Capítulo 3

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Katsuya acababa de cumplir treinta y un años el día que se dio cuenta que estaba orgulloso de la vida que se había construído en Espíritus y demás junto a Reigen, Tome y Hoyuelo. Durante mucho tiempo, lo único que había esperado encontrar en los ojos de su alma gemela era odio y miedo. Nunca hubiese pensado que sería capaz de acostumbrarse al caos que era el día a día en la oficina pero Katsuya lo había asumido como su nueva normalidad sin plantearse demasiado las cosas. Era agradable no ser el más extraño entre un montón de bichos raros. Era curioso cómo las cosas podían ser distintas sólo por cambiar de perspectiva. Por primera vez en su vida, tenía la impresión de estar exactamente donde tenía que estar.

Quizá era por saber que su alma gemela era parte de su vida; Reigen era su jefe, pero también su mejor amigo y a su manera lo apreciaba. Y aunque no tenía el mayor de los sueldos y apenas había terminado su primer año en la escuela nocturna, cada vez que un cliente le daba las gracias o ayudaba a un espíritu a cruzar al otro lado, Katsuya sentía que lo que hacían valía la pena.

Era casi la hora de cerrar cuando Shigeo se despidió con un leve gesto de cabeza y arrastró a Teru y su caos con él. Era raro que cada día alguno de los críos no se pasara por la oficina para matar el rato. Katsuya adoraba esos momentos entre cliente y cliente cuando podía escucharlos hablar sobre cómo les iba el instituto, las discusiones que habían tenido con sus padres o el último tik tok de moda. Saber que de algún modo, Katsuya también era responsable de que pudieran tener una adolescencia normal pese a ser psíquicos. Era reconfortante ver cómo las cosas podían ser de otra manera. Por mucho que no quisiera reconocerlo, Reigen se había esforzado en hacer de la oficina un lugar al que siempre pudieran volver.

–Pensaba que no se iban a ir nunca. –Reigen se dejó caer en la silla refunfuñando con desgana–. Me alegro que las cosas les estén yendo bien pero ¿necesitaba que me restregaran por la cara que sigo soltero?

–Ya se les pasará, el vínculo todavía es muy nuevo para los dos. Al principio puede resultar abrumador.

–Ya... No siempre es fácil. –Reigen se frotó los ojos, el agotamiento dibujado en su rostro–. Pero que te voy a contar, ¿verdad? Al menos Mob y Teru saben que se tienen el uno al otro.

–También te tienen a ti. –Katsuya no desaprovechó la ocasión para recordarle que no estaba solo–. No sé si llegas a entender lo importante que es para esos críos.

–Supongo que sí, mientras me necesiten –Reigen contestó con una sonrisa sardónica.

No hacía tanto que Reigen había empezado a dejarle vislumbrar esos pequeños momentos de debilidad. Si Katsuya había aprendido algo en el año que llevaban trabajando juntos era que los grandes gestos, las risas exageradas y los discursos petulantes sólo eran tapaderas para ocultarse del mundo.

O quizá de sí mismo.

A veces, Katsuya se preguntaba si había un ápice de verdad en el gran espectáculo que era Arataka Reigen. Quizá lo único cierto era la tristeza perenne en su canción. Aunque nunca hablara de ello, Katsuya no había necesitado gran cosa para ver los huecos aquí y allá. Era imposible no darse cuenta de cómo no mencionaba nunca a su familia, a ex-novias o a compañeros de clase. Nunca tenía planes, mensajes de amigos o llamadas. Nada. Era como si Reigen no existiera fuera de aquellas cuatro paredes. Incluso cuando el escándalo de la panda de adolescentes que parecía haberlos adoptado llenaba la oficina, el halo de soledad que lo perseguía a todas partes no quería abandonarlo. Daba igual que la sonrisa en sus labios dijera todo lo contrario, Katsuya podía oírlo como un grito desesperado en su cabeza.

–No vienen porque te necesiten, vienen porque les gusta estar aquí. –Katsuya se levantó para poder tenerlo más cerca. Algún día, quizá podría abrazar a Reigen cuando ese sentimiento parecía ir a consumirlo–. Y aunque fuera verdad, yo seguiría aquí. No voy a irme a ninguna parte.

Severed BondsWhere stories live. Discover now