Prólogo

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Había caído la noche, los animales nocturnos despertaron, la oscuridad era invadida por la luz proveniente de la luna, la cual esa noche especialmente era más hermosa.

El Dios del sol, llamado Luffy, en aquella ocasión no quiso entrar a su castillo, estaba malhumorado pues aquel día había pasado sin pena ni gloria, y así había sido por mucho tiempo.

—No quiero seguir solo, Han—habló mirando a la luna—.Estar solo duele mucho.

Para Luffy su única amiga era la Luna, era su mejor confidente y siempre en aquellas noches tristes, ella estaba presente irradiando su luz blanca.

Los deseos subieron a lo alto, los deseos más profundos del corazón. Esa noche sin que Luffy se percatara, parte de su energía salió de él para dirigirse a la Luna.

Aquel fenómeno nunca antes se había presentado.

Mil Años Sin Ti | Luffy & HancockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora