24| Gasté mis ahorros en caramelos

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El inicio del campeonato de vóley intercolegial estaba a la vuelta de la esquina, se veía perfectamente en los gritos de nuestros profesores durante las dos horas que duraba la clase de Educación Física

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El inicio del campeonato de vóley intercolegial estaba a la vuelta de la esquina, se veía perfectamente en los gritos de nuestros profesores durante las dos horas que duraba la clase de Educación Física. En especial los que dirigían a su propia hermana menor mientras hacía el circuito, justo en frente de todos.

—¡Garibaldi, parece que estás paseando! —Adriena potenciaba su voz con el megáfono que siempre tenía pegado a la boca—. ¡Dale! ¡Más rápido! ¡Más rápido!

No pareció inmutarse, en cambio, sus piernas comenzaron a viajar de forma más precisa a través de la red de ejercicio. Su pecho subía y bajaba, inmersa en su propia burbuja a medida que su rostro empezaba a enrojecerse. Clara señal del sobre esfuerzo que hacía, y aún más. Ahora que no estaba Ezequiel, ni tampoco Bruno, Alanis era la única promesa deportiva que quedaba, lo sabía.

El resto de los mortales y yo tratamos de seguirle el ritmo a través de las estaciones que iban desde ejercicios para desarrollar fuerza en los brazos hasta sentadillas con pesas sin descanso alguno, según ellos, porque eso iba a volver inquebrantable nuestra resistencia en la cancha.

Mi almuerzo era lo único iba a volver.

No daba más, mis pies me traicionaron al saltar la valla.

—¡Ay, Danilo te vas a ensuciar la ropa! —Milagros se acercaba con su conjunto deportivo rosado, y en vez de ayudar, me saltó con la elegancia de un conejo—. Besitos, que andes bien.

No permitían que nadie se detuviera por un alumno caído para no interferir con la clase, todavía recuerdo a Enzo tirado en el suelo mientras Ezequiel completaba los ejercicios sin sudar una sola gota de más. Su resistencia superaba con creces la de todos, incluida Alanis, con quien solía competir en los ejercicios que requerían un grado de agilidad mayor. Hasta sus hermanos se tomaban el tiempo de compararla.

Miranda pasó a mi lado mugiendo, y me preguntó si estaba rico el pasto. Le saqué el dedo medio en vez de tratar de levantarme, no creí tener la fuerza suficiente.

—Esto te pasa porque no te cuidás —soltó Ezequiel entre dientes.

Quería decirle que en realidad era por dejar que me manoseara en la ducha, pero no podía responder a sus babosadas si había gente alrededor sin quedar como un desequilibrado mental.

Su silueta escultural se volvía uno con las nubes grises del cielo, no proyectaba sombra y me hizo picar los ojos. El mundo daba vueltas mientras Florencio cruzaba los brazos sobre el pecho, miraba hacia abajo, siempre abajo.

—Si me hicieras caso, nada de esto estaría pasando. —La hebilla dorada de su cinturón era más interesante que cualquier mierda que estuviera saliendo de su boca, la forma en que los pantalones pinzados se tensaban entre sus piernas me hacía pensar algunas cosas.

«La constitución de los fantasmas contempla esos detalles».

Agradecido con el de abajo.

«¿Se va a desvanecer si lo toco?»

YO NUNCA |BL|Where stories live. Discover now