Epílogo

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 Taka se rascó el ombligo, aún en pijama mientras esperaba a que la cafetera se pusiera en marcha, y miró el calendario colgado junto a la nevera. El día treinta y uno llevaba marcado en rojo desde el mismo día en que se lo habían regalado por año nuevo en el combini de la esquina.

–¿Qué miras tan atento? –Katsuya se le abrazó por la espalda, su barba de tres días rascándole la mejilla.

Taka sonrió, sin importarle notar el aliento de recién levantado cuando sus brazos lo rodeaban por completo. Era raro el momento del día en el que no estaban juntos bien en el trabajo o en el apartamento de uno o del otro. No era la primera vez que se encontraba echándolo de menos, las horas que pasaba en el instituto. Taka se había asegurado de mantenerse alejado de esa parte de la vida de Katsuya, dejándole que al menos, ese fuera un espacio sólo para él.

–Treinta y tres ya –Taka dejó caer su peso contra el pecho de Katsuya. Aún hacía algo de frío en el apartamento pero Katsuya parecía llevar su propia estufa incorporada–. Feliz cumpleaños, abuelo.

–¿Abuelo? ¿Así que esas tenemos? –Katsuya lo atacó, haciéndole cosquillas hasta que Taka apenas pudo respirar.

–Suelta, para. ¡Para! –Taka intentó escapar serpenteando entre risas histéricas–. Sabes que me pueden. ¡Para! ¡Para!

Katsuya le dio un beso tras la oreja antes de dejarlo al fin libre. La cafetera al fin había terminado de calentar.

–Mob y Teru han dicho que se pasarían después de clases. Podríamos llevarlos a cenar a algún sitio. Tome quiere probar el Thai que han abierto hace poco en el barrio.

Sin necesidad de que se las pidiera, Katsuya alargó el brazo y sacó dos tazas de la pequeña alacena sobre el fregadero. La cocina apenas tenía espacio para los dos pero en el tiempo que llevaban juntos, habían aprendido a compenetrarse.

Taka sonrió. Parecía increíble que ya hiciera casi tres años que se conocían y casi uno y medio desde que Taka había descubierto que Katsuya era su alma gemela.

–Supongo que nos dará tiempo. Tenemos cita en el notario a las cuatro y media, así que no debería ser problema. –Taka se giró, apoyándose contra el mármol del fregadero.

–¿El notario? No entiendo. –Katsuya frunció el ceño–. ¿Va todo bien? Pensaba que todo el tema de la hipoteca ya había quedado arreglado.

–¡Si! Sí, no te preocupes. Todo el tema del banco está arreglado. ¡No es nada malo! Pero le he estado dando vueltas y –Taka dejó que sus dedos se perdieran en su pelo en un gesto de desesperación–. Quizá es sólo una estupidez pero... D-dame un segundo.

Taka dejó las tazas olvidadas sobre la encimera y corrió hasta el pequeño mueble del televisor. Estaba seguro que se había traído los papeles con él para revisarlos una última vez mientras Katsuya aún estaba en la escuela nocturna. El sobre marrón lo miró inquisitivo nada más abrir el primer cajón.

–S-si quieres –Taka se levantó, alargándole el sobre sin llegar a mirarlo a la cara.

Quizá habría tenido que esperar a llegar a la oficina, o al menos a que se hubieran cambiado de ropa pero estaba seguro que si se daba más tiempo para pensar acabaría por desdecirse. Aún enfundado en su pijama, Taka se sintió completamente desnudo. Aún no entendía cómo había dejado que Shinra lo convenciera de que era una buena idea. El silencio le crispó los nervios mientras Katsuya leía el borrador de los nuevos estatutos. La culpa tenía que ser de las dos cervezas, era la única explicación racional.

–¿Es lo que creo? P-pero Espíritus y demás es tu negocio. –Katsuya murmuró con un hilo de voz.

–Es nuestro. Sin ti no habría empresa y quizá va siendo hora que sea algo más que palabrería. –Taka se masajeó el puente de la nariz–. P-pero no me estés demasiado agradecido, cuando casi todo lo que hay son deudas. C-casi me estarías haciendo un favor.

–¿Entonces seremos socios? –Taka estaba seguro que no se había imaginado como la voz de Katsuya había temblado por una décima de segundo–. ¿Cincuenta - cincuenta?

–Si es lo que quieres. Si quieres pensártelo, puedo cancelar la cita y –Taka empezó a balbucear algo nervioso–. Tendría que haberlo pensado mejor, no es como si pudieras tomar una decisión así de repente. Y tendríamos que haberlo hablado primero pero quería que fuera una sorpresa y

El beso lo pilló de improvisto acallando por completo el círculo vicioso en el que estaban cayendo sus pensamientos. Los labios de Katsuya se notaban cálidos contra los suyos, sus dientes mordisqueándolos con insistencia. Taka dejó que sus manos se perdieran entre sus rizos castaños. El leve olor a sudor le embargó todos los sentidos.

–¿Mejor? –Katsuya sonrió, rompiendo el beso, sus rostros apenas separados por unos centímetros. –Es el mejor regalo que podrías haberme hecho.

–¿De verdad? –Taka preguntó algo inseguro–. No creas que necesitas aceptar si es demasiado. No

–Lo sé. Sé que no tengo por qué hacerlo. –Katsuya lo abrazó con fuerza, levantándolo hasta que sus pies apenas rozaron el suelo. Su risa eufórica llenó el silencio de la mañana– Yo también te quiero.

Severed BondsHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin