Capítulo 17 ✔️

Start from the beginning
                                    

POV BASTIAN DAVIS

Llegué al departamento con Bárbara hace unos minutos, esta noche necesitaba tenerla en mi cama, el casamiento con Kiara me tenía estresado.

La tomé por la cintura dándole vuelta pegándola a la pared.

—¿Desesperado, señor Davis? — dijo con coquetería.

—Un poco, a decir verdad, sabes que no me gusta esperar— pronuncié comenzando a levantar su vestido.

—Bastián— chilló entre risa.

Cargué a Bárbara en brazo conduciéndome a mi habitación, miré la puerta de la escuincla, la cual se encontraba cerrada, debía de estar durmiendo.

Qué irónica resultaba la vida, se supone que esta noche a la que debía llevar en brazo era a mi esposa, claro, si fuese un matrimonio real.

Entré a la habitación dejando a Bárbara delante de la cama, ella llevó su mano a mi pecho, empujándome al colchón, subiéndose encima de mí, comenzó a moverse sobre mi verga, sostuve sus piernas fuertes elevando mi pelvis para que sintiera lo duro que me tenía.

—Bastián— gimió moviéndose más rápido. Cerró sus ojos llegando a su orgasmo, era increíble como podía alcanzarlo con tanta facilidad, solo bastaba frotarse contra mi verga y su coño ya lo tenía mojado para mí.

—Necesito un trago— pidió ella poniéndose en pie.

—Sírvete lo que quieras— expuse señalado las botellas sobre la mesa de centro delante del sofá, suelo tener algunas botellas, a veces no puedo dormir y me gusta tomar algo mientras veo las calles de Minnesota desde el balcón.

Me puse en pie adentrándome al baño, necesitaba una ducha.

***

Salí del baño enredado en una toalla encontrándome con Bárbara completamente desnuda sobre mi cama.

Sonreí mirando detalladamente su cuerpo, no poseía grandes curvas, era la regla entre los estándares de belleza para ser una modelo, de hecho, su éxito en las grandes casas de moda se debía a su estatura, peso y facciones de su cara, sin contar que sus padres eran personas importantes en el mundo de la moda.

Ahora que lo pensaba, la mayoría de las mujeres con las cuales cogía no tenían grandes curvas, ni traseros voluptuosos, o grandes tetas.

—Si no te cubres te vas a resfriar— bromeé acercándome a la cama.

—Por qué mejor no vienes a la cama y...— decía gateando sobre el colchón — me ayudas a entrar en calor— concluyó con voz seductora llevando su mano a la toalla que rodeaba mi cintura, quitándomela.

—No sé si estas seguras de lo que haces— manifesté mientras ella bajaba de la cama y se colocaba de rodillas delante de mí.

La muy zorra rodeo mi verga con su mano, la tomé del cabello obligándola a mirarme.

—Hasta el fondo— emití quitando su mano de mi verga; ella abrió su boca esperando recibirla gustosa.

—¿Podemos no hacer ruido? — soltó antes de que la entrara.

—¿Qué?

—La chica— explicó.

—¿De qué hablas? — pregunté sin comprender.

—La chica.

—¿La chica? ¿Cuál chica? — indagué rogándole a Dios que no se tratará de Kiara.

—La bajita, bonita, castaña— indicó Bárbara.

—¿Bajita, bonita y castaña? — repetí.
—Tengo entendido que vas a casarte con Kate Walton, y esa chica es su hermana, así que hablo de tu cuñada— indicó.

—No es mi cuñada, es mi esposa— confesé sintiendo algo de remordimiento por Kiara, pero quién la mandaba a espiarme.

—¿¡Tu esposa!? ¿¡Te casaste con esa niñata!?— vociferó ella poniéndose en pie.

—Bárbara...

—¿¡Y cuándo pensabas decírmelo, Bastián!?

Tomé la toalla del suelo cubriéndome.

—No tengo por qué informarte de las cosas que haga con mi vida.

—¡Es una mocosa! — escupió.

—Tiene veintiuno— informé.

—¿Y? Ella no te representa. Cuando escuché que te casabas con Kate Walton pude entenderlo, una empresaria exitosa que representa a su padre en la cadena de Hoteles Walton, la competencia de Taylor y Erick Walton, el orgullo de Rob; una mujer a tu altura, literal, hermosa, inteligente, capaz, pero rechazaste mi idea de tener algo serio por una escuincla— comentó.

Masajeé mi frente.

—Debo pedirte que te vistas y te vayas, te llamaré un taxi— dije sin poder creer lo que estaba haciendo, estaba perdiendo la oportunidad de un buen polvo por una mocosa.

Bárbara buscó su empezando a vestirse.

Caminé a mi walking closet para buscar algo de ropa, debía hablar con Kiara, en este departamento estaba prohibido espiarme, pensé que Rob Walton me entregaría a una esposa, no a una niña que educar.

Pero todo pensamiento abandonó mi cabeza cuando desde la puerta empecé a ver pedazos de telas tiradas por el piso, me adentré al interior del clóset viendo mis ropas hechas pedazos, camisas de casi mil dólares, hecha nada, trajes de más de cinco mil dólares ahora están convertidos picadillos en el suelo, mis corbatas... la muy maldita no dejó una sin cortar.

Vi la sección de mis pantalones...

<<Mataré a Kiara>>

Me giré para salir directo a la habitación de esa enana diabólica, pero antes de salir vi algo escrito en el espejo con labial rojo.

''Ahora estamos a manos, imbécil''

No podía creer lo que había hecho, ¿acaso Kiara ha perdido la razón? Sé que lo hizo por lo de sus ropas, pero le compré un guardarropa completo que me costó más de cien mil dólares.

Me coloqué un pantalón saliendo disparado de la habitación.

—¿Sucede algo? — me preguntó Bárbara caminando detrás de mí.

—Necesito que te marches ahora— ordené tomándola por el brazo.

La llevé a la sala, marqué a la recepción del edificio pidiendo un taxi; le di algo de dinero para que pague el taxi y comprará algo para ella, ya que la traje hasta aquí para nada.

—Bastián, espera— dijo.

Abrí la puerta del departamento sacándola.

—¡Eres un maldito idiota! — espetó furiosa.

Cerré la puerta dirigiéndome a la habitación de la mocosa, tomé la manija girándola, pero ella le había colocado seguro.

Toque varias veces sin recibir respuesta.

—¡Kiara, abre la puerta! — grité.

Con cada segundo que pasaba la rabia crecía dentro de mí.

—¡Abre la puerta, maldita mocosa! — rugí, tocando más fuerte.

Me dirigí a la cocina, en algún lugar el ama de llaves debía tener la llave de esa habitación; busqué por todo lado, sin encontrarla.

<<Cálmate, cálmate, no puedes perder los estribos por una niñata>> me dije.

Me fui a mi habitación, sabía que hoy ella no abriría esa puerta, pero mañana tendría que salir y cuando lo hiciera nada la salvaría de su castigo, ni mucho menos de mi furia.

La MenorWhere stories live. Discover now