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──YA ERA de tarde y habías decidido quedarte en tu casa para prepararle unos panqueques a tu chico, el cual había salido para comprar el regalo de cumpleaños de su madre el que ya estaba a la vuelta de la esquina.
Al escuchar el sonido de la puerta abrirse, sonreiste inconsciente y dejaste de lado la comida que ya estaba lista, te dirigiste a la sala y pusiste el plato sobre la mesa, para recibirlo con un fuerte abrazo.
Un ojiverde bastante risueño entró a la casa, encontrándose con la imagen más tierna, a su parecer. Tu acomodando la mini sorpresa que le tenías.
Al notar que ya tu amado había entrado a la casa, rápidamente te diste la vuelta y con una sonrisa inmensa te dirigiste a el para darle un fuerte abrazo.
El chico delante de tí depositó la bolsa en el suelo y recibió gustoso ese lindo gesto de tu parte.
No sabes como, pero terminaste en el sillón con Dybala encima de ti haciéndote cosquillas en la panza.
— ¡Paulo! — Varias carcajadas salían de tu boca al sentir las cosquillas que te hacía tu esposo.
El "Señor" Dybala y tú tienen un año de casados, pero siempre la re vivian como si fuera ayer que eran aquellos adolescentes que se avergonzaban por la mínima cosa que los hacía ver bobos ante ellos mismos.
— ¡Paulo! — Volviste a decir, pero esta vez el ojiclaros recibió una patada de tu parte con la intención de alejarlo de ti, porque a este paso te ibas a morir de la risa ahí mismo.
Escuchaste un grave quejido del mayor; así que esta vez si te asustaste y te levantaste del sillón para ir a revisarlo como buena enfermera y esposa que sos.
— Perdón cielo. — Dijiste mientras le sobabas el estómago donde había recibido la patada.
— ¡Ajá! Así te quería ver.— Pau se reincorporo y volvió a hacerte cosquillas. — Fueras visto tu cara.— te dirigió una mirada burlona junto a una sonrisa de esas que te derretían en un solo segundo.
— "Fiiris visti ti ciri". — Imitaste su voz con una especie de voz chillona mientras le hacías una mueca y te alejabas de el indignada, como buena drama queen que eres.
