Una vez más, en el gran comedor se cubrieron los oídos. Lori estuvo tentada a esconderse entre sus rodillas, solo para huir del grito banshee de la chica Black.

―¿Cora? ―el susurro de Meissa interrumpió el silencio que se creó en el gran comedor. ―¡Cora!

Meissa se levantó de un salto, arrodillándose delante de su novia, que la miraba, intentando tranquilizar sus nervios.

Tranquila, no es nada.

Pero era muy preocupante. Meissa recordó la vez que la sacaron de la casa Eichen. Mientras Stiles manejaba el Jeep, Scott de copiloto e Isaac con ella en los asientos traseros, soltó un grito de apenas un segundo, pero fue suficiente para dañar los oídos de su novio, recordó el horror que sintió cuando vio como la sangre caía de su oído izquierdo. Y ahora le tocó a su novia.

―Estoy bien. ―la miró, Isaac, Regulus y Stiles se encargaban de mirar a todos con gran frialdad, rentándolos a decir algo al respecto.

―No duele. ―le dijo, pero Meissa sabía que mentía.

―Ten. ―Bellatrix se levantó y le dio una poción a la Hale, a pesar de su sanación rápida, querían tranquilizar a Meissa.

―¿Ves?

―Tendré que darles tapones a todos ustedes. ―sentenció Meissa mirando a la manada, luego de ver la mueca de dolor que Brett intentó disimular. ―¿Están bien ustedes cinco?

―¡Sí! ―respondieron Liam, Lori, Brett, Mason y Corey al instante, tratando de no hacerla sentir mal.

Meissa se acomodó en medio de sus novios una vez más, tomando las manos de ambos, ignorando que todos a su alrededor miraban a la manada, preguntándose cuántas veces había sucedido tal incidente.

Los murmullos se detuvieron, pero un dolor de cabeza se hizo presente, la vista se me nubló y fue inevitable no caer a un lado, pero jamás logré tocar el suelo.

Escuchaba mi nombre, una voz conocida, pero no sabía de quién se trataba, una figura frente a mí se movía, no sabía quién era. Sentí unos fuertes brazos alzándome, el frío acarició mi rostro mientras lo único que podía ver eran los árboles que tapaban la vista hacia el cielo nocturno.

Sentía que me movía, pero no era yo. Esto de heredar un don que la familia Black le daba a las mujeres era un horror. ¿Por qué fui yo quién tuvo que tener esta maldición, como en el mundo mágico decían? Hubiera preferido mil veces ser metamorfomaga.

Tonks sonrió de lado.

Escuché susurros a mi alrededor, pero no aquellos que me atormentaban, y luego como esos fuertes brazos cambiaron por unos más acogedores, fue inevitable no acomodarme en ellos, escuchaba una pequeña voz chillona que curiosamente se parecía a la de Kreacher, también unas amenazas que no supe de quién eran y a quién se dirigían.

Pronto, mi espalda tocó una superficie blanda, cómoda. Mi cuerpo pronto tomó calor cuando me cubrieron hasta el cuello. Sentí caricias en mi cabello, un beso en mi frente, y una voz tranquilizante.

Ya estás en casa, pequeña estrella. ―el susurro de mi padre fue lo último que escuché antes de que el sueño me invadiera.

Tendría que considerar amarrarme a la cama.

James apretó la mandíbula ante el apodo, se supone que ella sería su pequeña florecita.

No estaba bien para manejar, así que mi padre conducía su auto mientras me llevaba a la escuela. Había despertado con un dolor de garganta insoportable, tuve que beber una poción para deshacerlo.

𝙼𝚎𝚒𝚜𝚜𝚊 // 𝚆𝚃𝙼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora