al empujar la puerta, a través de la fina rendija de luz que daba a su cuarto. Él la abrió de par en par, envolviéndome en un abrazo.

—¿Qué pasa? Contame.

Cerré los ojos y acomodé la nariz en el hueco de su cuello, olfateando aquel relajante aroma a flores que llevaba a todas partes sin darse cuenta. Por el movimiento su camiseta se levantó un poco. Le rodeé la cintura con ambos brazos, busqué consumir su calor y sentir la suavidad de su piel.

Necesitaba hundirme en su cariño instantáneo y desaparecer.

Se le escapó un suspiro de sorpresa cuando besé su cuello, y comencé a jugar con las cadenas de sus collares, poniéndolas en mi boca, rozándolo con la punta de mi lengua, mientras mis manos bajaban de forma tentativa por su espalda.

—Solo necesito distraerme —susurré, apretando sus caderas.

Enzo me miró un instante y noté como un pensamiento fugaz oscureció su semblante. Creí ver una criatura insegura harta de habitar las sombras, antes de que me sonriera cual depredador y apoyara los brazos sobre mis hombros, acercando los labios a mi oreja.

YO NUNCA |BL|Kde žijí příběhy. Začni objevovat