16| Infringí la ley

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Eran las cinco de la mañana y los ojos hinchados de Cielo viajaban desde su celular al frasco sobre la mesa

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Eran las cinco de la mañana y los ojos hinchados de Cielo viajaban desde su celular al frasco sobre la mesa.

—Estás en pedo —farfulló, mordiéndose el interior de la mejilla—. Y es asqueroso.

Había estado discutiendo con Bruno en la madrugada, era obvio.

Antes Cielo siempre me había apoyado en mis pésimas decisiones, por más que el novio no estuviera de acuerdo. Al comienzo de la relación con Bruno él se mostraba reticente a que ella se juntara conmigo, más tarde me enteré de que le prohibió a ella que me invitara a la casa porque era un pelotudo con masculinidad frágil, y se pensaba que con esos celos de mierda iba a reemplazar a su papá muerto o algo por el estilo.

La miré a los ojos, y retorcí el piercing de mi ceja.

—Pero aceptaste ayudarme. —Le recordé, que se peleara con ese imbécil no era mi problema, iba a estar mejor sin él de todas formas.

Esto era más importante.

—Si nos descubren va a ser un desastre —señaló, la admiré en silencio, tenía el largo cabello azabache desordenado—. Bueno, carajo, a la mierda esto, vamos —agarró el frasco y la bolsa.

—Va a salir bien —murmuré mientras ella se metía en el baño—. Siempre y cuando no estés embarazada.

Me gané una buena puteada.

Si hubiera sabido entonces lo que Cielo era capaz de hacer, no habría sentido tanta culpa al involucrarla en esto.

|✝|✝|✝|

Cielo se quedó esperándome en la panadería de a la vuelta y yo entré solo en el hospital, no quería testigos.

En cuanto atravesé las puertas sentí la presencia cercana del fantasma como un murmullo en la piel y me picó la nariz del fuerte olor a antiséptico. Pasé delante de una columna, pero la imagen que capté por el rabillo del ojo me obligó a detenerme.

"¿Lo ha visto?

Alumno modelo de la escuela Santa Piedad de Lihuén"

El rostro de Ezequiel miraba inclinando la cabeza a un costado con el ceño fruncido y una mano alzada con la que trataba de cubrir el sol que resaltaba las pecas de su cara, tenía una pequeña sonrisa torcida en los labios. No reconocí la alegría en sus ojos y me causó una envidia enfermiza pensar en la persona que podría haberle causado esa clase de expresión.

El fantasma chasqueó la lengua a mi lado y cruzó los brazos sobre el pecho.

—Qué foto de mierda que usaron.

—Eso es mentira —dije sin pensar—. Es tan linda que casi hace que me olvide de que sos un rompe pelotas profesional.

Esta frase había sonado más ofensiva en mi cabeza, Florencio escrutó mi expresión.

YO NUNCA |BL|Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum