30: Corazones Rotos

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EMILIANO

Siempre había pensado que Inglaterra era un país frío y solitario. No tenía la calidez Argentina que me gustaba y con toda mí familia en mi país natal, siempre era difícil volver a la rutina.

Abandoné mí departamento, con las llaves de mi auto en la mano. Le lancé una breve mirada al lugar. Era mi hogar y Jaz nunca había pisado ese piso, pero por alguna extraña razón el departamento se sentía más solitario que nunca.

Conducí, escuchando música en silencio. Birmingham era una ciudad grande, repleta de delicados lujos y arquitectura agradable a la vista. Era normal ver a ciudadanos millonarios recorriendo las calles y los lagos con sus autos y botes caros.

Aveces, parecía que nunca iba acostumbrarme a la vida en Reino Unido.

Estacioné mi coche frente a la gran casa que se alzaba imponente en Bodymoor Heath, un pueblo en las afueras de Birmingham. La casa quedaba a pocas cuadras de nuestro lugar de entrenamiento, en el Aston.

—Mr. Martinez, welcome to Bodymoor
Heath —me recibió el inglés, con amabilidad. Era un hombre de estatura baja, barriga grande y tenía un bigote blanquecino.

—Thank you, Mr. Permenton. Right? —le estreché la mano, metiéndome las manos a los bolsillos de mi pantalón.

—That's right, he told me that maybe I could not buy the house —básicamente me estaba diciendo que yo le informé que ya no quería comprar la casa.

Lo que era cierto. Jaz y yo ya no estábamos juntos, no tenía sentido comprarla.

—I would like to take a look —me lo pensé mejor, diciendo que me gustaría darle un vistazo a la casa.

Emiliano, que hacés

Supongo que aún conservaba algo de esperanza con ella, y eso me molestaba un poco.

El señor me guió dentro del terreno. Era una casa gigante con un patio enorme. Tenía piscina climatizada, cancha de tenis, cancha de fútbol, un garaje con capacidad para seis autos. Muchas habitaciones (7) y la principal tenía el tamaño de mí departamento.

Había un área para niños, el cual miré con cierta nostalgia. Ya venía con la casa, no es que Jaz y yo tendríamos hijos alguna vez. Pero no pude evitar imaginar a una pequeña bebé recorriendo las alfombras, con su sonrisa encantadora.

—Is everything alright, Mr. Martinez? —preguntó el señor, observándome con cierta preocupación. Probablemente pensaba que la casa no me gustaba.

Y sí, no me gustaba. Me encantaba, era perfecta. Perfecta para Skyla, perfecta para Jaz.

No estaba molesto con ella, ni la juzgaba. Estaba muy dolido, claro y mí psicólogo me había recomendado bloquearla. Sin embargo, Sergio Agüero tuvo que crear un grupo para todos y adivinen quién estaba ahí.

Recuerdo que me puse muy nervioso, sin saber que decir en el grupo. Especialmente cuando ella escribió, no supe que hacer. Así que me comporté de la manera más arisca posible y me cagué de risa cuando ella actuó de la misma forma, tan tierna.

Luego me reprendí a mí mismo por reírme de algo de ella. No debemos reírnos, ella es el enemigo.

—Yeah, i'm fine —me acaricié el mentón y observé la casa una vez más. Ya me habían dado las llaves pero las había devuelto después de terminar con Jaz.

—And what do you think?

Me preguntó que tal me parecía, la casa.

—I buy it.

Fugaces | Dibu Martinez (TERMINADA)Where stories live. Discover now