Vincent Maslow sabía que no debía desearlo, su nuevo asistente temporal estaba completamente fuera de sus propios límites, demasiado joven para él, demasiado impoluto, y aun así no podía apartar sus ojos de él, no podía evitar imaginar los escenario...
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CODY ADLER
Cada día después de la escuela, Cody tenía que regresar caminando a casa.
"Es demasiado pequeño para volver solo" Debatía su madre.
"Ya tiene ocho años, tiene edad suficiente, además vivimos a dos cuadras, estará bien." Aseveraba su padre.
Su madre alzaba las dos cejas y su padre bufaba, un incómodo silencio se apoderaba de la casa.
"De acuerdo, lo recogeré." Respondía sin mirarla.
Aun cuando sus palabras sonaron sinceras, nunca lo recogió.
Su madre enseñaba en la secundaria católica del pueblo hasta las cinco de la tarde por lo que no podía ir por él a las tres de la primaria pública.
La primera vez que su padre no fue a recogerlo, las manos Cody temblaron, esperó hasta que el cielo se puso naranja, después caminó de regreso. Su padre ni siquiera notó su presencia en casa cuando llegó, fue hasta que cruzó por la puerta de su oficina cuando le escuchó hablarle.
-Tardaste en regresar.- Dijo mirando su reloj de muñeca. Cody comenzaba a notar que su padre miraba más a dicho reloj que a él, como si el tiempo fuera más importante.
Cody se aclaró la garganta.
-Dijiste que me recogerías.-
-Mi padre no me recogía desde el kinder y mírame, sigo aquí. Algo de independencia te dará carácter.- Dijo su padre sin más, ojos atentos a las historias clínicas en sus manos. -No le dirás una palabra a tu madre.-
Mentir es malo... cada que lo hacía debía poner un dólar en el tarro de las mentiras, no tenía tanto dinero, Cody pensó toda la noche en como llenar el tarro cada vez que su padre le hiciera mentir sobre el trayecto a casa.
Desde entonces, Cody regresó sólo. En cierto modo, le gustaba, el camino era tranquilo, le gustaba perderse en las plantas en su camino, en los animales ocasionales que encontraba, en los sonidos de los autos. Estaba bien con volver a casa a solas, hasta que conoció a Brett.
Brett era un chico nuevo en clase, tenía una mirada que le provocaba escalofríos hasta a la maestra, era más alto que el resto, cualquiera que lo viera pensaría que era un chico de secundaria, incluso cuando había repetido tercer año dos veces. Todos los días, le robaba el almuerzo y el dinero a un niño de primero diferente, Cody aprendió a alejarse de él durante clases, se le daba bien ser invisible después de todo; pero un día se lo topó en el camino a casa, pateando a un niño en el suelo, el niño era de segundo año, lo reconocía porque él y sus padres iban a la misma iglesia que su familia todos los domingos.
-Eso...- Cody dijo con voz temblorosa. -Eso no es amable.-
Brett volteó a verlo, y algo en esa mirada aterradora se iluminó, como la de un tigre al encontrar una presa nueva. El chico en el suelo salió corriendo, a Brett no pareció importarle, parecía particularmente fascinado con Cody. Le ordenó que le diera el dinero de su almuerzo, cuando Cody dijo que no tenía fue cuando a Brett comenzó a golpearlo.
