Capítulo 6

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Quizá era por lo poco que faltaba para el trigésimo cumpleaños de Taka pero Katsuya no había podido pensar en otra cosa. Taka se había pasado las últimas dos semanas lamentándose, como si cambiar el dos por el tres fuera a significar el fin del mundo.

Katsuya no acababa de entender tanto dramatismo. Para él, los cumpleaños habían perdido cualquier significado el día que había decidido aislarse por completo del mundo. ¿Qué valor podían tener cuando en su monotonía, los días se mezclaban unos con otros? Su trigésimo cumpleaños había sido algo que había pasado sin pena ni gloria. Los treinta no se habían sentido tan diferentes de los veinte cuando lo único que Katsuya había hecho era cambiar una jaula por otra. Y sin embargo, visto en perspectiva, los treinta habían sido el año en el que realmente había empezado su vida. Que Taka se lo tomara como el Fin de los Días casi parecía un insulto.

Era cerca del mediodía y la oficina estaba demasiado tranquila con Tome todavía en clase y Taka en el banco, discutiéndose con su gestor por enésima vez. Katsuya ni siquiera sabía cuál era el problema esta vez pero ya era el segundo mes consecutivo que la factura de la luz venía devuelta. Era extraño, Katsuya tendría que estar acostumbrado a la soledad, pero Arataka y sus ruidos incesantes se habían convertido en su mente en una parte indispensable de la oficina. Katsuya echaba de menos el pequeño crujido de la silla cada vez que Taka se movía de un lado para otro, los dedos tamborileando sobre la madera del escritorio o el clic constante del boli entre sus dedos.

Sin nada mejor que hacer, Katsuya revisó la agenda para esa tarde. Estaba completamente abarrotada hasta última hora de la tarde. Con un poco de suerte, no habría ningún caso especialmente complejo pero el chirrido que tendría que haber sido la melodía de Taka llevaba demasiadas horas avasallando su cabeza y el dolor de cabeza apenas lo dejaba pensar. Daba igual como lo hiciera, iban a necesitar un milagro para poder cerrar antes de las ocho de la tarde.

–¿Así cree que va a ganar a Tome en su juego? –Katsuya gritó soltando la agenda al oír la voz de Hoyuelo tras su oreja–. ¿Crees que vas a conseguir sacarlo de aquí a tiempo?

–No lo sé. –Katsuya volvió a mirar la agenda, abierta sobre el escritorio–. ¿Te han enviado para asegurarte que llegaremos a tiempo? Porque aún es muy pronto. ¿Tan poco se fían de que pueda convencerlo?

–De lo que no se fían es de que no lo largues todo. No conozco a nadie que mienta tan mal como tú. –Hoyuelo contestó hurgándose la nariz–. Siempre puedes llamar y cancelar la última cita del día. Reigen no tiene ni por qué enterarse.

–Como si fuera tan fácil.

–Robar a un ladrón y esas cosas. Supongo que no es fácil mentir a un mentiroso compulsivo.

–Sigo pensando que sería mejor decírselo. No quiere celebrar su cumpleaños, lo ha repetido decenas de veces ya. –Katsuya jugueteó nervioso con sus dedos–. Si sólo vamos a conseguir estresarlo, no vale la pena.

–Se estresa porque es un idiota. Pero eres tú el que está en su cabeza, qué te voy a contar. –Hoyuelo contestó–. Supongo que debería felicitarte. Shigeo me lo ha contado. Así que Almas Gemelas, ¿eh? Eso explica muchas cosas.

Katsuya se sonrojó. Seguía resultando raro que todo el mundo supiera al fin lo que eran. Taka había estado nervioso por las reacciones de los críos. Hablar de su vínculo seguía sin ser sencillo. Taka odiaba que lo miraran con lástima pero la verdad parecía haberlo liberado de una de las losas que cargaba desde hacía demasiado tiempo. Katsuya lo quería con locura. Era imposible no hacerlo cuando sus sonrisas brillaban con la misma intensidad que su melodía. No era como si Taka hubiese dejado de ser quién era. Taka era Taka, con sus gestos grandilocuentes y sus mentiras extravagantes pero también era el hombre introvertido y algo patoso que andaba por la vida dando palos de ciego.

Severed BondsWhere stories live. Discover now