Capítulo 47 ✔️

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En este punto ya estaba perdiendo la paciencia, llevé mis manos sobre la mesa apretando mis puños con brusquedad.

—Prefiero una chiquilla desafiante como esposa, a una mujer a la cual deba que mostrarle mi cuenta de banco para que acepte salir conmigo— espeté serio.

—Señor Davis, no quisimos decir...

—Antes de hablar sobre mi esposa...— dije interrumpiéndolo —primero, asegúrense de que no se aburren al lado de las suyas, porque lo que tiene mi esposa de desafiante, lo tiene de divertida, no me he un sacrificio asistir a una fiesta con ella, porque Kiara Walton no es una esposa trofeo como otras...

Nora apretó mi pierna con fuerza para que la mirara, la ignoré.

—Quizás no está relacionada en el mundo de los negocios como sus hermanos, pero eso no quiere decir que sea menos inteligente, le aseguro que tiene un futuro brillante como abogada... — continué hablando mientras veía a todos en la mesa moviendo su cabeza a un lado, buscando mirar detrás de mí.

—¡Mierda! — masculló Nora.

—Mi esposa...— hablaba cuando ella me frenó.

—No sigas hablando, Bastián...— comentó nerviosa.

Me volteé en la silla para averiguar qué rayos miraban todos en la mesa, y no pude creer lo que estaba viendo. Abrí mis ojos como platos sintiendo todo dentro de mi incendiarse.

—¿Su esposa qué, señor Davis? — inquirió alguien en la mesa.

Me puse de pie de inmediato, caminando a grandes zancadas.

—¡Bastián! — gritó Nora llamándome, pero por nada del mundo detendría mis pasos, mataría a esa mocosa de mierda.

Me conduje por el área de la piscina viendo a Kiara caminar con un traje de baño que dejaba muy poco a la imaginación

<< ¿Cómo se le ocurría ponerse algo así?>> todos los hombres la miraban, mis clientes la miraban, las mujeres la miraban, todos en este maldito hotel la miraban.

Agarré una toalla que había sobre una tumbona acercándome a ella. Me detuve delante de ella interponiendo en su camino.

— Apártate bestia— gruñó rechinando sus dientes, mirándome con recelo.

Sentí mi corazón temblar.

—Estás demente— rabié abriendo la toalla, cubriéndola.

—¡No necesito esto! — escupió llamando la atención de las personas que estaban cerca, quitándose la toalla, dejándola caer al suelo.

Respiré profundo intentando no perder el control, sin embargo, creo que ni aspirando el aire de medio mundo podría calmarme.

—¿¡Qué diablo llevas puesto!?— grité.

—No vine aquí a trabajar— respondió con naturalidad.

—Me importa muy poco a lo que viniste, sube a la maldita habitación en este instante y ponte algo de ropa— le ordené.

—No— sentenció, retándome.

—¿No? — inquirí acercándome más a ella de forma amenazadora.

—No me moveré de aquí, bestia— soltó colocando una de su mano en su cintura.

—No me obligues a hacerlo, Kiara— advertí.

—Viniste a trabajar, ¿no? Tus inversionistas esperan por ti— pronunció de manera seductora señalando el lugar en donde se encontraba Nora con mis clientes.

—Kiar...

La escuincla cruzó por mi lado dejándome con la palabra en la boca, me giré rápidamente tomándola por sus piernas y echándomela al hombro.

—¿Qué? ¡Bastián, no! — pataleó.

Emprendí el camino a la habitación con Kiara en mi hombro mientras todo el mundo disfrutaba de tan entretenida escena; la mocosa vociferaba un montón de impropios por el hotel, tenía unas ganas inmensas de propinarle una nalgada, pero con la ira que me invadía si lo hacía quizás la lastimaría.

—Silencio— le ordené una vez entré al lobby del hotel.

—¿¡Kiara!?— exclamó Kate sorprendida al vernos. Mi cuñada estaba en el lobby con algunos socios.

<< ¡Mierda!>>

—¡Kate! ¡Dile a esta bestia inhumana que me suelte! — gritó, escuchándose por todo el lugar.

Los socios de la cadena miraban la escena con cara de sorpresa, cuchicheando entre ellos.

—Buen día, señores— saludé tranquilo.

—Bastián, ¿qué sucede? — indagó Kate.

—Discúlpenme, mi esposa y yo tenemos un asunto que arreglar— dije continuando mi camino hacia la habitación.

—¡Kate! ¡Auxilio! — gritó la mocosa.

Subí por las escaleras con tal de no tener que bajarla de mi hombro cuando tomara el ascensor.

Abrí la puerta de la habitación, ingresando al interior de ella, lazando a Kiara sobre la cama sin delicadeza...

—¡Eres un imbécil!, ¡Una bestia!, ¡Te odio, Bastián Davis! — vociferó parándose de la cama hecha una furia.

Me giré con intención de salir de la habitación, como estaba ella y como estaba yo, era evidente que no podíamos hablar.

—No me escuchaste, ¡Te odio! — gruñó caminando detrás de mí.

Mi paciencia había llegado al límite.

Me giré en mis talones encarándola, la tomé de nuevo por las piernas llevándola sobre la mesa de la pequeña sala, colocando mis brazos sobre la mesa a ambos lados de ella.

—Dímelo de nuevo, dime qué me odias— la reté, clavando mis ojos en los de ellas.

Se quedó en silencio bajando su cabeza.

—Repítelo de nuevo, grítame lo bestia que soy al no querer que los hombres que están ahí afuera vean lo que es mío— declaré.

La mocosa levantó su cabeza abriendo su boca sin saber qué decir; me separé de ella masajeando mi frente con brusquedad. Claramente, este matrimonio no tenía reparo.

Volví a acercarme a ella tomando su barbilla, obligándola a mirarme.

—La próxima vez que escuche la palabra te odio salir de tu boca, me la follaré, ¿entendido? — amenacé soltándola, hosco.

Di unos pasos lejos de ella, sacando mi móvil del bolsillo de mi pantalón, marcándole a James.

—James, sube ahora a mismo a mi suite— le ordené colgando la llamada.

Kiara se bajó de la mesa.

—Te quedarás aquí por el resto del viaje— le informé.

—¿Qué? — inquirió.

—¡Digo que no pondrás un pie fuera de esta habitación si yo no lo autorizo, Kiara! — le grité.

Escuché unos toques en la puerta, fui hasta ella abriéndola, encontrando a James a fuera.

—Señor— emitió mi guardaespaldas.

—La señora Davis tiene prohibido salir de esta habitación, a menos que yo diga lo contrario— le especifiqué.

—Entendido.

—¡Bastián! — vociferó ella.

—¿Bastián? — cuestioné mirándola — ¿Ahora soy Bastián? Porque hace un momento te escuché llamarme bestia— verbalicé saliendo de la suite, cerrando la puerta.

Podía escuchar los gritos de Kiara mientras golpeaba la puerta salvajemente.

—Si Kiara sale de esta habitación, considérate despedido— le indiqué a James.

La MenorWhere stories live. Discover now