Capítulo 34: "Hada madrina" (Angel)

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No es un lugar muy acogedor a decir verdad. La prisión es un lugar frío, lúgubre y tenebroso, con esa luz amarillenta que me hace ver ictérico, el olor a humedad combinado con orina de vagabundo y sudor de hombre super apestoso me hacen llorar los ojos, y la dura piedra que tengo por cama me va a provocar una hernia lumbar, pero recordar a Abril ensangrentada, muriendo en los brazos de ese imbécil hace que todo lo que hice haya valido la pena y si volviera a tenerlo frente a mí, haría todo de nuevo.

Me siento muy satisfecho conmigo mismo, francamente los moretones en la cara y el tabique desviado son una de mis mejores obras de arte, pero al parecer, Abril no está muy de acuerdo conmigo.

Está sentada del otro lado de la celda, con el cabello detrás de las orejas y los brazos cruzados sobre su pecho, como siempre que está determinada a demostrar algo, en este caso, su enojo colosal. ¿Cómo lo sé? Bueno, no me hace falta preguntarle. Su cabello rojo encendido como si fuera lavagirl y sus pupilas negras tan dilatadas que parecen abarcar toda su córnea me dan una ligera pista.

—Ya deja de verme así, por Dios santo. —Le digo y pongo un poco más de sana distancia entre los dos, sentandome al rincón de la celda con las piernas encogidas.

—Eres una bestia, Angel. —Gruñe del otro lado.

—Qué fue lo que no te gustó, ¿El tabique desviado, o las costillas rotas? —Hago un puchero.

—No te hagas el gracioso, Angel. Casi lo matas y ahora estás aquí encerrado, dime. ¿Qué lograste con eso? —Desvía la mirada y por primera vez entiendo su punto. Sé que tiene razón (como siempre) pero no voy a dar mi brazo a torcer.

—Si le hubiera arrojado ese maldito trofeo, habría logrado algo y la estancia en esta pocilga hubiera valido la pena. —Murmuro entre dientes.

—¿Te estás escuchando, Angel? ¡Pareces un maldito loco! —Exclama y se pone de pie de un salto.

—¡Tú eres quien está defendiendo al canalla que te mató, como si fuera el amor de tu vida! ¡¿Y te atreves a decirme loco a mí?! —Exploto saltando de la cama y avanzando en zancadas por la celda hasta quedar frente a ella.

—¡No lo estoy defendiendo! —Continúa ella. —Solo le estoy dando el beneficio de la duda, maldito lunático.

—¡Pues tal vez lo sea! ¿Okay? —Rezongo a centímetros de su cara. —Tal vez soy un maldito loco porque solo yo puedo verte. Tal vez sea un lunático porque solo yo estoy tratando de vengar lo que te hizo ese hijo de perra.

—¡No eres un jodido vengador, Angel, a ver si te enteras! ¡Eres un maldito friki que se enamora de los muertos! —Escupe y se queda callada tapándose la boca con las manos, como tratando de desdibujar las palabras que arrojó y que ahora flotan en el aire, pesadas y crueles.

—¡Oye tu! —Gritan desde otra celda. —el maldito esquizofrénico que está hablando solo, ¡Callate de una vez!

—¡No me jodas, imbécil! —Replico dándole la espalda a Abril y caminando de nuevo hacia mi cama de piedra.

—¡No necesitas una cárcel! —Dice otro. —¡Necesitas un manicomio! ¡Chiflado! —Secunda otro y lo acompañan un conjunto de risas desde las celdas aledañas.

—O un exorcismo. —Digo para mí mismo, haciéndome un ovillo en la cama.

—Angel... —Dice Abril, intentando llegar a mi.

—Dejame solo, Abril.

—Lo siento yo no quería decir... —La interrumpo.

—Si, si querías decirlo. —Susurro. —Supongo que por eso no has mencionado palabra sobre las visiones, o sobre mis sentimientos, o sobre nada en realidad. Por eso te fuiste.

—No, yo...

—Ey, tu, perturbado. —Dicen a mis espaldas, dando golpes a los barrotes de la celda con lo que parece ser un garrote de policía. —Pagaron tu fianza. Fuera de aquí.

—¿Qué? —Pregunto dándome la vuelta, observando al bachiller de policía que me mira como si fuera un fenómeno de circo, mientras abre la puerta de la celda.

—¿Aparte de esquizofrenico eres retrasado? ¡Pagaron tu fianza, lárgate de aquí! —Sostiene la puerta abierta para mí, haciéndome un ademan con la mano para que mueva el culo.

Eso hago. Me pongo los zapatos rápidamente y tomo la chaqueta antes de salir corriendo, dejando a Abril tras de mi, herido y con la dignidad en el suelo. Avanzo rápidamente hacia la puerta del CAI Federman (comando de atención inmediata) y empiezo a ver todo rojo cuando veo a quien me pagó la fianza.

—¿Tu otra vez, maldita mierda? —Pregunto avanzando a zancadas antes de que un policía se me atraviese deteniendome el paso.

—¿Así tratas a tu hada madrina? —Habla Leonard con una sonrisa torcida y satisfecha al ver mi ira.

Su rostro es todo un poema. Labio partido, ojo morado e hinchado, ceja cortada, pero definitivamente lo mejor es el tabique destrozado y el cabestrillo que sostiene su brazo fracturado.

—¿Está seguro de que lo dejemos ir, señor? —Pregunta el policía. —Podemos tenerlo aquí al menos una noche, para que coja escarmiento.

—No es necesario. Yo me encargo, Ruiz. —Leonard le sonrie calmadamente y el policía finalmente me suelta el brazo.

—Si Ruiz, vuelve a chupársela a tu superior, tal vez así te asciendan.

—Eso es una falta de respeto a la autoridad, podría llevarte de nuevo adentro, ¿Sabes? Y esta vez no habrá fianza que valga.

—Discúlpalo, Ruiz. Está un poco alterado por la falta de sueño, pero no pasa nada. Yo me encargo de él.

—Tenga cuidado, doc. —Le dice el maldito bachiller. —Este tipo está loco de remate, habla solo y todo.

—Pierda cuidado, en la casa de reposo cuidarán bien de él. ¿Nos vamos Angel? —Llega a mi y me toma del codo, guiandome suavemente a su Mazda 3 color gris.

¿Casa de reposo? ¿Cómo supo mi nombre?

Lo sigo sin decir una sola palabra y antes de darme cuenta estoy en el asiento del copiloto con el seguro para niños puesto desde fuera, de tal forma que no tengo escapatoria.

Ravens da la vuelta lentamente y toma su lugar en el lado del piloto, encendiendo el motor mientras se despide del tombo (como se les dice comúnmente en mi país) con una sonrisa más falsa que un billete de tres mil pesos.

—Tenemos algo pendiente tu y yo, maldito hijo de puta. —Dice hablando entre los dientes, sin verme y sin dejar de sonreír, mientras pone el vehículo en marcha. El camino oscuro y lluvioso deja de ser rápidamente un camino iluminado y familiar, para convertirse en uno oscuro, sin pavimentar, con olor a desesperación y tierra mojada. Los edificios y los semáforos son reemplazados por terrenos baldíos, cercas de alambre y ladridos de perros que no suenan para nada amistosos.

—No vamos a ningún centro de reposo, ¿No es así? —Pregunto tragando fuerte.

—¿Qué comes que adivinas? —Cuestiona, pero sé que no está esperando una respuesta.

Mierda, ¿Cómo voy a salir de esta ahora?

El Cielo De Abril  [TERMINADA]Where stories live. Discover now