Capítulo 18 ✔️

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La secretaria se puso en pie, esperé a que ella me abriera la puerta para ingresar a la oficina de la bestia.

Bastián se encontraba de espalda, miraba por el ventanal con su móvil pegado a la oreja, al parecer hablaba con alguien; me quedé de pie mirando detenidamente su cuerpo, poseía una espalda ancha que provocaba quererla recorrer con tus manos o con tu boca, su cabello era tan negro que sentía envidia de su color, se veía tan sedoso como para querer agarrárselo mientras te folla sobre su escritorio, su traje a la medida resaltaba sus bíceps, y que decir de su estatura, debía admitir que realmente soy una enana delante de él, era imposible negar lo imponente que es delante de mí.

<<Cómo lucharía en contra de todo eso, en contra de él>>

Bastián se dio vuelta encontrándose con mi rostro, seguía hablando por el móvil mientras me miraba detenidamente, sentía como su mirada me quemaba, sus ojos eran de un negro intenso que iba tan malditamente bien con su cabello.

Remojé mis labios con mi lengua al sentirlo secos.

Su cuerpo tan trabajado ni sus estúpidos trajes podían esconderlo, no era un cuerpo exageradamente musculoso, era exactamente como a mí me gustaba, sin más y sin menos, y eso era lo peor de todo.

Ahora entendía que le miraban las mujeres al Lobo de Minnesota, este imbécil estaba como Dios mandaba, su aura varonil dominaba toda la oficina.

—¿¡Qué Diablos hiciste con mis ropas, mocosa diabólica!?— vociferó Bastián rodeando su escritorio, acercándose a mí; despertándome de mi ensoñación.

<<¿En qué momento había colgado su llamada?>>

Retrocedí automáticamente cuando lo sentí demasiado cerca, su perfume era jodidamente delicioso, amenazaba con hacerme pedazo los sesos.

—¿¡Quiero que me des una explicación de por qué demonios encontré mis ropas hechas trizas!?— gritó sin control.

Y Ahora comprendía por qué nada de él me atraía, era un completo idiota atrapado en un maldito cuerpo sexy.

—¿Te quedarás en silencio solo mirándome? Te he pedido una explicación— manifestó, recordándome a qué vine a este lugar.

—Tú donaste mis ropas, ¿se te olvida?— gruñí entre dientes.

—Sí, pero te compré un guardarropa de miles de dólares, y tú acabaste con uno que sé que no vas a comprar— refutó Bastián.

<<Touche>>

—Me obligaste hacerlo ¡Le dije a James que no quería que nadie tocará mis cosas! — vociferé molesta.

—Yo di la orden de hacerlo ¿Crees que permitiré que sigas vistiendo de la misma forma que cuando estabas soltera? ¡Ahora eres mi esposa!— se defendió él.

—¡Eso no te deba el derecho de deshacerte de mis cosas! —grité, sabía que quizás nuestra discusión sería la comidilla de toda la firma.

—¿A qué viniste Kiara? — preguntó dándose vuelta, exasperado.

—Necesito que revoques el despido del personal de limpieza— indiqué rápidamente.

—No voy a hacerlo— sentenció.

—¡Ellas no hicieron nada, yo hice todo sola! — expliqué.

—Dudo que tú sepas cuáles son mis camisas más costosas y cuáles son las que suelo usar más, no pudiste hacerlo sola, mocosa— planteó con lógica.

Tenía razón, si quería hacer esto debía ser sincera.

—Ellas solo seguían mis órdenes, si quieres desquitártela con alguien que sea conmigo, pero no la despidas— dije casi rayando en la súplica, me odie por sonar así.

Bastián tomó asiento en su sillón.

—Bastián— lo llamé al verlo teclear en su computador.

—¿Qué quieres? — indagó clavando sus ojos en mí.

—Ellas solo seguían mis instrucciones, tu problema claramente no es con ella sino conmigo.

—Entonces...— emitió apoyando su espalda del sillón — ¿Aceptas que fue un error hacer lo que hiciste? — declaró con arrogancia.

—¿Qué? No— respondí sin dudar.

—¿No? — repitió él.

—No, y si tuviese que hacerlo nuevamente, con gusto lo hago una y otra vez— escupí firme.

Bastián se paró del sillón.

—¿No vas a retractarte de lo que hiciste? — preguntó serio.

—No tengo por qué hacerlo— comenté; sé que tengo que ser suicida para decir esto.

Él asintió con su cabeza dando algunos pasos, se acercó a mí nuevamente sin decir nada, su silencio no podía significar nada bueno; tomó mi mentón con brusquedad, levantando mi cara, fijando sus ojos en los míos.

—Te diré algo mocosa, y quiero que jamás lo olvides, en esta historia, tú eres el huevo y yo soy la roca, y sabes lo que sucede cuando el huevo choca con lo roca, ¿cierto? No quieras chocar conmigo, Kiara— amenazó Bastián.

—No te tengo miedo, Bastián— aseguré.

—Esto es entre tu padre y yo, no quiero hacerte sufrir, pero si te sigues metiendo en mis asuntos no me importará acabar contigo también, al final de todo eres una Walton— manifestó dejándome totalmente confundida.

Soltó mi rostro sin delicadeza, alejándose, aún podía sentir sus dedos clavados en mi cara a pesar de haberme soltado.

—El personal de limpieza puede continuar trabajando, y espero que sea la última vez que se te ocurra hacer algo así. Ahora sal de mi oficina— ordenó.

La MenorWhere stories live. Discover now