𓁉 CAPÍTULO 3 - La pérdida irreparable 𓁉

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Egipto, Primer Periodo Intermedio (c. 2181-2050 a. C.)


Ra se había levantado por el horizonte y con él una absoluta tristeza y silencio en el palacio de Mentuhotep II y en los hogares de los habitantes de todo Egipto, puesto que la amada hija del faraón y futura esposa del Sacerdote Mayor de Amón Ra, Halima, había trascendido a su encuentro en el juicio con Osiris para vivir eternamente en los Campos de Aaru en el más allá. 

Aunque su muerte había sido prematura, con 17 años y toda una prodigiosa vida por delante en servicio de los dioses, y pese al inmenso vacío y la pérdida irreparable que eso significaba, el faraón en el fondo de su ser también sentía regocijo al tener la certeza de que su amada y adorada hija, al ser tan perfecta como una piedra preciosa ante los ojos de Ra, había sido elegida para acompañarlo y ser digna de un lugar junto a él, imaginándola sentada en una silla de oro y en una mesa donde se celebraba un gran banquete en su honor. Por lo que deseando imitar a lo que su imaginación le mostraba, invitó a muchos nobles y sacerdotes a un banquete para celebrar que su hija, Halima, ahora se encontraba en el paraíso. 

La muerte de Halima había dejado de significar desconsuelo para Egipto y se había convertido en motivo de dicha y festividad. Excepto para Thutmes. para quien el dolor y la pérdida era como una estaca incrustada en su pecho.

Thutmes había despertado aquel día con la esperanza de hallar una manera de ver a Halima, de hecho, había pasado las últimas noches tratando de armar un plan o una excusa lo suficientemente fuerte para poder tener la dicha de estar en presencia de su amada. Pero el conocimiento de su muerte había llegado a él en el momento en que su padre Amsu había vuelto a casa más temprano de lo usual y le habría comunicado la fatídica noticia a él y su madre Ife, sintiendo en ese momento como la rabia y el dolor se apoderaban de su cuerpo.

— ¡Por Ra!, era una jovencita muy bella y agradable —dijo su madre llevándose una mano a la boca para contener un poco la sorpresa. —El faraón debe estar devastado —añadió con clara tristeza en su voz.

—Nuestro padre sabe que así es, pero ha decidido festejarla por todo lo alto... y su sepultura y su tumba se planea sea una de las bellas de todo el Alto y bajo Egipto. —habló Amsu con voz reconfortante.

Thutmes solo escuchaba lo que sus padres decían, pero no era capaz de emitir palabra alguna, pues no era de conocimiento de ellos que él y Halima se habían enamorado con apenas mirarse a los ojos y cruzar un momento de bellas palabras.  Estaba empezando a sentir como su pecho subía y bajaba con mayor frecuencia y las lágrimas le brotaban de los ojos aunque él intentaba contenerse. 

"El faraón debe estar devastado" habían sido las palabras de su madre segundos atrás, pero sólo Ra sabía que era él quien se sentía más que devastado... derrotado... aniquilado, ni siquiera encontraba dentro de su vocabulario la palabra adecuada para explicarse a sí mismo lo que estaba sintiendo en ese mismo instante. Su amada y adorada Halima ya no estaba en el mundo de los vivos... se había marchado y lo había abandonado a su suerte. ¿Cómo pudo hacerle eso? ¿Cómo los dioses se habían atrevido a escupirle en la cara?

— ¡Hijo mío! —exclamó su madre con preocupación al notar la reacción de Thutmes y se acercó a rodearlo con los brazos. Ife conocía a su hijo, para ella no bastaba más que ver a su amado Thutmes directo a los ojos para darse cuenta de lo destrozado y desconsolado que se encontraba. — Oh, mi Thutmes, no tenía idea. —dijo en su oído con voz suave. —Lo siento mucho, hijo mío.

Thutmes no podía hablar. Intentaba abrir la boca pero no salía ningún sonido de su garganta. 

—Nunca imaginé que tú y la princesa... —volvió a hablar Ife, callando al sentir como el nudo en su garganta se volvía más grande. Ella ahora también se encontraba llorando mientras abrazaba con fuerza a su hijo. Se sentía triste por él.

UNA VIDA ENCONTRÁNDOTE ©Where stories live. Discover now