1 - Reencuentro [Jade]

8 0 0
                                    

¿Saben lo que se siente tener migrañas? Al principio, es un dolor constante que no sabes de dónde proviene, qué lo provoca. Pero sí sabes que puede ser una jodida mierda porque te mareas, te indispones, y hasta llegas a vomitar del bajón de presión que te genera. No puedes comer mucho porque se te revuelve el estómago. Tienes el impulso de devolver el agua de no estar acostumbrado a comer, y así un círculo vicioso del que parece que nunca saldrás. Te molestan los ruidos, la luz. Debes aislarte en tu burbuja, en medio de la oscuridad, solo con el ruido del silencio y un pitido que inunda tus oídos mientras estás sentado, porque si te acuestas es mucho peor. Aislado, incomunicado, perdido en tus propios dolores y heridas. Agresivo, malhumorado, con odio a todo el mundo, sin importar si te hayan hablado o no. Es indistinto. Estás dolorido.

Me encontraba muy herida. Aunque Perrie se hubiese marchado sin decir nada antes, todavía lo sentía como si hubiese sido el día anterior. Cada vez que alguien la mencionaba me invadía un odio importante. Uno grande. Me ponía un tanto arisca y más reservada, y se me notaba en la cara que me había fastidiado el tan solo escuchar su nombre.

También me molestaba que estaba haciendo una cosa y me recordaba a Perrie. Allí me molestaba conmigo misma por asimilar actividades de mi vida cotidiana con alguien que ya no estaba en ella, por lo que traté de borrarla desesperadamente de mi mente, como si nunca hubiese existido.

Cuando estás medicado, pueden pasar dos cosas: uno es que de entrada consigas aplacar los síntomas de a poco hasta que se logra una estabilidad, que puedes ir controlando esos dolores, se atenúan con el paso de los días hasta que te hace efecto el medicamento. Pero otra de las posibles opciones es que surja efecto por un corto tiempo y que esos síntomas vuelvan con la misma intensidad o con unos amigos indeseados. Efectos secundarios de esa pastilla, la misma migraña con la que surgen nuevos síntomas tales como sentirte aturdido, perder el equilibrio. Al final, ese medicamento que parecía ser una ayuda termina siendo otro obstáculo más. Necesitas una nueva porque tampoco puedes vivir como estabas al principio.

Por lo menos fue una solución momentánea que me trajo un poco de calma dentro de todo el caos que había en mi interior. Pero como todas las cicatrices, si no sanan correctamente pueden volver a sangrar e infectarse. El dolor sería mucho mayor si no tenía cuidado y no prestaba atención, y si no quería mirar hacia atrás, solucionar todo lo que quedó sin asimilar...

Estuve tranquila por un tiempo. Logré recomponerme pegando trozos que no iban en su lugar, aunque funcionaba. Tembloroso, a punto de caerse, pero funcionaba. Eso si no lo tocabas, ni pasabas cerca, ni lo soplabas porque corría el riesgo de desmoronarse por completo y en pedazos mucho más pequeñitos que serían más tediosos de pegar.

Pero entonces sentí el aroma. Ese particular que era imposible de describir, ese que no podía comparar con otra manada más que de...un lobo solitario.

No, no podía ser cierto. De repente me sentí mareada, tratando de no tambalearme. Mi mente estaba dando vueltas, meneando la cabeza para concentrarme en otra cosa, pero me era imposible, teniendo que desviar mi camino y corriendo directamente por la ruta que mi nariz me indicaba, metiéndome entre el bosque que alguna vez había jugado al cazador hacía años atrás, que me había escabullido y escondido ante la presencia de otra manada invadiendo mi territorio, con un montón de recuerdos que vibraban por mi piel, sin tener control sobre ellos.

Y entonces vi al criminal.

Era un lobo, sí, oliendo una marca en un árbol, pero no parecía querer borrarla, sino que lucía...desorientado. Aun así no iba a dejar atrás mis instintos, cerrando los ojos y estirando el cuello hacia arriba, mis huesos crujiendo mientras se estiraban hasta que dejé salir a la bestia, sintiendo la tierra mojada bajo mis patas, cómo las garras se clavaban en la tierra, haciendo el menor ruido posible con cada paso, pero el invasor levantó la cabeza olfateando el aire, yo agazapándome en un intento de que no me viera, y de repente salió corriendo rápidamente a una dirección, sin perder el tiempo y siguiéndolo. Era rápido. Muy rápido. Tanto que debía medir mi respiración para no quedarme sin aliento como había aprendido hacía unos años. Lo seguí un buen rato en el que no bajaba el ritmo, empezando a cansarme en el último tramo que para mi suerte desencadenó un campo abierto, saliendo del bosque en el que ya no tenía ninguna cobertura para perderme. Al verse sin escapatoria se detuvo, a la vez yo también frenando a unos metros de él y volviendo a transformarme para quedar en dos pies. Jadeaba un poco lo que parecía con dificultad, fijándome en la suciedad de su pelaje que daba la impresión que había estado en problemas a decir por los arañazos y mordidas que también tenía.

Se encorvó con el chasquido de sus huesos resonando con fuerza, escuchando sus gruñidos de dolor por el cambio, quizás habiendo estado transformado demasiado tiempo. Y cuando se terminó de transformar incorporándose lentamente, mi garganta se secó y mi cuerpo entero se tensó, entrecortándose mi respiración mientras se giraba. Lo blanco que había sido su cabello ahora era de un color arena y lacio un poco por debajo de sus hombros, interponiéndose delante de su rostro por el viento seco, asomando sus ojos celestes que brillaban ferozmente en esa mirada de hielo que se clavó en la mía.

- Hola, Jade.

Oh, diablos.

She Wolf: Her Blood [ACTIVO]Where stories live. Discover now