IX

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Suspiro una vez más mientras se acomodaba bajo las mantas, gruñó en bajito cuando acomodó su pierna para estirarla, odiaba estar así, sin actividad física ni poder ir a trabajar. Pero, lamentablemente le habían tenido que colocar una bota ortopédica para subsanar las heridas que había causado aquellas balas, además de, dejar reposar el peso de su cuerpo en aquella zona.

Al menos, tendría que estar tres días con licencia médica y luego volver a trabajar, con bota ortopédica claro, la cabeza del equipo médico del FBI no podía estar mucho tiempo fuera y aunque Horacio -siendo el director de dicha organización- alegó para que se le diera más reposo, no pudo contra la terquedad de la directora del hospital, Elizabeth Sloane.

Tenía frío, más que nada era porque tenía temperatura y claramente seguiría así por un par de horas más, la tensión que había pasado cuando fue a ver su departamento, cómo había quedado todo, la cólera que le había dado al ver qué habían destrozado casi todo, al menos había podido recuperar las fotos de su madre y Alexander, un dinero que tenía guardado y el collar que le había regalado Irina antes de fallecer, en su último cumpleaños. Tomó aire una vez más para botarlo, el analgésico no estaba haciendo el efecto esperado para poder bajar su temperatura, considero en ir a darse una ducha fría, pero tenía dos problemas, no quería sentirse un intruso en casa ajena y además qué en ese momento sintió la puerta de calle abrirse y unas risas detrás de está.

Ladeó un poco su cabeza para poder observar que Horacio venía con Gustabo, su hermano, entrando a la residencia, carraspeo un poco la sed que le estaba dando el tener aquella temperatura en su cuerpo.

—Priviet. -Saludo a los dos-
—Hola Volkov -Saludo Gustabo de vuelta-
—Hey ¿Pasa algo?

Preguntó Horacio acercándose a él cuando le vio tan arropado bajo esa manta que llevaba desde la antigua casa, el médico se encontraba más pálido de lo normal y sus ojeras se marcaban más.

—Tengo temperatura, no te preocupes debe ser por lo que pasó en la mañana, me tomé un analgésico, solo hay que esperar a que haga efecto.

El moreno colocó una mano en la frente del soviético quién protestó en voz baja al sentirla tan helada.

—Viktor, estás volando, tío.
—Ya...me iba a dar una ducha, pero...
—¿Pero?
—No quería sentirme un intruso.

Murmuró en voz baja mientras volvía a carraspear, el director del FBI suspiró para dejar la mochila a un lado, le quitó la manta y de un solo movimiento lo tomó en brazos.

—Horacio ¿Qué haces?
—Mucho me has cuidado tú, te debo cuidar yo a ti ahora, vamos a que te bañes y descanses correctamente en la cama. Gustabo, saca los computadores y los informes, ya bajo yo.
—10-4 prepararé una sopa de pollo a nuestro querido médico.

El moreno asintió para caminar hacia la escalera.

—Te dije que podías usar la habitación que quisieras.
—Horacio, no...
—Viktor, no comencemos otra pelea, ya te dije que estás como protección de testigos del FBI
—Del FBI, no de ti.
—Yo soy el FBI, por lo tanto, estás bajo mi protección.

Comentó el de cresta para entrar a la habitación dónde le había dejado sus cosas al soviético junto con Greco, lo dejó con cuidado en la cama para caminar hacia el baño de aquella habitación, segundos después se escuchó las llaves.

—Ve quitando la ropa mientras yo tempero el agua.

El soviético negó con su cabeza, primero quitó su bota ortopédica junto sus zapatos, para luego quitar su cinturón del pantalón y por último la camiseta que llevaba puesta, se levantó en el momento en que Horacio salía del baño.

—Listo, ve a bañarte mientras ayudo a Gusta...bo

El moreno se quedó callado, Víktor se dio cuenta de eso pensando que había hecho algo mal dio un paso hacia atrás.

—Joder...yo...uhm...la ducha ya está...lista, ve a bañarte.
—Ah, sí, claro.

Murmuró para adentrarse al baño rápidamente cerrando la puerta tras de él, Horacio seguía parado en el mismo lugar, tomó aire y lo boto lentamente.

—Es que eres guapísimo, joder.

Iba a tener que tener todo el autocontrol posible para no abalanzarse sobre ese soviético y reventarle la polla a sentones. Movió su cabeza de lado a lado para quitarse ese intrusivo pensamiento, lo que no se quitaría era el pánico que habían sentido ambos y como sus corazones habían latido más rápido que nunca.

Cuando el moreno terminó de redactar ese maldito papel que le había dado Madisson, eran las 11 de la noche, Gustabo se iba a quedar en casa ya que estaba bastante agotado para manejar hacia la suya y Greco le tocaba el turno nocturno. Se despidió de su hermano antes de entrar aquella habitación, el soviético veía una película claramente concentrado.

—¿Todo bien?
—Si Horacio, ya estoy mejor, tranquilo
—Me alegro muchísimo ¿Estás viendo una película?
—Sí, si quieres ven a verla conmigo
—¿Puedo ir a colocarme el pantalón de dormir y recostarme a tu lado?

El soviético asintió con una pequeña sonrisa que le heló la sangre a Horacio pero le hizo sentir cálido el corazón, tenía la sonrisa más bonita que haya visto, rápidamente fue hasta su habitación para poder ir a darse una rápida ducha y colocarse su pantalón de dormir.

Volkov había parado la película para poder esperar a Horacio, cuando el moreno llegó dejó su celular a un lado para acomodarse en la cama dejándole un amplio espacio al moreno y no molestarle, aunque cuando se metió, se pegó a él como lapa y colocó su cabeza en su hombro.

—Vas a estar incómodo así, ven.

Con cuidado, el mayor paso su brazo tras la espalda del moreno a un claro ofrecimiento que se recostara en su pecho, el moreno no se negó, tomó el control para nuevamente colocar la película.

Sus dedos acariciaban el cabello húmedo del director del FBI.

—Eres de los míos, no les da miedo las películas de terror.
—No, de hecho, le tengo miedo a pocas cosas
—¿Cómo a qué?
—Perder a mis seres queridos, por ejemplo, entre ellos cuentas tú.

Horacio se sonrojo un poco, se escondió un poco más en el pecho del soviético que ni cuenta se había dado de sus palabras.

—Yo también tengo miedo a perderte, ya sabes, rollo...que te pase algo y no llegar.
—Horacio, tú siempre llegas, a todo. Recuerda cuántas veces te he tenido que atender porque llegas a todo, inclusive con caída de árbol incluida porque el señor quiso salvar un gatito.
—Fue un buen día ese, eh.
—Te atendí 7 veces, Horacio. Hasta que te obligué a salir de servicio para que fueses a descansar correctamente.

El de piel canela soltó una risita traviesa mientras Víktor negaba con su cabeza, las caricias no habían cesado, minutos después de silencio observó al director para darse cuenta que estaba dormido en su pecho, con cuidado apagó la televisión y se acomodó para que Horacio durmiera mejor en su pecho, le abrazó con cuidado.

No supo porque lo hizo, pero antes de caer dormido le regaló un beso en la frente y un "Gracias" que quedaría guardado en aquellas cuatro paredes.

Comenzaban a tener una relación de pareja sin aún ser novios.

The Nights [Volkacio]Where stories live. Discover now