𝙈𝙞 𝙖𝙢𝙤𝙧 𝙨𝙚𝙧𝙖́ 𝙩𝙪 𝙧𝙪𝙞𝙣𝙖.
𝙈𝙞 𝙫𝙚𝙣𝙜𝙖𝙣𝙯𝙖 𝙨𝙚𝙧𝙖́ 𝙩𝙪 𝙥𝙚𝙧𝙙𝙞𝙘𝙞𝙤́𝙣.
𝙔 𝙢𝙞 𝙙𝙚𝙨𝙩𝙞𝙣𝙤 𝙨𝙚𝙧𝙖́ 𝙩𝙪 𝙢𝙪𝙚𝙧𝙩𝙚.
Jorjia perdió al chico que amaba cuando su clan se enteró de que se relacionó sentimentalmente co...
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31 de diciembre de 2025
El vestido de gala que iba a llevar en la fiesta de Año Nuevo colgaba de una percha, en una de las puertas del gran armario que cubría una pared completa de mi cuarto. Era muy bonito, pero también demasiado revelador. No buscaba gustarme a mí, por supuesto, sino a la persona que lo había escogido. O para quién estaba dedicado. Mi madre no escondió sus intenciones al traerlo, planchado, lavado y listo para ser colocado. Solo sonrió a mi reflejo cuando salí de la ducha, contenta por lo que veía. Su inmaculada flor, lista para brillar entre el baño de sangre que se produciría en las próximas horas.
En la cacería, de la que esta vez no podía escapar.
Ya era mayor de edad. Eso significaba que debía asistir, era mi obligación participar en el sagrado evento que durante siglos sostuvo los pilares de mi clan.
Del clan de Virna Volgo.
La fiesta de Año Nuevo, o también conocida por el nombre de la Cacería de los Desechos, era una forma de entretener y alimentar a los miembros después de que el jefe encontrara en la persecución de la caza una manera de contentar a sus lugartenientes y sus familias. Tenía muchos siglos de tradición, en los que había ido constituyéndose como el evento social más relevante para las familias de vampiros que vivían en el territorio de uno de los vampiros más antiguos del país.
La comida que se preseleccionaba para la fiesta estaba compuesta por gente que había huido de la justicia, o que simplemente no pudieron ser juzgados por falta de pruebas, desechos de la sociedad mortal que merecían un final que las leyes humanas no habían sabido dar. Asesinos, violadores, ladrones, pederastas... Lo peor de lo peor. Aunque esa misma gentuza estuviese conviviendo entre las filas del clan.
Esa elección contentaba a todos, desde los más sádicos vampiros que buscaban perderse en la brutalidad de la caza, hasta los más justicieros que solo buscaban impartir la justicia en donde las leyes humanas fallaron. Y con cada adepto que se sumaba a la caza, el poder de Virna se fortalecía y se consolidaba.
Simple política mezclada con un baño de sangre.
Y gracias a la popularidad que fue adquiriendo con el paso del tiempo, de los siglos, la Cacería de los Desechos se convirtió en un importante evento social, el momento perfecto para presentar a las nuevas generaciones ante los miembros más viejos y relevantes del clan, a los vampiros que habían llegado finalmente a su mayoría de edad. ¿Con qué fin? El matrimonio. Porque Virna, después de todo, no dejaba de ser un hombre arcaico que veía en el vínculo matrimonial la pervivencia del conjunto.
Ahí era donde entraba yo.
Cumplidos los veinte años, mi prioridad era casarme. Y la fiesta en la que debía encontrar el marido correcto se llevaría a cabo dentro de unas horas, cuando la noche se alzase y la caza iniciase con la luna de testigo. Porque para un vampiro, como mandaba la tradición, la prosperidad de un buen matrimonio residía en la sangre.
