Capítulo 16: Heridas

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David y yo dejamos a mi vecino en mi sofá, no sé nada de él y aquí estaba. Tirado en mi apartamento malherido.

Corro a la cocina por el botiquín de auxilios que mi madre se encargó de llenar, sus ojos no se han abierto y se quejaba de dolor más ahora que yacía aquí, estaba llena de sangre y desesperada por curarle.

Vuelvo a él arrodillándome a su lado, dejo las cosas encima de la mesilla dejando que David lo abra para sacarlo todo. Yo mientras, busco una manera de abrirle la camiseta negra sin lastimarle.

—Aquí faltaran cosas, Cassandra. Iré por algo en la farmacia. No tardo. —Dice David saliendo a toda marcha de mi departamento.

Las lágrimas no evitan descender más por mis mejillas mucho más cuando se queja, de alguna manera me hacia sentir mal verlo así y no saber que hacer en lo absoluto e imaginarlo tirado allá sin ayuda hacia que se me oprimiera el pecho.

Cojo el dobladillo de la camiseta para sacársela, pero gime de dolor muy alto cuando paso por sus costillas. Me tapo la boca disculpándome, ¿Cómo coño hago entonces para quitarsela?

Me limpio las mejillas recomponiéndome, no me necesitaba ahora así. Corro hasta una de las gavetas que preparé esta tarde en la cocina y tomo una de las tijeras, vuelvo a él a toda prisa abriéndole la camisa por el medio descubriendo su pecho tatuado.

Puedo ver lo morado que está, la sangre corre de sus costillas y parece que se la han fracturado si no me equivocaba. Parece tener una profundidad, como si fuera una apuñalada.

Me aseguro de limpiar la sangre que le rodea el punto débil, sabía que no era momento para ponerme a pensar sobre su cuerpo de infierno pero cualquier chica moriría con él. Intento ser cuidadosa pero gime en alto deteniéndome.

Tapo mi boca cuando se queja más, me dolía verle así. Sé que no le conocía de nada, pero ver a alguien indefenso siempre que no pueda ayudarle me hago que es mi culpa, y ahora lo veo en su aspecto débil que sin duda nunca por mi cabeza se hubiera pasado observarle así. Él siempre se veía tan fuerte y capaz de defenderse.

Pero supongo que todos tenemos puntos debiles.


Cuando David ha llegado media hora más tarde, me ayudó a vendarle las heridas y curarle por completo lo que lo hacía gritar del dolor. Me había recomendado un doctor pero el mismo dijo que no podía ir mientras le limpiábamos, yacía ahora tendido en mi sofá mientras David y yo estábamos en mi cocina tomando un café para calmar los nervios.

—Me veían pedir ayuda, pero ninguno de ellos se limitaba acercarse. Son personas horribles. —Pegué los labios a la taza frunciendo el ceño intentando borrar los recuerdos de mi mente. Nunca querría verle de nuevo así.

—Tiene que haber algo sobre por qué no se acercan Cassandra, digo, ese chico tiene algo extraño. —Se rasca la nuca encogiéndose de hombros.

—Ya yo sé que tan extraño puede llegar a ser, pero no por eso le dejaría tirado así. —Señalo a mis espaldas, ellos eran unos completos egoístas.

—Vale, entonces me retracto. —Sonríe. —De verdad es hora de que me vaya, pero si necesitas algo llámame ¿Bueno? —Se levanta dejando la taza encima de la mesa.

—Por supuesto, muchas gracias David. Te acompaño. —Digo gentilmente señalándole para que camine primero que yo.

Cuando llegamos a la puerta se vuelve mirando a mi vecino en el sofá y luego a mí con ojos de advertencias.

—Espero no te traigas problemas. Aunque así, lo dudo. —Bromea.

Ruedo los ojos divertida acercándome para besarle la mejilla, me sonríe y con un breve adiós antes de marcharse.

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